La venganza es la satisfacción
del agravio o daño recibidos.
Esta obra inaugural de la filmografía de Naishuller, un
cineasta proveniente del cortometraje, representa una bocanada de aire fresco
en el cine americano. El film, no exento de convencionalidades, se destaca por
su iracundia, su irreverencia hacia los modelos establecidos que abreva en el
propio cine de los ´70 y ´80 (Harry, el Sucio de Don Siegel con Clint Eastwood,
1971; El Vengador Anónimo de Michael Winner con Charles Bronson, 1974; y Duro de Matar de John Mc Tiernan, con Bruce
Willis, 1988).
A diferencia de estos modelos que modificaron el policial
tradicional donde la diferenciación entre buenos y malos no solo era la
caracterización moral sino la violencia utilizada en nombre del bien, esta
incursión de Naishuller en el policial
convencional rompe con la tradicionalidad del modelo igualando moralmente a
quienes están dentro y fuera de la ley.
Hutch Mansell (Bob Odenkirk) tiene algo de cada uno de
aquellos personajes inolvidables, pero se diferencia de ellos por su desapego
total a la ley. No solo es un auténtico justiciero sino que lejos del
departamento de policía, Hutch trabaja para los servicios secretos, ha sido
participe de la guerra fría, está acostumbrado a vivir fuera de casa y cuando
es atacado le importa poco la justicia de los tribunales. Para él, la mejor
justicia es la que hace con sus propias manos.
Naishuller está frente a su obra inaugural en el largometraje,
y está dispuesto, sobre todo, a entretener y dar una clase magistral de un cine
moderno que toma solo el esqueleto de los convencionalismos narrativos para poder
realizar un cine físico de manera tal que el espectador pueda no solo entender
la trama (algo elemental) sino sobre todo, sentir lo que representa la fisicidad
de la injusticia y su reverso mediante justicia por mano propia.
De esta manera el film se vuelve una vorágine de
violencia tal que solo el sentido de un humor irreverente siempre presente
permite digerir el aquelarre desatado bajo el lema de Hutch que parece repetirnos
aquella verdad absoluta que dice “si no mato, me matan”. El simple intento de
un robo hogareño en su casa, lo lleva a buscar a sus responsables encontrando a
una pareja de “ladrones muertos de hambre”, a los cuales apadrina una capo de
la mafia rusa que ha sido su adversario en operaciones secretas en Rusia tras la
caída del muro de Berlín. Hutch ha encontrado un rival de su tamaño. La película
gana en intensidad.
Nobody, tal su título en inglés, alude a un estado de
indefensión total por parte del ciudadano común. Una inexistencia tanto de fuerza
policial como ineficiencia del sistema judicial. Sin policía ni justicia no
queda otra que el obrar por cuenta propia. Y ese estado de cosas conduce a un
nivel de violencia extrema que supera todo orden social, lo cual coloca al
ciudadano en un estado de soledad absoluta que niega hasta la posibilidad de la
convivencia familiar por la misma inseguridad reinante.
El título del film también alude a que nadie es capaz de defender
tu vida, que tu vida en sociedad desaparece, que tu soledad es total, y si no defiendes
lo tuyo simplemente lo perderás porque otro te lo robará, en una óptica que lo
abarca todo, desde lo material a lo espiritual. No hay policía, no hay
justicia, no hay estado que pueda defenderte. Ese robo comenzará por la pérdida
de algún bien, tu reclamo se perderá en la inoperancia policial y judicial y
terminará con la vida de alguno de tus seres queridos o semejantes.
Bob Odenkirk, un actor poco conocido, realiza una
actuación consagratoria en el papel de Hutch, sustentando con esfuerzo físico y
presencia actoral en pantalla el noventa
por ciento del film.
Asimismo, destaca la capacidad narrativa de Ilya
Naishuller, director del film, quien en la sala de montaje, transforma en película
a un enorme rompecabezas cuyo relato está basado en pequeños cortes, manteniendo
siempre la coherencia del relato, sosteniendo en todo momento una enorme
expresividad y velocidad narrativa, transformándolo en un interesante exponente
de un cine moderno que no solo provee entretenimiento sino también, denuncia social.
Nobody (Nadie) es una película que no permite la
distracción, resalta la violencia y la injusticia de una sociedad, dejando al
desnudo la situación de desamparo del individuo, la inoperancia policial, la incapacidad
de la ley y sus consecuencias: la justicia por mano propia, fuera de toda ley y
contención.
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