lunes, 14 de noviembre de 2022

EL BARDO de Alejandro González Iñarritu

 MOMENTO DE BALANCE

"Bardo" es un paseo onírico y barroco por un México a menudo caótico, a veces fantasmal.

El nuevo film del director mexicano radicado desde hace unos años en los Estados Unidos es una obra autorreferencial que tal vez marque un antes y un después en su obra cinematográfica. No obstante, no estamos frente a su mejor obra, claramente no está a la altura de trabajos tales como Amores Perros (2000) o Birdman (2014), pero El Bardo es en todo momento es una película muy interesante. Bardo, puede definirse como un término budista que alude al limbo que experimenta una persona al morir, un momento de transición antes de reencarnarse. “Es también, vivir en un territorio con 5 millones de mexicanos, con una identidad rota, fracturada”, expresa el guionista y director.

Se trata de un film muy personal que se sostiene por la fluidez narrativa que posee González Iñarritu, capaz de mantener la atención cinematográfica cuya duración alcanza las tres horas de proyección, sin aburrir y manteniendo siempre un ritmo parejo del  relato, aun cuando la película transita ciertos convencionalismos, y sobre todo, se impone como un film intimista.

Uno de los méritos principales del guionista y director es filmar dándole vida a un personaje diferente, un periodista de ficción cuyo nombre es Silverio Gacho, magníficamente interpretado por el actor mexicano Daniel Giménez Cacho, quien juega el papel del alter ego del director. Él nos transmite la angustia de ese momento en el cual un hombre decide realizar un balance de su propia vida.

En ese sentido de búsqueda de la transcendencia es donde destaca el film, llevando adelante el momento de pasar revista a una existencia donde un hombre adulto y con experiencia decide poner un freno porque seguramente ha llegado el momento de su verdad.

González Iñarritu se toma tres horas para describir este momento en la vida de su personaje. Y sin lugar a dudas, destaca como uno de sus logros, mantener la atención permanente del espectador en una película que cuyo formato es el de una obra de cámara, es decir, de encierro e intimidad. 

El film narra el retorno a su país de un periodista mexicano y su familia, después de haber vivido años de exilio en los Estados Unidos. En esa transición de lo que debía ser un viaje breve para recibir un premio, su vida se convierte en una crisis existencial.

Parte de los méritos del film es la actuación de Daniel Giménez Cacho, quien compone el personaje principal. El actor lo pone todo y da carnadura siempre creíble a su personaje. Su actuación es monumental. Está presente durante toda la película y transmite el estado de crisis interior que está viviendo su personaje.

El otro gran artífice es el propio director en su rol de fotógrafo del film. El manejo de la cámara en sus manos se vuelve literalmente una estilográfica. Por otro lado, no solo dirige al gran actor sino que logra captar sus más pequeños momentos como así también tics, movimientos de manos, expresiones corporales, y sobre todo, el de sus ojos. Los ojos claros del actor remarcan cada escena, la significancia de cada momento.

Si bien la obra del director siempre pasó por su mirada social, esta vez nos remite a un yo interior, a un film muy personal, que se concentra en un hombre que ya ha transitado la parte más activa de su vida y ahora siente la necesidad de hacer un balance cuyo resultado lo deja en deuda consigo mismo.

Obra muy personal del autor, muy bien apoyada por la actuación de su actor principal, no es tal vez su obra más transcendental pero si es una obra de carácter intimista que deja pensando más allá de su metraje, y que destaca en la cartelera de cine porteña.

 

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