La discriminación, la humillación, y la falta de honestidad son temas recurrentes en este director polaco todavía no conocido en Argentina, de cual ahora tenemos la oportunidad de ver su cuarto largometraje a través de la pantalla de Netflix, aunque su filmografía es más vasta (incluyendo documentales y corto metrajes) en una obra que comienza a desarrollarse en 2004.
Hater es una película interesante que examina el
comportamiento socio / psicopático en la juventud polaca junto con los efectos
secundarios de la presencia de las redes sociales, el poder de la tecnología en
el contexto de los disturbios políticos en el mundo, y la teoría del caos aplicada
a dichos disturbios.
Tomasz (Maciej Musialowski, en una actuación consagratoria)
es un antihéroe intocable y vulnerable a la vez en una película manipuladora y
compleja que coincide con la realidad convulsionada de nuestros días en Europa,
y de Polonia en particular. Replica la estructura de una sociedad convencional
donde conviven ricos y pobres, envueltos en un clima social sombrío donde la
falta de un acuerdo político pareciera oscurecer la posibilidad de una solución.
El film constituye una aproximación interesante de cómo las redes sociales
manipulan tanto a las personas como a los propios políticos. Desde otro punto de vista, muestra también la
vulnerabilidad política y el daño que puede ocasionar al poder un simple hombre
inteligente y atrevido usando tan solo una computadora portátil.
La película también describe el mundo frío, materialista y
despiadado de la posmodernidad donde la familia reina solo en apariencia. Un
enfrentamiento clásico entre ricos y pobres, dirimido a través del uso de la
tecnología que termina constituyendo una sátira mordaz, fría y audaz sobre la nueva
burguesía polaca. Una pintura capaz de capturar la discapacidad emocional de la
juventud de hoy en día. Respecto a ello, el personaje principal es un ejemplo
de alguien que tiene la capacidad tanto de generar odio como de recibirlo. Una
personalidad que pretende integrarse a una sociedad que paradójicamente cada
vez que lo acepta simultáneamente lo rechaza, como si el círculo social fuera
solo para los exitosos.
Tomasz no es un personaje simpático ni políticamente correcto.
Tampoco es alguien que derrocha rectitud y mucho menos la filantropía. No
parece estar preocupado por el prójimo ni siquiera tiene un atisbo de ayudar a
los demás. Es por el contrario, un exponente actual del sálvate como puedas. Además,
cuando pide ayuda, sabe que en algún momento tendrá que pagarla.
La película no sería la misma sin Maciej Musialowski. Su
actuación es extraordinaria y consagratoria. Deja comprender sus motivos e
incluso lograr transmitir su soledad y su capacidad de simpatizar con los demás
personajes en un sube y baja de emociones encontradas y este es un mérito exclusivo suyo que en gran medida
logra la recomendación de esta notable película.
Pero también es cierto que este gran rompecabezas que
constituye Hater es gran virtud de Jan Komasa, un joven director polaco cuyos
méritos ya habían sido reconocidos por su obra anterior Corpus Christi. En
Hater, Komasa logra generar un clima envolvente de una realidad esquiva, donde
el espectador nunca acaba de situarse en ella como si durante la proyección
simultáneamente fuera envuelto por la más cruda realidad y la fantasía.
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