LA ILUSION DE UN MUNDO MEJOR
La mudanza de Hollywood a Nueva York ha comenzado a rendir sus frutos. Sabemos que los grandes estudios de Hollywood se han desmantelado, y algunos de ellos han emigrado hacia la meca de la televisión, es decir, Nueva York. Todo es posible en el mundo del cine y la televisión.
Consecuencia de ello, la televisión neoyorkina ha
comenzado a producir cine en gran escala. Es decir, no solamente produce
televisión donde sin lugar a dudas ha atenido relevancia absoluta, sino también
películas de largo metraje con un propósito más cinematográfico que televisivo.
Posiblemente El Brutalista se transforme en la nave
insignia de ese cambio. Es una obra de casi cuatro horas de duración divididas
en dos partes con un intermedio que abreva en un neo realismo moderno ya no con
el espíritu de generar un cine propiamente realista sino el de poder filosofar
con el propósito de analizar el pasado y concluir sus consecuencias.
El film no deja de preguntar ni de cuestionar. Es
básicamente, un examen del pasado. ¿Realmente ha tenido lugar el fin de la
guerra? ¿Acaso han logrado vivir mejor los emigrantes en Estados Unidos? ¿América
ha respondido con generosidad a los sueños de esa gente?
El film deja un gusto acido. Ni muy dulce ni tan amargo,
deja una tan solo una respuesta concreta. Obviamente, el americano típico es un
descendiente. Hijo de un europeo autentico,
la emigración hacia el nuevo continente ha permitido una inclusión vasta
y generosa. No se puede decir que los Estados Unidos no han sido un país
generoso con la emigración. Es más, se puede afirmar que es un país de
emigrantes. Pero lo que importa en el
film es el dejo que arrastra el emigrante, la añoranza de lo dejado atrás, que
si bien permite la asimilación, se acostumbra y se incorpora socialmente, aunque
no deja de añorar un poco de aquel pasado que ha abandonado.
Esa decisión, seguramente, ha sido estudiada, pensado, meditado
y ha tomado una decisión que es la de emigrar. Buena parte de nuestras familias
son descendientes de emigrantes. La película deja pensando que ese inmigrante que
nunca dejará de serlo. Arrastrará como una cruz invisible que lo vincula con un
pasado que en un momento lo dejó en crisis, y que lo mantiene endeudado con ese
abandono. El cine se vuelve sentimiento.
La película es cine en un estado puro. Está cargado de
silencios que invitan a encontrarse consigo mismo. Las imágenes mandan y suenan
como una caja de resonancia que siempre
remite a un pasado. Y ese pasado se ha
transformado en una especie de silencio que remite a una culpa, a un abandono,
a una necesidad de explicación, a entender el presente.
Por otro lado, parece preguntar qué ha pasado con
el sueño americano, con esa infinita grandeza y prosperidad que transformó
Estados Unidos como la Meca americana en
medio de aquella en aquellos tiempos de posguerra y desazón?
Sin
lugar a dudas en una de las películas más significativas e interesante que ha
realizado el cine americano. Está a la altura de obras tales como Citizen Kane de Orson Wells (1941), El
Padrino de Francis Ford Coppola (1972) o La Lista de Schindler de Steven Spielberg (1993). Todas aquellas obras que supieron marcar
un antes y un después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario