EL ABSURDO
DE LA GUERRA
Christopher
Nolan, un inglés nacido en Londres hace 47 años, ha conquistado la meca del
cine americano haciendo películas de gran presupuesto en las que no deja de
exponer las ideas que le interesan y lo colocan en el pedestal de los más
importantes y reconocidos guionistas y directores de la actualidad.
Memento, realizada en el
año 2000 y basada en el guión de su hermano Jonathan, fue el film que lo expuso
a la consideración general. Una obra que con la estructura de un policial,
narraba la persecución de un asesino por parte del marido de la víctima, quien
sufría pérdidas en su memoria. Pero su consolidación autoral arranca
con un tanque de la franquicia de Batman. El Caballero de la Noche (2008), su
segunda entrega, resultó una película fuera de serie y marcó un rumbo en
el nuevo cine de superhéroes, a la vez de transformarse en una aguda reflexión
sobre la violencia terrorista y la necesidad de combatirla con las mismas
armas. Dos años más tarde, realizó El Origen, otro film de factura
compleja e impecable realización, logrando un nuevo éxito con Leonardo de
Caprio en el papel estelar.
Ahora nos
llega Dunkerque, en la cual Nolan viaja hacia el pasado y recrea un episodio
real ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial. Corre el año 1940. Alemania
invade Francia y obliga militarmente al retiro de suelo europeo a las maltrechas
tropas inglesas que combatían aliadas con el ejército francés.
Nolan narra el
retiro inglés desde cinco puntos de vista que son encarnados por un soldado de
infantería, dos aviadores, un civil francés que ayuda a la evacuación con su
velero y un comandante inglés al que le han hundido su barco. El guión preciso
de las cinco circunstancias permite a Nolan dar una visión de la crueldad de la
guerra a la vez que una lección de cine moderno.
Contada con
cámara en mano en gran parte de su metraje y con la invalorable ayuda del
fotógrafo suizo Hoyte Van Hoytema (trabajó con Nolan en Interestelar en 2014),
y que aquí, además, hace gala con las
nueva tecnología de las cámaras IMAX, el director utiliza la playa extendida
por la baja marea de Dunkerque como un escenario fantasmagórico cargado de
muerte amenazado por tres pequeños aviones cazas alemanes. Tanto las escenas
terrestres como las tomas aéreas son realmente antológicas.
La película es
fundamentalmente, un hecho visual. Casi carente de diálogos, Dunkerque se
transforma en una expresión brillante del minimalismo cinematográfico. Narrada
con un rigor casi documental, apunta a la evacuación de un grupo de 400
soldados dispersos en una playa como un hecho esencialmente humanitario fuera
de todas las convenciones bélicas.
En ese acto que
no implica rendición, en consecuencia, hay un estado de continuación de la
guerra. Por lo tanto, existe un enemigo, que invisible, está al acecho de las
maltrechas tropas inglesas que están en una situación de aislamiento e
inferioridad.
No obstante,
serán dos elementos externos los que condicionarán el estado de la evacuación.
El dominio del aire, por un lado, y la
marea en la playa, serán quienes impondrán condiciones a la evacuación. Y ambos
elementos estarán en contra de la suerte de nuestros héroes dando un tono épico
a la operación de evacuación. Tres aviones alemanes contra dos ingleses, y la
baja marea condicionaran el equilibrio de las fuerzas. La pericia de los
pilotos y la velocidad de la marea se transformarán en dos elementos dramáticos
más.
Los soldados
que están en la playa de Dunkerque se sienten amenazados, tienen miedo y pasan
hambre. Las condiciones les son adversas. Están en retirada respecto de las
fuerzas alemanas y en desventaja numérica. Saben que su salvataje depende más
de la suerte que de sus propias acciones. Están en las manos del destino. Casi
desarmados, hambrientos, muchos de ellos heridos, su lucha como soldados se va
convirtiendo en una espera tensa que solo puede ser mantenida por la esperanza
de un milagro. La voluntad de luchar solo parece estar motivada en ese
aferramiento que tenemos por la vida ante el miedo a la muerte. El drama de la
guerra aparece así reflejado en toda su crueldad concentrado en una simple
playa, un paraje bucólico que se transforma en una trampa mortal.
Nolan queda ahora
lejos de la posición justiciera de El Caballero de la Noche. Dunkerque respira
humanismo por cada poro de su metraje y se constituye en un film ferozmente
antibelicista al que puede considerarse,
no solo temática sino también estéticamente, un homenaje al gran maestro Stanley
Kubrick y una heredera de aquellas dos
obras majestuosas que fueron Senderos de Gloria (1957) y Full Metal
Jacket (1987).
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