Es muy difícil de evaluar esta película como hecho cinematográfico. Proveniente de un best seller literario que batió records de ventas y generó dos sagas transformándose en trilogía, llega, ahora, al cine. Si comparamos ambos medios de expresión, la literatura tiene una ventaja sobre el cine: permite el desarrollo de la imaginación y la fantasía. Este último aspecto entiendo que es el que transformó en éxito editorial al libro. El cine, en cambio, se limita a lo que muestra. La imaginación queda cerrada al espectador para que el mismo disfrute de un espectáculo que es básicamente imagen y sonido. Por eso, cuando a uno le gusta un libro que después es llevado al cine, la película no le gusta. Esto es porque cada uno, mientras lee, imagina y construye su propia película.
Dado que no había leído ninguno de los libros de la trilogía
de Grey, fui al cine atrapado por el gancho publicitario y la curiosidad del
éxito. La película me defraudó. No es mala, es muy mala. Y lo peor, me resultó
aburrida. No existe como película romántica, tampoco es un "porno",
ni siquiera se acerca al "porno soft", insinúa caminar por el andamio del sadismo, pero
no se decide por ningún género, ni siquiera por el suspenso, mucho menos por el
policial. Es un híbrido vacío de contenido. Me resulta inevitable la búsqueda
de comparaciones. En 1967, Luis Buñuel estrenaba en Francia "Belle de
Jour", un retrato de una mujer de la alta sociedad que se prostituía de
día. Una película verdaderamente provocativa que mostraba la capacidad de
perversión sexual del ser humano. En 1972, Bernardo Bertolucci presentaba su
"Ultimo Tango en París", escandalizando a la censura argentina de
aquel entonces, pero dejándonos una verdadera obra maestra. Porque Ultimo Tango
no era solamente el pan de manteca. Ultimo Tango era la desesperación, el dolor
y la incomprensión de Paul (Marlon Brando), al que se le había suicidado su
mujer. Y trataba de llenar ese vacío, el del suicidio, a través de sus
relaciones sexuales con una joven 20 años menor que él. La vida misma. Una
película visceral. Un estudio psicológico verdaderamente
profundo. En 1978, Jill Clayborugh se liberaba sexualmente al ser abandonada
por su marido en "Una Mujer Descasada", encontrándose a si misma
después de varios años de matrimonio. Estábamos en la época del amor libre. En 1987,
aparece el ingles Stephen Frears realizando "Prick Up Your Ears", una película sobre la
homosexualidad del dramaturgo Joe Orton que nos dejaba perplejos y angustiados en una época donde ser gay todavía
era mal visto. El gran destape todavía
no había comenzado. En 1999, Sergi Lopez y Natalie Baye se revolcaban clandestinamente
en un cama de hotel, lejos de sus consortes, y sin explicar porqué aunque quedaba
clara su infelicidad matrimonial. La película era "Una Relación
Privada", dirigidos por Frederic Fontaine, asustando otra vez a los
censores. Aqui, en Buenos Aires, la llevaron al teatro Grandinetti con Cecilia Roth. Ejemplos sobran. Y podría
continuar la lista. Incluso con una comedia argentina, "Dos Más Dos", bastante cómica, con Suar, Minujin, Peterson
y Julieta Díaz donde intercambiaban parejas emulando a la famosa "Bob, Alice,Ted and Carol (1969) de Paul Mazursky. Todas estas películas, no solamente fueron más lejos en materia
sexual, sino que nos hicieron reflexionar sobre el sexo adentro de un cine. Ver
"50 Sombras de Grey" al lado de las mencionadas es como ver
"Caperucita Roja y el Lobo".
"50 Sombras de Grey" es solo un producto hecho para vender
entradas. No funciona como película. Carece de trama. Es una sucesión de
escenas previsibles y sofisticada reflejadas con exactos encuadres, buen gusto
en los decorados, y una linda música de fondo.
Pero detrás de todo eso, no hay nada. Un desierto. Sólo dos jóvenes que solo tienen un pasado. Anastasia Steele, una joven
bonita estudiante de Literatura Inglesa y Christian Grey, otro joven heredero
de una gran empresa que ni siquiera sabemos qué hace. De allí en más, nada. La
psicología de los personajes brilla por su ausencia. Sus acciones no se
explican ni por sus movimientos, ni por sus palabras ni por sus silencios. Sólo
son producto de una mano invisible que los lleva, los junta y los trae. Son una
serie de encuentros donde durante la mayor parte de los mismos, Grey pretende
que ella le firme un contrato de relacionamiento sexual. Ella no lo firma, y en consecuencia, la trama
se reduce al juego de quien se impone a quien, cosa que no va más allá de dos jóvenes
queriendo irse cuanto antes a la cama, pero con intenciones diferentes. Ella no
deja de ser la típica inglesita romántica. Y él, el joven duro americano al que
le gustan los juegos rudos. Fin de la película. Eso si, no hay portazo. Todo
sugiere que en "50 Sombras de Grey - Parte 2", volverán a la franela.
Ah! Me olvidaba. Para que la pavada suene peor todavía, ella era virgen, y
obviamente conoce "el amor" con Grey. Mas convencionalismo,
imposible!!!
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