miércoles, 20 de marzo de 2024

EL ULTIMO VEERMER de Dan Friedkin


EL ARTE, EL CINE Y LA VERDAD

Terminada la 2da Guerra Mundial, un soldado llamado Joseph Piller investiga a un reconocido artista holandés, acusado de conspirar a favor de los nazis. A pesar de las evidencias, Piller se va convenciendo de la inocencia del pintor, intentando salvarle su vida.

El veermer del título original de la película alude a un pájaro australiano que imita los llamados de otras especies, lo cual remite a una historia sobre la falsificación del arte, en concreto, un cuadro del mencionado pintor.

El hecho sucederá después de terminada la Segunda Guerra Mundial, durante etapa de masificación de la población, lo cual suele llevar a una mayor  corrupción, con la consecuente pérdida de los valores sociales. Dentro de ese marco decadente y cada vez más corrupto, un marchante de arte holandés es acusado de vender al mariscal nazi Hermann Göring un cuadro de incalculable valor histórico después de ser arrestado y juzgado por colaboración con el enemigo.

La cuestión es que Van Meegeren, pintor y retratista neerlandes,  considerado como uno de los más ingeniosos falsificadores de arte del siglo xx, montando una defensa poco convencional, ha afirmado que “La Cena de Emaus”, obra de arte en cuestión, no era en realidad una obra maestra de Johannes Vermeer sino una falsificación, pintada nada menos que por él mismo.

Guy Pearce interpreta al artista estafador que sobrevivió a la guerra vendiendo imitaciones a los nazis en un film de características clásicas que recrea la época de la posguerra, cuyo tema invoca al arte pero sobre todo a la artimaña del engaño. El film luce con corrección y atrapa no solo por sistemática sino también por la destreza narrativa que si bien no innova, tiene la virtud de relatar con fluidez una historia presumiblemente real que no solo logra interesar sino también entretener al espectador.

La última parte del film se concentra en el juicio legal. La  historia que, alguna vez fue notoria y ahora casi olvidada, fácilmente captura y mantiene nuestro interés. Por otra parte, la dirección sencilla de Friedkin expone siempre con claridad.

El guion supone que Van Meegeren estafó a Göring por dinero. La historia  afirmó haber cambiado el Vermeer falso por más de 100 pinturas holandesas que Göring había confiscado. Guion y verdad histórica no concuerdan. El cine siempre es cine.

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