EL CLASISIMO DEL ESTE
El cine rumano (La Noche del Señor Lazarescu, 2005, Bucares,
2006, Cuatro Meses, Dos semanas, Tres días, 2007), ha generado obras de
singular importancia. El director Bogdan Apetri
contribuye a ello con su segundo film, un nuevo policial de
características ortodoxas que utiliza para construir una parábola de orden
moral, muy bien lograda donde sobresale un cine construido de planos de cortísima
duración que conforman una cadena narrativa muy coherente siguiendo la
tradición del policial ortodoxo.
La película cuenta dos historias. En la primera mitad, la
de Cristina, una novicia que escapa de un convento para hacerse un chequeo
médico que hace suponer un embarazo. Ella es una mujer joven y ciertamente vulnerable. En esta parte, el director busca describir más al personaje
que a sus acciones. En la segunda mitad, va hacia lo general. Un país que formó
parte del detrás de la Cortina de Hierro, y ahora se ha se ha europeizado y comienza a mostrar las
mismas características del continente que lo contiene.
Apetri parece interesarse en la despersonalización
originada en la europeización del continente, la pérdida de costumbres, de la
fe en la religión, de la banalización y despersonalización del individuo.
El director utiliza muchos primeros planos, con un trabajo minucioso de montaje, tratando
de retratar la vida de su principal protagonista, filmando libremente. El
personaje comienza a mostrarse y aparece Cristina, quien comienza a dejar intuir
que ella esconde un secreto que la conmociona y condiciona.
La película está muy bien lograda. Abreva en
el cine clásico del este de Europa, narrado con claridad de conceptos, luces y
sombras que destacan las acciones, y dejando cobrar vida a un personaje casi monopólico,
una mujer jovencita, atractiva muy bien interpretada por la actriz rumana Iona
Bugarin, que consigue interesar al espectador con una historia narrada en forma
convencional pero siempre interesante por su tema, utilizando la forma del film
de suspenso para narrar un acto de su vida privada reñido con las buenas costumbres
y los principios morales.
Por otro lado, los aspectos técnicos del film son irreprochables. La convincente actuación de la protagonista principal, y tanto la fotografía del Oleg Mutu como del acompañamiento musical son destacables y colaboran a crear un clima de suspenso que se mantiene a lo largo del film.
El film es una pequeña joya del cine de suspenso, totalmente lograda, que se sostiene en la mano firme de un director talentoso que utiliza el montaje en forma muy expresiva, narrando una historia que adquiere la forma del suspenso para narrar un hecho intimo que le cambiará la vida.
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