"UN GRAN ARCO IRIS DE COLORES GRISES PARTIDO POR UN RAYO DE LUZ"
Un hombre viejo camina solo por la banquina de una
autopista, lo detiene una patrulla que lo traslada a una comisaría, donde lo
pondrán en contacto con su hijo menor. El hombre dice estar en camino hacia
Nebraska, donde debe cobrar un premio de un millón de dólares de un aviso
publicado en una revista. Todo suena a cuento chino. Pero la inocencia del
viejo está fuera de cuestión. Es solo un viejo con Alzheimer.
Nebraska, la película, es una típica road movie
americana que encuentra en "Las Uvas de la Ira" (1940), aquella
memorable película de John Ford sobre la obra de John Steimbeck, su antecedente
más lejano, aunque a fines de los ´60, el cine americano recuperó el subgénero
y nos dejó obras imperecederas como "Busco Mi Destino" (Easy Ryder,
1969), "Paris, Texas" (1984) o "Thelma y Louise" (1991) que
aquí muestran también su influencia. En las "road movies" los
personajes van en busca de sí mismos. Al igual que Ford, Hoopper, Winder y
Scott, Payne narrará este viaje hacia la nada como un viaje de descubrimiento
interior. Pero ese descubrimiento no estará a cargo del propio protagonista,
sino que será el que hará el hijo respecto de su padre.
"Nebraska", es eso: El
descubrimiento del padre desde la perspectiva del hijo. Ese momento en el que
nos volvemos adultos. Tal vez, nuestro más grande descubrimiento. Aquel que nos hace ver al
padre ya no como el ser que nos dio la vida o aquella persona que vemos con la
autoridad del jefe de familia, o nuestro modelo a imitar, sino tan solo como un
hombre, una persona real, de carne y hueso, alguien con virtudes y defectos, un
ser humano que se está volviendo grande, o que ya es anciano (como este caso) y
que aún conserva aspiraciones, o tiene un sueño. Nebraska, la película, es el
viaje de Will hacia el descubrimiento de su padre Woody.
Pero "Nebraska" no es solo eso. Un dialogo
de "Agosto" lleva a decir a Meryl Streep que el deseo de los padres
es poder ver cómo los hijos superan a sus padres. No sucede eso en
"Agosto", y tal vez tampoco en "Nebraska". Will es un
simple empleado de comercio, un vendedor de electrodomésticos, con una vida de
pareja inestable. Will es uno más en el paisaje de la mediocridad americana.
Pero Will tendrá y aprovechará la oportunidad de llegar un poco más lejos.
Porque Will decidirá llevar su padre a Lincoln, Nebraska, y hará realidad el
sueño de su padre.
Visión crítica la de Payne, esta vez sobre un guión
ajeno de Bob Nelson, irá descubriendo la vaciedad interior de los personajes
que habitan el camino que va más allá de las praderas solitarias de Montana a
Nebraska. En el viaje de los Grant irá apareciendo, además, la parálisis
profunda de los Estados Unidos post ataque a las torres gemelas y sobretodo,
post "crisis de las subprimes". No solamente se verán campos vacios
sino también desempleo y vagancia. Una pérdida de valores, como la del trabajo,
que sin lugar a dudas ayuda a explicar la vaciedad de espíritu de los
personajes. Se verá también soledad y olvido. Pero esos sentimiento de vaciedad
no son otra cosa que el perfil del materialismo extremo de la propia sociedad
americana, ahora lejos de alcanzar su propio sueño.
No hay lugar a dudas que Alexander Payne es un gran
director. Sus obras anteriores ya lo confirmaban: Tanto "Entre Copas"
como el "Sr. Schmidt" o "Los Descendientes" por citar solo
sus películas más recientes y conocidas, daban prueba de su calidad autoral.
Pero en "Nebraska" redobla la apuesta y realiza su película más
arriesgada. Reunido de un grupo actoral extraordinario pero mayormente
desconocido (salvo Bruce Dern no conozco el resto de los actores), logra con
fotografía en blanco y negro de Phedom Papamichael, tal vez la que sea su obra
más importante y personal. Con estos dos elementos, fotografía y elenco, una
vez más examina al hombre frente a una situación de cambio extremo. En "Entre
Copas" era la perdida laboral, en "El Sr. Schmidt" la
jubilación, en "Los Descendientes", la muerte de la pareja. Aquí la
proximidad de la vejez y el Alzheimer, le permite desnudar la interioridad de
sus personajes, y mostrar en ellos, la fragilidad del americano medio.
El materialismo aparecerá una y otra vez. Cada
personaje con que se topan en el camino creerá que el millón de dólares
que Woody dice haber ganado es una realidad, y cada uno mostrará deseos de
sacar provecho de ello. Cada uno inventará alguna vieja cuenta pendiente con
Woody y ven este momento como el de pasar facturas. Pero el viejo Woody no le
debe nada a nadie, e íntimamente sabe que los suyo es tan solo un sueño de
lotería que tiene como única ambición real la de poder tener una nueva pick up
y recuperar un viejo compresor para su taller mecánico. Materialmente lejos del
millón, Woody tan solo pretende "reponer". Es como si su pretensión
vital fuera tan solo volver a alcanzar la juventud perdida. El premio que le
espera en Nebraska será una simple gorra publicitaria, pero su hijo Will se las
arreglará para hacer realidad el pequeño sueño de su padre, el que para la
envidia y asombro de medio pueblo paseará lentamente por sus calles. Virtudes y
defectos, verdades y mentiras, bajezas y mediocridades saldrán a la luz del día
en ese pequeño paseo.
Nebraska es una película de tonos medios. Sus personajes
expresan pesares pero jamás llegan al estallido. Lejos del "Too much…",
a esta película la caracteriza el "Just a little…". Nunca la pantalla
fundirá en negro, ni el blanco brillante nos enceguecerá la visión. Su blanco y
negro no llegará al contraste total porque lo que predominará a lo largo
de todo el film es una sinfonía de grises. Si, "Nebraska" es como un
gran arco iris de colores grises partido por un rayo de luz.
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