miércoles, 26 de febrero de 2014

NEBRASKA de Alexander Payne

"UN GRAN ARCO IRIS DE COLORES GRISES PARTIDO POR UN RAYO DE LUZ"


Un hombre viejo camina solo por la banquina de una autopista, lo detiene una patrulla que lo traslada a una comisaría, donde lo pondrán en contacto con su hijo menor. El hombre dice estar en camino hacia Nebraska, donde debe cobrar un premio de un millón de dólares de un aviso publicado en una revista. Todo suena a cuento chino. Pero la inocencia del viejo está fuera de cuestión. Es solo un viejo con Alzheimer.

Nebraska, la película, es una típica road movie americana que encuentra en "Las Uvas de la Ira" (1940), aquella memorable película de John Ford sobre la obra de John Steimbeck, su antecedente más lejano, aunque a fines de los ´60, el cine americano recuperó el subgénero y nos dejó obras imperecederas como "Busco Mi Destino" (Easy Ryder, 1969), "Paris, Texas" (1984) o "Thelma y Louise" (1991) que aquí muestran también su influencia. En las "road movies" los personajes van en busca de sí mismos. Al igual que Ford, Hoopper, Winder y Scott, Payne narrará este viaje hacia la nada como un viaje de descubrimiento interior. Pero ese descubrimiento no estará a cargo del propio protagonista, sino que será el que hará el hijo respecto de su padre.

 "Nebraska", es eso: El descubrimiento del padre desde la perspectiva del hijo. Ese momento en el que nos volvemos adultos. Tal vez, nuestro más grande  descubrimiento. Aquel que nos hace ver al padre ya no como el ser que nos dio la vida o aquella persona que vemos con la autoridad del jefe de familia, o nuestro modelo a imitar, sino tan solo como un hombre, una persona real, de carne y hueso, alguien con virtudes y defectos, un ser humano que se está volviendo grande, o que ya es anciano (como este caso) y que aún conserva aspiraciones, o tiene un sueño. Nebraska, la película, es el viaje de Will hacia el descubrimiento de su padre Woody.

Pero "Nebraska" no es solo eso. Un dialogo de "Agosto" lleva a decir a Meryl Streep que el deseo de los padres es poder ver cómo los hijos superan a sus padres. No sucede eso en "Agosto", y tal vez tampoco en "Nebraska". Will es un simple empleado de comercio, un vendedor de electrodomésticos, con una vida de pareja inestable. Will es uno más en el paisaje de la mediocridad americana. Pero Will tendrá y aprovechará la oportunidad de llegar un poco más lejos. Porque Will decidirá llevar su padre a Lincoln, Nebraska, y hará realidad el sueño de su padre.

Visión crítica la de Payne, esta vez sobre un guión ajeno de Bob Nelson, irá descubriendo la vaciedad interior de los personajes que habitan el camino que va más allá de las praderas solitarias de Montana a Nebraska. En el viaje de los Grant irá apareciendo, además, la parálisis profunda de los Estados Unidos post ataque a las torres gemelas y sobretodo, post "crisis de las subprimes". No solamente se verán campos vacios sino también desempleo y vagancia. Una pérdida de valores, como la del trabajo, que sin lugar a dudas ayuda a explicar la vaciedad de espíritu de los personajes. Se verá también soledad y olvido. Pero esos sentimiento de vaciedad no son otra cosa que el perfil del materialismo extremo de la propia sociedad americana, ahora lejos de alcanzar su propio sueño.

No hay lugar a dudas que Alexander Payne es un gran director. Sus obras anteriores ya lo confirmaban: Tanto "Entre Copas" como el "Sr. Schmidt" o "Los Descendientes" por citar solo sus películas más recientes y conocidas, daban prueba de su calidad autoral. Pero en "Nebraska" redobla la apuesta y realiza su película más arriesgada. Reunido de un grupo actoral extraordinario pero mayormente desconocido (salvo Bruce Dern no conozco el resto de los actores), logra con fotografía en blanco y negro de Phedom Papamichael, tal vez la que sea su obra más importante y personal. Con estos dos elementos, fotografía y elenco, una vez más examina al hombre frente a una situación de cambio extremo. En "Entre Copas" era la perdida laboral, en "El Sr. Schmidt" la jubilación, en "Los Descendientes", la muerte de la pareja. Aquí la proximidad de la vejez y el Alzheimer, le permite desnudar la interioridad de sus personajes, y mostrar en ellos, la fragilidad del americano medio.

El materialismo aparecerá una y otra vez. Cada personaje con que se topan en el camino creerá que el millón de  dólares que Woody dice haber ganado es una realidad, y cada uno mostrará deseos de sacar provecho de ello. Cada uno inventará alguna vieja cuenta pendiente con Woody y ven este momento como el de pasar facturas. Pero el viejo Woody no le debe nada a nadie, e íntimamente sabe que los suyo es tan solo un sueño de lotería que tiene como única ambición real la de poder tener una nueva pick up y recuperar un viejo compresor para su taller mecánico. Materialmente lejos del millón, Woody tan solo pretende "reponer". Es como si su pretensión vital fuera tan solo volver a alcanzar la juventud perdida. El premio que le espera en Nebraska será una simple gorra publicitaria, pero su hijo Will se las arreglará para hacer realidad el pequeño sueño de su padre, el que para la envidia y asombro de medio pueblo paseará lentamente por sus calles. Virtudes y defectos, verdades y mentiras, bajezas y mediocridades saldrán a la luz del día en ese pequeño paseo.


Nebraska es una película de tonos medios. Sus personajes expresan pesares pero jamás llegan al estallido. Lejos del "Too much…", a esta película la caracteriza el "Just a little…". Nunca la pantalla fundirá en negro, ni el blanco brillante nos enceguecerá la visión. Su blanco y negro no llegará al contraste total porque lo que predominará  a lo largo de todo el film es una sinfonía de grises. Si, "Nebraska" es como un gran arco iris de colores grises partido por un rayo de luz.

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