viernes, 10 de agosto de 2018

EL ANGEL de Luis Ortega



EL ANGEL DESANGELADO

No conocía el cine de Ortega más allá de algún episodio aislado que vi por televisión de Historia de un Clan y de El Marginal. Había visto en él capacidad narrativa, una mirada atractiva sobre lo social que excedía el marco televisivo para generar un auténtico interés sobre sus propuestas, con un despliegue de producción y un interés por los espacios abiertos que pocas veces se habían visto en nuestras series.

En El Angel, Ortega recurre a la historia criminal de nuestro país. Se inspira en la carrera delictiva de Carlos Robledo Puch, un joven de 18 años que conmocionó la sociedad argentina a principios de la década del 70 con una serie de robos y asesinatos que terminaron irremediablemente llevándolo a la cárcel con una condena de reclusión perpetua. El desarrollo argumental no se ata en forma rígida a los hechos históricos, sino que retrata la carrera de un joven delincuente cuya personalidad no se adapta a las convenciones de su época.
No obstante ello, el personaje principal nunca alcanza carnadura propia. La mirada de Ortega sobre Robledo Puch (encarnado por Lorenzo Ferro) hace recordar a otra mirada, la que Visconti echaba sobre Dirk Bogarde en Muerte en Venecia cuando éste, sentado en una reposera de playa, se dedicaba a contemplar la belleza de Tadzio (Björn Andresen) en un film que justamente reflexionaba sobre la perdida de la juventud y la llegada de la vejez. En este caso, la adolescencia que da paso a la adultez.

Muy poco que ver tiene esta visión con la recreación de la carrera delictiva de un joven asesino, absolutamente inmoral, incapaz de valorar una vida, y dar rienda suelta a un instinto asesino más propio de un animal que de un ser humano. Ortega lo sigue y lo contempla tratando de encontrar en él rasgos de una humanidad de los cuales carece. En esa mirada contemplativa, el film va perdiendo todo su interés dado que la historia está basada en hechos reales y por lo tanto conocida por una gran parte del público potencial.

Lorenzo Ferro no logra dar carnadura al personaje principal. Su actuación es poner la cara, transitar algunos pasos de baile, y mostrar su frialdad en cada asesinato. El resto de su actuación carece de rasgos humanos. Su personaje es plano. Si bien estamos ante la historia de un asesino frio y sanguinario, también es la historia de un adolescente descubriendo la vida y sobre todo la sexualidad. La importancia que a estos acontecimientos le otorga el director es mínima. De la misma manera pinta la relación con sus padres, dos seres que parecen pintados dentro de una casa incapaces siquiera de intuir las tendencias y correrías criminales de su hijo. Las relaciones familiares parecieran ser nulas e intrascendentes.

La pintura de época que presenta es otro punto débil de film. Ortega elude todo compromiso político y social en medio de una época que justamente se caracterizó por su violencia. Los hechos policiales que tuvieron como protagonista a Robledo Puch sucedieron durante todo 1971 y terminaron el 4 de febrero de 1972 con su detención, prácticamente 6 meses después del asesinato del General Aramburu  que puede ser tomada como el punto de partida de una represión política social sin precedentes en Argentina.

La banda sonora, sin música de carácter incidental, esta paradójicamente poblada de hits de la época en versiones posteriores poco conocidas. La cantidad de temas incluidos, salvo La Balada del Angel por Astor Piazzola, no juega un papel fundamental en la recreación de la atmosfera del film.

Cuesta entender la motivación de Ortega de realizar un film sobre una persona real transformada en un personaje absolutamente desenganchado de la realidad política social del país. La pintura que hace del personaje principal es absolutamente exterior. Una personalidad simplemente criminal.  No existe posibilidad alguna de relacionar a ese personaje como un símbolo de la crueldad porque esa característica nunca aparece de manera consciente en el film. El director sigue a su personaje en su carrera criminal fuera de todo contexto con excepción de la escena en la cual es detenido junto a su amigo por manejar sin documentos. La escena se recrea como una travesura de dos muchachos jóvenes. De ninguna manera trasciende el peligro de una detención en consideración del momento político.

El film de Ortega me decepcionó. La pintura de la época solo está sugerida por la banda sonora a través de los innumerables hits que acompañan a las imágenes. La dictadura de aquella época y el comienzo de los movimientos subversivos son ignorados. El personaje principal deambula por la película generando una violencia que nunca se acaba de entender si proviene de una mente enferma, de un desinterés por la vida, o si es un icono de una sociedad enferma cuyos únicos referentes son los propios padres de los protagonistas.

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