LA VERDAD QUE ENLOQUECE
A fines de los años 50, la joven Alemania Federal trataba de reconstruirse consolidándose
politica, económica y socialmente de la devastadora derrota sufrida durante la
2da Guerra Mundial que había finalizado en 1945. No obstante aquéllos
esfuerzos, y más allá de los Juicios de Núremberg y otras reparaciones
realizadas, un tema crucial acechaba escondido en las sombras de la historia,
una de esas cuestiones de las que "mejor no se habla", aquello que
deja a la luz que una máquina perfecta de matar como la que se montó en los
campos de concentración de Alemania, Checoslovaquia y Polonia, no hubiera
podido funcionar solo como consecuencia de una rígida disciplina militar sino
por la necesaria participación de cientos
de miles de ciudadanos enrolados
voluntariamente a las filas por el hecho de simpatizar con el régimen y sus objetivos.
El Colaboracionismo, típica especie de los populismos,
aparece forma de obtener algo a cambio en medio de la escasez y la miseria de
las guerras. Aquélla gente que no ha obrado por amor a la patria, sino empujados
por intereses, odio y prejuicios de
clase y de raza. Esa gente también ha sido cómplice de los atropellos a las
libertades y las masacres cometidas. Sin embargo, en la Alemania de fines de
los 50, esa gente había sido ignorada, continuaba libremente su vida, gozaban de
trabajos remunerados, y hasta eran miembros influyentes en la comunidad que los
contenía. El colaboracionismo nunca había sido juzgado.
Es en ese momento de cambio, cuando la sociedad da cuenta
que el esfuerzo realizado esta dejando de lado algo fundamental que hace a la
esencia de toda sociedad: la Justicia. Una justicia necesaria para igualar el
juzgamiento de responsabilidades. Pero acaso, sabían cómo hacerla? Implicaba
reabrir viejas heridas que parecían estar cicatrizando. A su vez, se instalaba
la duda que en medio de la reconstrucción volvían a filtrarse indeseables del
pasado.
Algo parecido a lo ocurrido en la Argentina de nuestra última
dictadura militar. Por primera vez en la historia, a mediados de los 80, el Dr.
Ricardo Alfonsín, presidente electo de la Nación, dio comienzo un juicio contra
las graves violaciones cometidas en materia de derechos humanos por las Juntas
Militares que nos gobernaron durante los años 70. Se dictaron sentencias, los
miembros de las juntas fueron encarcelados. Años más tarde, el Gobierno del Dr.
Menem dictó un Indulto que abarcó tanto a
miembros de las fuerzas armadas como a partidarios de las organizaciones
subversivas que habían actuado en el país. Posteriormente, el Presidente
Kirchner reabrió los juicios por la Memoria, la Verdad y la Justica contra aquéllos
y otros militares que habían cometido crímenes durante los 70. No obstante
ello, no se ha hecho justicia plena. Cientos
de subversivos que han realizado actos terroristas a diestra y siniestra a lo
largo y a lo ancho del país están libres de culpa y cargo sin haber terminado
de pagar sus deudas con la sociedad.
Pero más allá de estos juicios y militancias, cabe
preguntarse cuál ha sido el rol de la civilidad durante aquellas dictaduras.
Pudieron llevarse adelante aquellas atrocidades sin la necesaria participación
de civiles? Estas cuestiones son heridas aún abiertas. Podrá el tiempo curarlas?
Podrá nacer de estas ignorancias un país más justo y más próspero? Acaso somos
todos culpables? Había alguna posibilidad de neutralidad?
"Laberinto de Mentiras" transita estos temas. Sus
personajes son jóvenes idealistas, abogados, periodistas, fiscales y jueces que
han transitado necesariamente la época del nazismo y que, ahora, se topan sorpresivamente con la verdad y se
dan cuenta que quedan perdidos en medio de ese laberinto que forma el afán de
justicia con los intereses nacionales de un país que marcha hacia adelante y se
niega a volver, siquiera a mirar, atrás. No obstante aparece un orgullo por la
verdad que deja abierta una puerta. Ella conducirá a los crímenes cometidos en
Auswicht y a 2 jerarcas alemanes escapados hacia Argentina hacia fines de la
guerra: Rudolf Eichmann y Joseph Mengele. En 1963, Eichman será detenido,
clandestinamente, por el Mossad israelí
en Argentina, conducido y juzgado en Israel, y sentenciado a muerte. Mengele,
por el contrario, permanecerá prófugo toda su vida y morirá a fines de los 70 en Paraguay, en un accidente
automovilístico. Finalmente, la Corte Alemana juzgará no menos de 30 militares
que prestaron servicios en los campos de
concentración de Auswicht, cometiendo crímenes de lesa humanidad. Un pequeño
paso para la justicia de guerra pero un gran paso para la historia de la
humanidad. No obstante, otra vez la historia nos encontró del lado equivocado
de la historia, protegiendo como país a criminales de guerra.
Film entretenido, bien hecho, equilibrado habla bien de las
capacidades de su director Giulio Ricciarelli y de su co-guionista Elizabeth
Bartel, ambos poco conocidos pero con evidentes capacidades narrativas, han
sabido hincar profundo en el sentimiento alemán (el director es italiano)y
exponer con claridad las cuestiones que señalamos en la nota. Película para la
reflexión, nos expone y nos desnuda frente a una verdad que enloquece. Siguen
entre nosotros los corruptos y los genocidas? Quiénes son? Dónde están? Porqué
no los podemos encontrar? Poqué no los podemos juzgar?
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