lunes, 27 de enero de 2020

PARASITOS de Bong Joon-ho


UNA LUCHA DE CLASES

Entre el parasitismo y la lucha de clases deviene este nuevo y excelente film del director coreano Bong Joon-ho, autor también de otros notables films como Memorias de un Asesino (2003), donde, bajo la forma de un policial, cuenta las desventuras de dos detectives en una provincia de Corea, y The Host (2006) film donde narra la aventura de la aparición de un monstruo en el río Han en Seúl que, por otra parte, lo catapulta hacia el mercado internacional.  Parásitos, es su nueva obra, ganadora, además, de la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2019, y el Globo de Oro a la Mejor Película Extranjera, con el cual logra no solo su film más personal sino también su trabajo más exitoso, completo y equilibrado en su doble trabajo de autor y director.

Para su análisis es necesario definir dos conceptos: el parasitismo y la lucha de clases. El primero es un tipo de simbiosis, una estrecha relación en la cual uno de los participantes, el parásito, depende del otro, huésped, (también llamado hospedante, hospedador o anfitrión) y obtiene algún beneficio. Un parásito es un organismo que vive en otro organismo huésped y se alimenta a expensas de él.

La segunda es un concepto que explica la existencia de conflictos sociales como el resultado de un antagonismo inherente a toda sociedad políticamente organizada entre los intereses de diferentes sectores o clases sociales. 

Bong Joon-ho, autor también del guión de la película, desarrolla estos conceptos incorporándolos a una narración muy clara y equilibrada, bajo la forma de una comedia bizarra, describe una situación donde una familia de la alta burguesía comienza a ser penetrada por otra de bajos recursos poniéndose a su disposición para trabajar en la casa realizando tareas básicas del hogar. El film confronta la vida misérrima del personal de servicio con la fastuosidad y la vida holgada que llevan los dueños. No obstante ello, el personal de servicio comienza a realizar una transformación donde cada uno de sus actos constituye una usurpación que se transforma en un pequeño avance sobre el derecho a la propiedad.

Tal como en sus films anteriores, aparece también el concepto de lo monstruoso. Aquí lo son los nuevos empleados de la casa que a medida que se van aclimatando a ella comienzan a realizar una metamorfosis que los va transformando en seres ambicioso que solo parecen perseguir, imitar y hasta envidiar el modo de vida de sus patrones, volviéndose una amenaza permanente cuya relación pareciera terminar necesariamente en una lucha de clases. Pero lo paradójico, es que los dueños de la casa no son menos monstruosos que sus sirvientes. Los patrones se vuelven insensibles, desinteresados, despreocupados por aquellas personas a quienes le dan trabajo como si esa paga fuera suficiente como para cerrar la relación social que establecen.

La película se transforma en un popurrí de géneros pasando de la comedia, al misterio, del suspenso al drama, del romance al terror, en una muestra notable de la capacidad de manejo de parte del director coreano haciendo del film un entretenimiento de características siniestras capaz de hacer reflexionar al espectador acerca del mundo en que está viviendo. Su obra parte de un guión muy bien escrito, con diálogos muy interesantes, que termina componiendo una comedia brillante.

Un punto interesante que plantea el film es como se ven unos a los otros, lejos de todo encasillamiento. La familia pobre no ve la familia rica como su empleador sino como un objetivo en el cual se deben transformar. Por el contrario, la familia rica ve a la pobre como una cosa natural, un personal de maestranza que solo está para servir. En esa dicotomía se minimiza toda posibilidad de permeabilidad social generando una idea de casta.
De esta manera, el aspecto dramático se impone sobre la comedia, sugiriendo que la movilidad social es muy difícil de lograr donde existe un ordenamiento absolutamente rígido de manera tal de no permitir ningún movimiento ni hacia arriba ni hacia abajo de la pirámide social, impidiendo cualquier atisbo de movilidad, lo cual tiende a deshumanizar las partes, y en consecuencia, generar inexorablemente una lucha de clase.

Los antiguos monstruos de Boom Joon-ho vuelven, ya no cerca de un rio o una selva sino dentro mismo de una sociedad que “se cree” permeable, distributiva, dinámica, aunque sus miembros son seres humanos con habilidades y capacidades económicas diferentes que se ven impedidos injustamente del progreso social. Por otro lado, la clase alta, condenada por la impermeabilidad social, padece el mismo parasitismo en sentido inverso: su dependencia de la contratación de mano de obra.

Es en ese estado de la sociedad donde la lucha de clase parece una amenaza permanente y cuya ocurrencia pareciera ser inevitable. Cabe preguntarse qué pasaría en una sociedad donde el desarrollo toma la forma de la robotización prescindiendo de la mano de obra, la sociedad industrial se transforma en una sociedad de servicios, la población continua en crecimiento y los puestos de trabajo disminuyen en forma proporcional.

No hay duda que el film del director coreano es uno de los más lúcidos documentos sobre el porvenir del capitalismo actual, que como sistema económico de distribución no alcanza a cubrir todas las necesidades de individuos que incluso, teniendo acceso a la educación, no consiguen trabajar ni en relación de dependencia ni por cuenta propia, siquiera para cubrir las necesidades propias tales como mantener una familia tipo, más allá que la velocidad reproductiva se ha vuelto más rápida que la capacidad de crear puestos de trabajo de una economía tipo.

Una cuestión que la sociedad debe plantearse al respecto es el cambio de paradigma. Existen vastas regiones del mundo donde aún hoy, el tipo de sociedad a desarrollar responde a un modelo industrial. Cabe preguntarse sobre su vigencia toda vez que los países líderes ya han cambiado hacia un modelo que tiende a desarrollar una sociedad de servicios. La siguiente cuestión es si se puede alcanzar el nivel de educación necesaria para desarrollar este modelo. La pregunta que queda flotando es si la lucha planteada es inherente a un modelo de organización económica social o responde a la propia condición humana.



No hay comentarios:

Publicar un comentario