UN POLICIAL AFRANCHELADO
En éste, su último film, Francella
es Alejandro Petrossian, un piloto de una aerolínea argentina que realiza vuelos
a Madrid. Por otra parte, tiene años y experiencia, y a esta altura del partido
comienza a esperar una jubilación que le permita disfrutar con cierta comodidad
el resto de su vida. El tiempo pasa rápidamente. En compañía de su esposa (Andrea Frigerio)
quisiera tener libertad para poder viajar
por placer.
Pero le ocurre todo lo
contario. Las circunstancias lo comprometen
y una banda de narcotraficante lo someterá a transformarse en valija del
narcotráfico. De ahora en más, seguirá siendo un piloto de avión pero también el
trabajo de un correo al servicio de una banda de delincuentes que lo obligaran
a trabajar clandestinamente entregando paquetitos en determinadas direcciones en Madrid, recibir el cobro y
volver con el dinero respectivo para entregarlo a sus mandantes. Pablito Rago será
Saavedra, el malo de la película, el narco que obliga de la mano de la fuerza y
la violencia.
Se trata de un policial clásico
de estilo americano, al que sigue con todos sus lineamientos. Sus referentes
nacionales son, particularmente, las películas policiales y exitosas de los ´80
que adquirieron fama, aquéllas dirigidas por Adolfo Aristarian, con actores tales como Federico Luppi y Pepe Soriano que marcaron
una época de buen cine. Estamos hablando de un cine de casi cuatro décadas
atrás que brilló entre fines de los ´70 y principios de los ´80, tales como La
Parte del León (1978), Tiempo de Revancha (1981), Últimos Días de la Victima
(1982), y Plata Dulce (1982), obras que se enrolaban en el policial negro y transitaban
un estilo que solía derivar en la tragicomedia, sin abandonar el rubro que les
daba vida. Estas películas tuvieron una gran convocatoria de público por su personalidad,
contundencia, y una capacidad de generar tendencia que hizo resucitar a un cine
argentino que generó entusiasmo y llegó fácilmente
al público llenando las salas.
La estructura de la
película responde a un modelo clásico, aun género, el policial, que no admite demasiado
riesgo artístico. Su plena adhesión a la forma, el protagonismo de un actor conocido
que sabe clonarse en diferentes papeles aunque nunca deje de ser sí mismo,
porque en el fondo, lo cierto, es que la
gente se lo pide. En consecuencia, construye el personaje por afuera dejando
siempre deja el sello de su marca en el orillo. Posiblemente, y con sumo
respeto, lo mismo le pasaba a Luppi en las
películas que hemos mencionado. No obstante, estamos hablando de un actor
consagrado, alguien que puede elegir el papel que quiere, en este caso lo hace interpretando
el rol de un detective policial que debe disfrazarse de narcotraficante.
El tema de la droga, el
vestuario moderno, la fotografía en color, el propio estilo “francella” agiornan
a este policial haciéndolo transcurrir en nuestro tiempo. Pero el film nunca se
deja de parecer y añorar a aquellos clásicos y obras maestras de los años ´40.
El “Halcón Maltes” de Otto Preminger (1944), “La Dama de Shanghái” (1945), “El
Sueño Eterno” de Howard Hawks (1946) y tantos otros que han sido y son modelos
en los que éste se basa aunque cueste reconocerlo.
Prolijamente realizado, el
policial de Zandelis aprueba el desafío de un género donde abundan los
clásicos. Es posible que no pase a la memoria, pero seguramente, es capaz de entretener
durante hora y media sin generar un bostezo. Obviamente, no pasará a la
historia del cine policial dado que se inspira en ellos aunque sin su glamour,
y menos aún, extrañando aquellas viejas estrellas del cine que los
interpretaban. Bogart hay uno solo.
Los actores que lo
acompañan cumplen en sus respetivos papeles. La música subraya sin
molestar pero tampoco deja recuerdo y el
montaje es clásico y preciso. Pero… la falta de glamour, la concentración de la
trama en un personaje interpretado por un Francella que siempre hace de sí mismo en diferentes papeles, deja al
film como una obra pasatista sin demasiadas pretensiones, que, si bien engancha
al espectador, nunca muestra pretensiones renovadoras que lo transforme en un
policial diferente capaz de generar un modelo o estilo de época. El esfuerzo de
Francella es notable, pero Francella siempre es Francella.
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