PECADORES CIRCUNSTANCIALES
El estreno casi sorpresivo de la nueva película de Woody
Allen, su obra número 48, llenó de alegría
al pueblo cinéfilo dado el magro aporte cinematográfico que ha originado la
pandemia. Es evidente que el miedo que genera la misma no solo ataca a los
seres humanos sino también otros lugares más insólitos como el de la taquilla cinematográfica,
donde se registra una cantidad insignificante de estrenos, y una escasa toma de
riesgo artístico y de producción cinematográfica en la mayoría de los países
del mundo.
Allen no podía dejar de ser Allen y hace gala de
presencia con un muy pequeño pero personal film que llena de humanidad a
nuestra cartelera. Su nuevo film no solo nos lleva a un festival de cine sino
también a San Sebastián, al país vasco, en España donde se desarrolla habitualmente
ese evento.
Allí transcurre la acción y allí llega Rifkin, un escritor
en decadencia casado con una productora de cine, una mujer más joven a la que
no entiende mucho, ya que le lleva unos
cuantos años de edad, lo cual agranda la brecha del mutuo desentendimiento.
Pero Mort Rifkin, magníficamente interpretado por Wallace
Shawn, sospechosamente un alter ego del propio Allen (aunque no coincidan en
tamaño), aburrido como una ostra en un festival donde prácticamente no pasa
nada a raíz de la pandemia, y sabiendo que su mujer Sue (Gena Gerson) está flirteando
con un director de cine de moda más
joven que ella, comienza a enamorase de una médica que también tiene problemas
maritales.
La pareja de Wallace y Sue se ha desmoronado. Ambos se
sienten atraídos por una persona más joven que ellos. No hay duda que aquí
Allen está hablando de sus propios fantasmas maritales que, además, tantos
disgustos y problemas judiciales le han acarreado. Pero Allen habla de esto con
recato. No intenta poner una barrera ni tampoco busca su auto justificación ni
mucho menos. Por el contrario, deja a sus personajes librados al azar, que
sigan su propio derrotero porque, simplemente, el Festival está terminando y
cada uno debe volver a su casa.
No obstante, algo pasa. Se siente en el aire. La ronda
del amor no dejar de rodar en San Sebastián. El personaje de Mort adquiere finalmente
una gran relevancia toda vez que asume claramente una responsabilidad cuando va
en busca de la médica sabiendo que su matrimonio se acaba.
El film resulta una clásica obra de Allen. Un mundo donde
las relaciones amorosas son necesariamente inestables y pasajeras, donde ya no
importa ni la edad ni el sexo de las parejas, donde la fascinación por el otro
comienza por su popularidad, o su representatividad, o su sex appeal, o su
patrimonio. No hay lugar para los ignotos. Solo se trata de gozar, de pasarla
bien. No hay condena en ello.
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