sábado, 9 de marzo de 2024

TODOS SOMOS EXTRAÑOS de Andrew Haigh

 PURO SENTIMIENTO

Interpretada por dos excelentes actores ingleses, Andrew Scott y Paul Mescal en los roles principales de  Adam y Harry, respectivamente, se destaca el estreno de esta semana cuyo tema central son los sentimientos, particularmente los de padres e hijos, haciendo foco en los de culpa y de expiación.

Ambos personajes son vecinos de un mismo edificio de departamentos cercano al centro de Londres. Son jóvenes, han pasado los 25 años y se conocen en un viaje en ascensor. Con el correr del tiempo, los mencionados vecinos se enamoran uno del otro, pero en el caso de Andrew, su homosexualidad se manifiesta de manera más abierta con esos sentimientos.

En los dos personajes hay una apertura, más pronunciada en Adam que en su amante. Es un sentimiento de falta que lo preocupa y  lo lleva a  recordar el pasado, sobre todo al de  sus respectivos padres, en particular su madre, y a la ciudad suburbana donde ellos vivían y donde él vivió su infancia, lo cual recuerda tal como estaban el día de su muerte, 30 años antes.

Adam es también un adolescente tardío que todavía extraña a sus padres, a quienes evoca continuamente en las decisiones que toma. Es un hombre en soledad que nunca ha abandonado la adolescencia y vive extrañándolos. Ahora está tomando una decisión y en consecuencia, los necesita. Necesita ese apoyo. Le falta confianza en si mismo.

Se trata de un film sobre los sentimientos, cerrado, asfixiante, donde el protagonista nunca termina de cortar el cordón umbilical, especialmente con su madre, más que con su padre. Su personaje transmite angustia y soledad. Parece siempre un joven que debe pedir permiso a sus padres para hacer lo que debe hacer. Evoca la reflexión, incluso la disciplina, y también el amor por sus padres, la casa de su niñez, lo que representa una especie de espacio de duelo inacabado, de lo cual rescata los besos, como una forma ancestral de demostrar el cariño que en la vertiginosidad que vivimos parece ser olvidada.

Sin duda, es una de las mejores películas vistas este año. Transmite con elementos muy cinematográficos, llámese actuación, acompañamiento musical y sobre todo, la fotografía magistral  de Jamie D. Ransay que muestra una Londres típica siempre grisácea y húmeda,  que da justo con la ambientación que requiere una historia sobre alguien que necesita conectarse con el pasado como para pedir permiso sobre lo que está haciendo en el presente.

En síntesis, es una película que evoca el amor por la familia, y profundiza sobre los traumas que se arrastran desde la adolescencia, la necesidad de perdonar, y las secuelas que perduran y molestan más tarde, incluso en la adultez. Los rubros técnicos, particularmente la fotografía de Jamie D. Ramsay y la edición de Jonathan Alberts son también excelentes y coadyuvan a constituir esta obra en una de las mejores películas vistas este año.

 

PD. La obra podría rápidamente transformarse en obra teatral.


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