lunes, 2 de febrero de 2015

ST. VINCENT de Theodore Melfi




Qué Bello es Vivir !!!. Frank Capra

Hay películas que parecen hechas para el lucimiento particular de un actor. Esta que aquí se comenta, es una de ellas, y el actor en cuestión es Bill Murray. Murray es un actor tan capaz y versátil, que es merecedor de tal reconocimiento. No es la primera vez que esto le sucede:  El Día de la Marmota, Harold Ramis (1993); Perdido en Tokyo, Sofía Coppla (2003); Life Aquatic, Wes Anderson(2004) y Flores Rotas,  Jim Jarmusch (2005) son ejemplos donde se lo encuentra en una actuación sobresaliente apoyando la película por sí solo. Todas ellas son, además,  grandes películas realizadas por directores del cine independiente americano. Es como si dichas películas  hayan sido escritas para su actuación y lucimiento, y como si él se hubiera encarnado con facilidad en cada uno de esos personajes. Tampoco ha sido casual que esos grandes directores hayan sido también grandes guionistas que asumiendo ambos roles, han transmitido con el apoyo de Murray, una visión muy personal del mundo a través de un personaje.
Con St. Vincent este milagro cinematográfico vuelve a suceder. Vincent (Bill Murray) es un ex combatiente de Vietnam que vive en soledad y pobremente en un suburbio de Brooklyn, tan sólo acompañado por un gato. Periódicamente recibe los favores de una "trabajadora nocturna"(Naomi Watts)  que, sorprendentemente,  está embarazada. Más tarde en el film, conoceremos que Vincent tiene una esposa que está internada en un Hospital con un cuadro agudo de Alzeimer. De repente, su vida se transforma cuando al lado de su casa se muda Maggie (Melissa Mc Carthy), con su hijo Oliver, de 8 años de edad. Maggie está en pleno proceso de divorcio de su marido, y en consecuencia,  en conflicto por la tenencia de su hijo. Maggie, empleada en un hospital, necesitará de la ayuda de Vincent, a quien contratará por 15 dólares la hora como niñero de su hijo. De esta manera, el film se transformará instantáneamente en una especie de buddy movie, una historia de una pareja despareja (hombre mayor al cuidado de un niño). En resumen, todos saldrán gananciosos en esta comedia. Oliver recibirá varias lecciones de vida, Vincent comenzará a encontrarle otro sentido a la vida  y el grupo, iniciará una transformación  que los llevará a constituir una nueva familia, cuyo carácter será absolutamente disfuncional.
Vincent está lejos, como persona, de ser un dechado de perfecciones. Le gustan las mujeres embarazadas, las carreras de caballos y las apuestas, y le da también al trago. Pero el film no transita el camino de la redención de un perdido sino más bien, un camino de salvación a través de la solidaridad en un mundo en el que todo tiene un precio. En St. Vincent ningún personaje es perfecto. Todos son débiles y vulnerables, y en consecuencia, sufren cientos de problemas, pero logran ayudarse los unos a los otros. Esa ayuda, ese sentido de la solidaridad, aparece claro en el final bajo la forma de una tarea escolar. Oliver asiste a una escuela católica (aunque es judío de nacimiento), y al igual que sus compañeros tiene que hacer una investigación sobre la santidad. El trabajo consiste en elegir un santo y explicar el porqué de su elección. Oliver no encontrará a un santo sino a una persona, cuyo dechado de virtudes, a su entender,  lo asimilan a un santo. Ese hombre santo será Vincent. En la escena final, mientras caen los títulos, Vincent esta solo tomando sol en el patio trasero de su casa. Enchufado a su Walkman, canta siguiendo a un clásico de Bob Dylan "Shelter in the Stone": Yo estaba en otra vida, una de trabajo y sangre, cuando la negrura era una virtud y el camino estaba lleno de barro, entré desde el desierto a un vacío con forma de criatura. "Adelante" ella dijo." Voy a darte refugio frente a la tormenta".

St. Vincent  habla de varias necesidades simultáneas: 1) la  de cultivar relaciones personales para no dejarse caer en la soledad, 2) de hablar y saber escuchar para lograr  acuerdos y llegar al bien común. 3) De hacer lo necesario para no agredir ni dejarse atropellar.  4) De respetar las creencias de los demás y poder vivir todos juntos  en mundo pluricultural. Lo interesante del film es que lo hace de una manera simple, resaltando lo cotidiano, sin discursos grandilocuentes. Eso no solo la hace una película entretenida sino una gran película. St. Vincent es concisa y frontal, y de alguna manera hace recordar a aquel clásico de Frank Capra con Jimmy Stewart que se llamo "Qué Bello es Vivir!!!"

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