
El Seductor (The Beguiled) , la nueva película de Sofia Coppola que le dio
la satisfacción de ganar la Palma a la Mejor Dirección durante la última
edición del Festival de Cannes en mayo pasado, es una buena película en la que
la directora luce todas sus destrezas acompañada por el director de fotografía Philippe
Le Sourd, un francés capaz de crear climas increíbles sobre quien recaen
algunos de los mayores méritos de la película.

La comparación entre ambos films se hace inevitable. La
historia transcurre en los momentos finales de la guerra de Secesión en los
Estados Unidos, la cual tuvo lugar entre 1861 y 1865. En las tierras del sur,
en medio de un bosque, una niña perteneciente a un colegio de señoritas, encuentra
a un soldado del norte herido en una pierna. La niña, con toda candidez, lo
ayuda a llegar al colegio donde la directora del mismo decide ampararlo y darle
ayuda hospitalaria.
El film plantea el desbalance que produce la introducción de
un hombre en un ambiente fundamentalmente femenino. La vida del colegio se ve
alterada ante la presencia del intruso. No hay en el Colegio una población muy
grande. Son tan solo 6 mujeres las que han quedado en el colegio, tres de la
cuales son niñas, una es adolescente y de las dos mayores, una es profesora de idiomas
y la otra la dueña y regente del colegio.
Ambas películas siguen fielmente la novela de Cullinan, pero
lo hacen de manera diferente. El film de Siegel, filmado a principios de los 70
está influenciado por el Giallo, un estilo que proviene del policial italiano
liderado por Mario Baba en los 60 y perfeccionado por Darío Argento en los 70.
Ese estilo se caracterizaba por la predominancia de los colores amarillos y del
ocre en la fotografía, y la truculencia, lo morboso y cierta tendencia a lo psicoanalítico,
y que comenzó a influenciar en el cine americano desde que Eastwood se hizo
famoso en Italia filmando los spaguetti westerns. De esta manera, El Extraño
resultaba un film explosivo y demencial, tal como lo que representaba, es
decir, un conflicto en un colegio en medio de la Guerra de Secesión. Fue un
film que pasó sin pena ni gloria en la filmografía de Eastwood pero que termino
solventando la fama de Siegel como director de culto.
Por el contrario, el film de Coppola es una lección de buen
gusto, un film afrancesado que abreva en obras como las de Eric Rohmer, donde
la pintura de ambientes y situaciones planteadas tienden a la solución de
dilemas morales. Aquí, películas como La Marquesa de Os y La
Inglesa y el Duque dicen presente. El énfasis se pone en el establecimiento, su
orden jerárquico, donde la represión de los sentidos parece impuesta por la
guerra pero que en realidad responde al más propio puritanismo sureño, o sea, a
una forma de ser.
Aquí, la atracción del soldado herido se da en forma uniforme
en ese universo de 6 mujeres cuyas edades van desde la infancia hasta la
madurez, que se ven conmovidas y atraídas ante la presencia de un soldado
enemigo, un extraño que aparece repentinamente desordenando el orden del
establecimiento pero sobretodo corrompiendo el orden moral.
No obstante ello, en ese mundo tan especial de mujeres solas
y solitarias, en ese mundo encerrado cuyos límites son las propias paredes de ese colegio, se ve alterada por una presencia
masculina que prontamente despierta un sinfin de deseos y pasiones insatisfechas
que se encontraban adormecidas y reprimidas por el transcurso de la guerra. En
ese despertar afloran naturalmente los conflictos pero es como si esa línea imaginaria
entre norte y sur que establece a raíz de la Guerra de Secesión, se mantuviera en
el colegio uniendo al bando principal frente a ese enemigo, un simple hombre
que por sobre todas las cosas es un soldado., un cabo norteño. Una división entre norte y sur que ha cruzado
la historia norteamericana dejando profundas secuelas como la segregación
racial durante dos siglos.
El film de Sofía Coppola está muy prolijamente realizado, con
una puesta en escena sumamente esteticista, que llena de brumas al ambiente entre
tonos celestes, grises y blancos provocando un aire de ensoñación muy diferente
al realismo que Don Siegel le imponía a su versión anterior. Pero el resultado
obtenido es el de un film muy frio, muy intelectualizado que distancia y aísla al
espectador de los conflictos narrados. En síntesis, esta película representa
también esa dualidad de la directora, tan capaz de realizar obras tan emparentadas
con la frialdad como es el caso de María Antonieta (2006) o Somewhere (2010), como
obras que tocan la sensibilidad del espectador tales como Las Vírgenes Suicidas
(1999) o Lost in Translation (2003), que en mi opinión, son sus obras más
interesantes.