lunes, 13 de enero de 2020

EL ACOSO de Michal Aviad

CRONICA DE UNA MUJER QUE TRABAJA

El cine israelí esta pasado un muy buen momento. Sus películas no solo están muy bien hechas sino también reflejan los problemas de una sociedad moderna más allá de los conflictos de carácter bélico que la afectan.

El Acoso, la nueva película de Aviad, un director con una larga trayectoria en el documental pero con un solo trabajo de ficción en su haber (Lo Roim Alais, 2011, no vista en nuestro país), se concentra en un tema de actualidad como lo es el acoso femenino.

Orna, el personaje principal del film, es una mujer felizmente casada con dos hijos pequeños que vive en Tel Aviv. Ella necesita trabajar para ayudar a su marido que acaba de inaugurar un restaurante de comidas rápidas en el centro de la ciudad, y ha contraído una deuda importante. Su búsqueda se resuelve rápidamente cuando consigue un trabajo en una empresa constructora de departamentos de alto nivel donde se destaca como hábil vendedora, llamando la atención del patrón de la empresa.

Aviad sigue minuciosamente el derrotero de Orna por su nuevo trabajo. Muestra su proceso de adaptación, su aprendizaje de ventas, como gana confianza en sí misma, a la vez que desarrolla una relación de gran camaradería con su jefe que además es el dueño de la empresa. Su desempeño se vuelve muy exitoso. Ello despierta en su jefe un interés particular sobre ella que rápidamente se transforma en un deseo de tipo sexual que termina en acoso.

El film es directo, preciso y concreto transformándose en una crónica minuciosa de hechos que el director muestra con austeridad y economía de recursos pero de gran efectividad. Por lo tanto, su film no pierde tiempo en lateralidades ni se distrae de su discurso, el cual llega con claridad y contundencia al espectador.

Esta no es la historia de un alegato. Aviad no acusa ni juzga. Le habla al espectador en forma directa. De esta manera, le permite tomar distancia de los hechos, analizarlos y dejar que el espectador saque sus propias conclusiones, las que no necesariamente implican un juzgamiento.

El director logra una generalización de esos hechos donde los partícipes necesarios, en este caso un hombre y una mujer, el empresario y la vendedora de departamentos, pueden transformarse en parte de otro hecho (el acoso) que puede o no, conformar un delito. El director expone objetivamente esos hechos. En todo caso, si hay un veredicto, será el espectador el encargado de dictarlo.

El final, inteligentemente, alude muy sutilmente a que frecuentemente estos hechos aberrantes no llegan a la justicia por temor de la mujer a exponer tanto su privacidad como su honradez, dado que un juicio transforma en público un hecho que puede permanecer en la esfera de lo privado. Más allá de la justicia, y con un sentido de amplitud y a la vez de síntesis, nos induce a pensar que ciertos asuntos de conciencia deben permitir que el perpetrador sea juzgado por su familia o se juzgue a sí mismo.


La condena publica de los hechos narrados, más allá de la justicia, puede terminar estigmatizando a la mujer. Entiendo que la posición final de Aviad, prefiere mantener a sus criaturas en un ámbito de privacidad que tiende a proteger la honorabilidad de la mujer.

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