UNA LUCHA DE CLASES
Entre el parasitismo y la lucha
de clases deviene este nuevo y excelente film del director coreano Bong
Joon-ho, autor también de otros notables films como Memorias de un Asesino
(2003), donde, bajo la forma de un policial, cuenta las desventuras de dos
detectives en una provincia de Corea, y The Host (2006) film donde narra
la aventura de la aparición de un monstruo en el río Han en Seúl que, por otra
parte, lo catapulta hacia el mercado internacional. Parásitos, es su
nueva obra, ganadora, además, de la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2019,
y el Globo de Oro a la Mejor Película Extranjera, con el cual logra no solo su
film más personal sino también su trabajo más exitoso, completo y equilibrado
en su doble trabajo de autor y director.
Para su análisis es necesario
definir dos conceptos: el parasitismo y la lucha de clases. El primero es un
tipo de simbiosis, una estrecha relación en la cual uno de los participantes,
el parásito, depende del otro, huésped, (también llamado hospedante, hospedador
o anfitrión) y obtiene algún beneficio. Un parásito es un
organismo que vive en otro organismo huésped y se alimenta a expensas
de él.
La segunda es un concepto que
explica la existencia de conflictos sociales como el resultado de un
antagonismo inherente a toda sociedad políticamente organizada entre los
intereses de diferentes sectores o clases sociales.
Bong Joon-ho, autor también del
guión de la película, desarrolla estos conceptos incorporándolos a una
narración muy clara y equilibrada, bajo la forma de una comedia bizarra,
describe una situación donde una familia de la alta burguesía comienza a ser
penetrada por otra de bajos recursos poniéndose a su disposición para trabajar
en la casa realizando tareas básicas del hogar. El film confronta la vida
misérrima del personal de servicio con la fastuosidad y la vida holgada que
llevan los dueños. No obstante ello, el personal de servicio comienza a
realizar una transformación donde cada uno de sus actos constituye una
usurpación que se transforma en un pequeño avance sobre el derecho a la
propiedad.
Tal como en sus films anteriores,
aparece también el concepto de lo monstruoso. Aquí lo son los nuevos empleados
de la casa que a medida que se van aclimatando a ella comienzan a realizar una
metamorfosis que los va transformando en seres ambicioso que solo parecen
perseguir, imitar y hasta envidiar el modo de vida de sus patrones, volviéndose una
amenaza permanente cuya relación pareciera terminar necesariamente en una lucha
de clases. Pero lo paradójico, es que los dueños de la casa no son menos
monstruosos que sus sirvientes. Los patrones se vuelven insensibles,
desinteresados, despreocupados por aquellas personas a quienes le dan trabajo
como si esa paga fuera suficiente como para cerrar la relación social que
establecen.
La película se transforma en un popurrí
de géneros pasando de la comedia, al misterio, del suspenso al drama, del
romance al terror, en una muestra notable de la capacidad de manejo de parte
del director coreano haciendo del film un entretenimiento de características
siniestras capaz de hacer reflexionar al espectador acerca del mundo en que
está viviendo. Su obra parte de un guión muy bien escrito, con diálogos muy
interesantes, que termina componiendo una comedia brillante.
Un punto interesante que plantea
el film es como se ven unos a los otros, lejos de todo encasillamiento. La
familia pobre no ve la familia rica como su empleador sino como un objetivo en
el cual se deben transformar. Por el contrario, la familia rica ve a la pobre
como una cosa natural, un personal de maestranza que solo está para servir. En
esa dicotomía se minimiza toda posibilidad de permeabilidad social generando
una idea de casta.
De esta manera, el aspecto
dramático se impone sobre la comedia, sugiriendo que la movilidad social es muy
difícil de lograr donde existe un ordenamiento absolutamente rígido de manera
tal de no permitir ningún movimiento ni hacia arriba ni hacia abajo de la
pirámide social, impidiendo cualquier atisbo de movilidad, lo cual tiende a
deshumanizar las partes, y en consecuencia, generar inexorablemente una lucha
de clase.
Los antiguos monstruos de Boom
Joon-ho vuelven, ya no cerca de un rio o una selva sino dentro mismo de una
sociedad que “se cree” permeable, distributiva, dinámica, aunque sus miembros
son seres humanos con habilidades y capacidades económicas diferentes que se
ven impedidos injustamente del progreso social. Por otro lado, la clase alta,
condenada por la impermeabilidad social, padece el mismo parasitismo en sentido
inverso: su dependencia de la contratación de mano de obra.
Es en ese estado de la sociedad
donde la lucha de clase parece una amenaza permanente y cuya ocurrencia
pareciera ser inevitable. Cabe preguntarse qué pasaría en una sociedad donde el
desarrollo toma la forma de la robotización prescindiendo de la mano de obra,
la sociedad industrial se transforma en una sociedad de servicios, la población
continua en crecimiento y los puestos de trabajo disminuyen en forma
proporcional.
No hay duda que el film del
director coreano es uno de los más lúcidos documentos sobre el porvenir del
capitalismo actual, que como sistema económico de distribución no alcanza a
cubrir todas las necesidades de individuos que incluso, teniendo acceso a la
educación, no consiguen trabajar ni en relación de dependencia ni por cuenta
propia, siquiera para cubrir las necesidades propias tales como mantener una
familia tipo, más allá que la velocidad reproductiva se ha vuelto más rápida
que la capacidad de crear puestos de trabajo de una economía tipo.
Una cuestión que la sociedad debe
plantearse al respecto es el cambio de paradigma. Existen vastas regiones del
mundo donde aún hoy, el tipo de sociedad a desarrollar responde a un modelo
industrial. Cabe preguntarse sobre su vigencia toda vez que los países líderes
ya han cambiado hacia un modelo que tiende a desarrollar una sociedad de
servicios. La siguiente cuestión es si se puede alcanzar el nivel de educación
necesaria para desarrollar este modelo. La pregunta que queda
flotando es si la lucha planteada es inherente a un modelo de organización económica
social o responde a la propia condición humana.
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