LA BÚSQUEDA DEL PADRE
James Gray es un escritor y director cinematográfico nacido
en Nueva York, perteneciente a la camada de los ´90. Debutó en 1994 con una
película policial que en Argentina se llamó Cuestión de Sangre. Hasta el
presente lleva filmadas 8 películas, entre ellas La Otra Cara del Crimen
(2000), La Noche es Nuestra (2007) y Dos Amantes (2008).
En Ad Astra, Gray incursiona en el terreno de la ciencia
ficción. Su film no está relacionado con el estilo de Viaje a las Estrellas. Por
el contrario, estética y filosóficamente, está emparentada a 2001, Odisea del
Espacio, o incluso, con Solaris, el film de Andrei Tarkovsky de 1972, pero especialmente
con Apocalipsis Now (1979) de Francis Ford Coppola. No obstante ello, el film
tiene su propia personalidad. Gray es un cineasta muy cercano al cine de acción
aunque sus relatos han tenido mucho que ver con pinturas de carácter humanista y
Ad Astra no es una excepción a ello.
Para disfrutar de este film no solo es necesario
mirar sus imágenes sino también reflexionar sobre la historia que nos cuenta.
Su personaje central es Roy Mc Bride, un notable trabajo de Brad Pitt,
que interpreta a una especie de cowboy espacial, un piloto de pruebas, un
solitario que hace recordar al Capitán Villard de Appocalypsis. Al igual que aquel
personaje recibe una orden. Su misión no será matar a un hombre sino encontrar
a su propio padre, perdido presumiblemente en Marte.
Se trata de un viaje inesperado, solitario, y metafórico al
alma del propio protagonista que se transforma en un drama de carácter
psicológico en medio de un viaje espacial. Tal como Villard es llevado ante
Kurtz en aquella magistral escena donde una combinación de luces y sombras se
alternaban sobre la cara del personaje mostrando los dos aspectos de su
personalidad, el lado bueno y el lado malo, haciendo notar que de Kurtz solo
era la otra cara de la presencia del mismo poder. Roy Mc Bride, en cambio,
encontrará a su padre rodeado de una gran soledad en la que prima la
oscuridad. La travesía espacial de Roy se convierte en un descenso al más
grande de los infiernos: la soledad de un hombre que ha necesitado imponer
orden y respeto, logrando solo quedar varado en la inmensidad del espacio, en
algún lugar remoto de uno de los anillos de Saturno. Este aspecto del poder es la
soledad más absoluta.
La película narra ese viaje de Roy hacia Neptuno, pasando
por la Luna y por Marte, apreciando lugares que replican la vida en la tierra tanto
en los hechos comerciales como en los bélicos, a la vez que examina cómo un
padre ausente puede afectar la vida de un hijo.
Mientras la historia avanza, Roy se sumerge en las heridas
ocultas de su mente. Sus expresiones faciales, sus movimientos oculares, sus
cambios en la presión sanguínea van revelando su estado de inestabilidad,
dejando observar la deconstrucción y reconstrucción de su personaje a lo largo
de este viaje épico hacia los abismos de su alma.
Si bien algunas secuencias de acción distraen el objetivo
del film, la narración se centra en lo psicológico. La búsqueda del padre, objetivo
de Roy más allá de las directivas recibidas en su misión, llega a su fin cuando
su padre le hace entender que simplemente debe buscar su destino. Roy comprenderá
entonces que ya es un adulto que no necesita emular a su progenitor ni tenerlo
cerca. Es el momento del regreso, asumir la propia vida y encontrar los caminos
para desarrollarla.
La actuación de Brad Pitt, es, tal vez, la más importante
de su vida actoral, clave en el desarrollo del film. Lo acompañan con su
solvencia de siempre Donald Sutherland y Tommy Lee Jones. También es digno de
mención el trabajo del fotógrafo Hoyte Van Hoytema, quien alcanza un gran nivel
de creatividad. Con su cámara registra en primer plano al protagonista,
utilizando diferentes ángulos, y aprovechando al máximo la profundidad del
espacio para poner énfasis en la pequeñez y la vulnerabilidad del hombre.
Ad Astra no es en realidad una película de ciencia ficción.
Es más bien un drama contado en forma de aventura espacial.
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