LA AMBIGUEDAD Y LA HIPOCRESIA
El cine del griego Yorgos Lanthimos se caracteriza por su
calidad formal. Es indudable que su cine es, primero, un cine para ver, y
después, un cine para pensar y reflexionar.
Ese cine para ver es un cine que muestra a Lanthimos con un
manejo absoluto de los recursos cinematográficos. No hay duda que más allá del
solido guion, muy bien estructurado, firmado por Deborah Davis (historiadora) y
Tony Mc Namara (guionista de televisión), hay un trabajo que respeta tanto el
momento histórico en cual se basan los hechos como al mismo tiempo, deja
librado a la imaginación del director a sus personajes, dando lugar a una traducción
propia en términos de imágenes cuya expresividad dejan por momentos sin aliento
al espectador.
El Rey reina pero no gobierna pareciera ser el lema que
inspira a Lanthimos en esta película recientemente estrenada y candidata con
méritos propios para varios premios de la Academia. No hay duda que el director
griego ataca a la realeza y lo manifiesta sin tapujos en esta película. Los
grados de ambigüedad y la hipocresia reinante en las altas esferas del poder en
la Inglaterra de principios del siglo XVIII es descripta a través de una
historia que recrea la despiadada lucha entre dos mujeres por el favor de su
Reina.
Aquí no está en juego la corona, lo que está en juego es el
favoritismo creciente de la Reina Ana, hacia una de sus acompañantes, la más
joven (Abigail) y recientemente ingresada al palacio dando lugar a los celos de
Lady Sarah, quien maneja formalmente los asuntos de estado de la reina enferma.
Lanthimos acentúa su narración en los aspectos más mordaces de ambas relaciones,
y se concentra en la puja entre ellas. El lesbianismo aparece aquí como un elemento
que desde lo sexual define la ausencia absoluta de hombres en el entorno de la
reina.
En el aspecto formal no hay ahorro. El film resulta
deslumbrante por donde se lo mire. Vestuario y decorados son extraordinarios, y
estos últimos están absolutamente en función de la narración que le interesa al
director. Obviamente, no hay medias tintas. El film se juega al te gusta o no
te gusta desde el comienzo mismo hasta el final. Por momentos, incluso, es
desconcertante.
El personaje de Emma Stone es clave. Muestra un
desplazamiento sibilino desde su salida del pueblo donde vive pobremente hasta
el palacio donde, aún vedada la entrada, logra atravesar, logrando un permiso
de estadía que finalmente le permite lograr los favores de la favorita de la
Reina. En su relación con uno de los caballeros del castillo observamos que su
criatura de apariencia inocente esconde un otro yo salvaje que está dispuesto a
todo con el propósito de lograr el reconocimiento de su reina.
Todo en el film es extremo. Lanthimos expone al espectador
a esta relación tripartita y no le esconde nada. Su cámara utiliza todos sus
recursos, desde la profundidad de campo, pasando por el tratamiento del color,
e incluyendo una vuelta hacia atrás que dejan al espectador maravillado, no
solo por la versatilidad de su utilización sino también por la amplitud de los
decorados.
Es un film que no tiene término medio, dominado por la
ambigüedad y la hipocresia. No obstante ello, el director griego encuentra la
forma justa para contar un hecho histórico que retrata, además, como pocas
veces se ha visto, el lamentable papel político de la monarquía inglesa. Te
puede gustar mucho o no te puede gustar nada. Es una película oscura, por
momentos bizarra, pero no deja ninguna duda sobre su capacidad formal. Está
filmada con una notable elegancia por el fotógrafo irlandés Robbie Ryan (“The Meyerowitz
Story” y “Yo, Daniel Blake”), quien captura todo el entorno de una mujer débil
y enferma a través de diversos ángulos, algunos de ellos extravagantes, que
permiten descifrar tanto el contexto histórico como la intimidad de la reina,
apoyándose también en las grandes actuaciones de tres actrices descomunales
como son: Olivia Colman en el papel de la Reina Ana, la extraordinaria Raquel
Weisz como su Secretaria Lady Sarah y Olivia Stone como la ascendente Abigail,
protegida de su majestad.
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