domingo, 14 de junio de 2020

ETTORE SCOLA (1931 – 2016)

  GRANDES MAESTROS DE LOS ´60

- El cine tiene una tarea que también es un deber: contar la realidad para que el público la entienda mejor. ES

Nacido en Trevico, al sudeste de Roma, Italia, ha realizado una obra notable desde sus inicios, manteniendo siempre un gran equilibrio entre el efecto humorístico, típicamente italiano, su dramaturgia y la atención sociológica. Su obra soporta el paso del tiempo cimentado sobre dos ejes. Sus historias realistas, y las comedias. Signadas las primeras por la ternura y la crítica social al estilo neorrealista, y las segundas, con inocultables influencias del surrealismo felliniano.
Su filmografía está compuesta por 26 largometrajes de ficción, un largo documental (Vorrei Che Volo, 1982, codirigido por su montajista de toda la vida Raimondo Crociani), varios filmes militantes para el partido comunista y movimientos cívicos, y episodios en filmes colectivos. Scola fue también coautor de algunos de los mejores guiones del cine italiano de  la década del 60.
Cinéfilo de alma, sentía pasión por el cine de De Sica y de Fellini. Comenzó a dirigir comedias caracterizadas por la descripción psicológica de sus personajes y el compromiso político. Sus películas tienen un trasfondo de crítica social no exenta de cierto humor negro. Más tarde, a mediados de los ´80, también tocó de cerca el desencanto provocado por el nuevo modelo pos industrial desarrollado a partir de los ´60.
Su cine fue amplio y variado. Evitó y nunca quiso encasillarse en la famosa comedia a la italiana. No obstante, filmó comedias, incluso pasatistas tanto como películas comprometidas con el momento que vivía, tales como Feos, Sucios y Malos, donde describe la avaricia y la falta de solidaridad, o Mario, María y Mario en el que trata la crisis militante del Partido Comunista Italiano.
Le encantaban los contrastes. Admitía que cada uno tenía su forma de vivir la vida. En Macarroni, con Lemmon y Mastroianni, describe la amistad de dos hombres que se conocieron durante la segunda guerra. El americano conservaba una fotografía vieja y arrugada. El italiano, en cambio, un anecdotario de esa amistad. De La Familia, se recuerdan las largas discusiones en la mesa, y los largos silencios del pasillo vacío. De Un Día Particular son recordables tanto las medias rotas de ella como los silencios de él. El cine de Scola habla al oído, es el susurro amable de la confidencia.
El cine de Scola habla de la tragedia con la palabra de humor y la ternura. Retrata lo cotidiano mostrando lo extraordinario de la gente común. Scola escribió una vez “La duda de los artistas es la riqueza del mundo”. Sus películas hablan al oído, son confidencias. Eligen la sugerencia y aceptan la duda.
Scola ha contado con una perspicacia y sensibilidad extraordinaria, los acontecimientos, personajes y periodos de la historia contemporánea, mostrando la evolución de una Italia que salía del fascismo y quería olvidar la guerra. Historias que transmitía con un lenguaje accesible logrando retratar el ser italiano, incluyendo intelectuales de izquierdas, comerciantes, homosexuales, amas de casa, o militantes comunistas que sufrían por su propia identidad.
La lectura y la cultura fueron su fuente de inspiración. Para el director, primero estaban los libros: estos le dan la oportunidad de entender el mundo que lo rodeaba. Después venía el cine. Un cine militante, que hablaba con y sobre la calle. Amó Italia, y fue su más fiel retratista, pero su país natal no le correspondió en las últimas décadas. “Para hacer una película debes amar el lugar donde transcurre, y yo, ya no siento amor por Italia. No la odio, pero me llena de tristeza”.
Siempre tuvo mucho respeto por sus mayores: en el documental Qué extraño llamarse Federico (2013), su último film, Scola repasa la figura de Federico Fellini, a  quien consideraba su hermano mayor. Trabajaron juntos a finales de los años cuarenta en la publicación satírica Marc’Aurelio, y las ilustraciones de Scola, parecían en las antípodas de aquel barroquismo que impulsaba a Fellini. Sin embargo allí había dos almas gemelas, ambas amantes de Italia, unidas en su repulsa a cualquier acción que significara actividad física, como el fútbol o nadar. Ambos siempre fueron dos intelectuales amigos.
Como guionista trabajó para los más grandes directores del neorrealismo. Como director, dirigió a los más grandes actores del cine italiano e incluso del cine francés. Fue el gran retratista del cine italiano.
Con él se nos va un cine militante que hablaba con y sobre el hombre de la calle. Por otro lado, al cine italiano se le han acabado los clásicos. Y a la gente común que ama al cine, un exponente brillante de una generación de cineastas que colocaron al cine italiano en la sima durante la segunda mitad del siglo XX.

OBRAS DEL REALIZADOR (VER SECCIÓN COMENTARIOS)

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