martes, 25 de octubre de 2016

MA LOUTE (LA BAHIA) de Bruno Dumont



LOS DE ARRIBA Y LOS DE ABAJO

Farsa, comedia bufa sobre las diferencias de clase, enfrascada en cierta atmósfera de delirios místicos, es tal vez la película menos lograda del francés Bruno Dumont (La Vida de Jesús, 1997; La Humanidad, 1999; Flandres, 2006; Fuera de Satán, 2011; Camile Claudet 1915, 2013. Nunca su cine fue fácil. Transitando por temas extremos, siempre habia logrado un gran equilibrio entre la temática elegida y el modo expositivo, pero nunca había caído en un delirio de características tan surrealistas. Por el contrario, su cine se había desarrollado dentro de un contexto realista donde sus personajes eran fácilmente reconocibles y se desenvolvían en espacios que daban lugar a la critica social, a la denuncia y expresaban la necesidad de un cambio aunque siempre estuvieran caminando al filo de la cornisa.

"Ma Loute", en contraposición a lo comentado, recorre caminos extremos. Desde la antropofagia de la familia de clase baja, pasando por el devenir intrascendente de los miembros de la clase alta, y finalmente por los delirios místicos de la clase gobernante representada por la autoridad policial personificada en un detective de la policía y su ayudante, claro emulo de Hercule Poirot, con aires del Gordo y del Flaco. En consecuencia, a su nuevo film le cuesta levantar vuelo más allá de algunas imágenes verdaderamente poéticas lamentablemente ensuciadas por otras en las que predomina el mal gusto.

La pintura de Bruno Dumont es, en esta ocasión, de brocha gorda, y su film roza lo bizarro. La acción transcurre en el verano de 1910 en una bahía del Canal de la Mancha, en el norte de Francia, donde han desaparecido misteriosamente algunos turistas. Allí llegan los policías Machin y Malfoy a investigar los caso. En ese  lugar vive la familia de Ma Loute, unos pobres pescadores de almejas que además se dedican a pasar personas de una orilla a otra del río que desemboca en ese lugar. Y, ademas, como todos los veranos, llegaran los Van Peteghem, los ricos del pueblo que vienen a descansar a su villa de verano que esta construida sobre las tierras altas de la bahía, desplegando un sinfín de vanidades que parecen colocarlos en medio de la mismísima nada.

El film retrata este abúlico transcurrir del verano en un pueblo de la costa, poco conmovido por las misteriosas desapariciones aunque si muy atento a la correrías de Ma Loute, un adolescente de unos 18 años que está en pleno despertar sexual. A sus brazos caerá Raph, un adolescente bisexual hijo de Aude Van Peteghem (Juliette Binoche), una de las dueñas del lugar. Dumont se entusiasma con el amorío de Ma Loute y pareciera que se olvida de la propuesta inicial. En consecuencia, la película se desabarranca y un sinsentido total se apodera del film. Dumont gira hacia el misticismo y la farsa, completando un fresco social con bastante poca convicción y sobre todo, falta de lucidez.

En esa falta de lucidez pierde la idea de critica social. La clase alta siempre ida, aun cuando baja a la playa, casi volando por la costa, hablando insensateces. La dupla de policías pulula en un devenir permanente orientado a ninguna parte, solo parecen ir hacia donde sopla el viento más allá de la "pista" policíaca. La clase baja, obrera, solo preocupada por "el qué comer" de cada día, conforman un cuadro que más allá de la pintura social decadente y desangelada parece una burla desencajada a la lucha de clases, poco inspirada, basada en una buena idea mal desarrollada.

No hay duda que Bruno Dumont perdió una excelente oportunidad. Desperdició una buena idea, deslizándose por el tobogán equivocado, no obstante haber contado  con un equipo de primera, capaces de interpretar el grotesco pero perdidos en la telaraña creada por el director: Juliette Bonoche, Valeria Bruni Tedeschi, Fabrice Luchini y el debutante Brandon Lavielle como Ma Loute, de venturoso porvernir, encabezan un reparto sin fisuras. Por otra parte, es excelente la fotografía de Guillaume Deffontaines, resulta un poco estridente la banda de sonido que contribuye a subrayar el estilo delirante y desbocado de la narración. De la misma manera, distorsiona deliberadamente el sonido como si la quietud del paisaje fuera permanentemente rota por un elemento extraño que desequilibra el orden natural de las cosas. Abierta a múltiples lecturas, el film de Dumont se queda mas en las insinuaciones que en los logros.

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