LO QUE EL OESTE SE LLEVÓ
En 1969, mientras se desarrollaba el Festival de Cine de Mar del Plata, tuve por primera vez
la oportunidad de ver una película que me hizo pensar que algo diferente estaba
ocurriendo en el cine, fuera de los modelos clásicos. Ese cambio ocurrió, fue
capaz de modificar al cine que conocíamos hasta ese momento, y transformarlo en
algo diferente, en otro modelo, menos apegado a las narrativas convencionales
orientado por el puro gusto de remover, investigar y re orientar la forma de
contar.
La película era Easy Ryder, una “road movie”, rebautizada
en Argentina como “Busco Mi Destino”, un film realizado por un joven y
desconocido guionista y director llamado Dennis Hooper, acompañado por un actor
que se volvería estrella: Jack Nickolson. Una nueva camada de jóvenes
directores que surgió después terminó por hacer el cambio, y Hollywood no solo
rejuveneció el séptimo arte, sino tal vez, lo hizo renacer.
Unos años más tarde, entre esa camada de jóvenes directores,
aparecería la figura de un nuevo director que abrevaba en aquella cultura. Esa
persona era Martin Scorsese, un director nacido y criado en la ciudad de Nueva
York, considerada por antonomasia como una meca de la televisión, pero
sobretodo, vive intensamente el arte. Este trio, de jóvenes cambiará definitivamente
la forma de hacer cine, y este último nombre no solo se volvería famoso, sino
también un autor de culto.
El director neoyorquino lidera un cine de autor totalmente
alejado de los grandes estudios pero siempre bien relacionado con Hollywood. Es
la anti estrella, y es capaz de hacer un cine único y personal, violento y
preciso, cálido y frio a la vez, generando una obra que con el tiempo resulta
una crónica del devenir del siglo XX.
En Los Asesinos de la Luna, se toma tres horas y media para
contar un momento de la vida de un hombre
donde la historia de la conquista del oeste americano se cruza con la
vida del sobrino de un rico hacendado de Arkansas. El pasado y el presente.
Antes fue la búsqueda del oro negro: el carbón. Años más tarde será la hora del
oro. Tío querrá convencer a sobrino. Intentará convencerlo e interesarlo en la
toma de tierras Mapuches que están pobladas y explotadas agropecuariamente por las
comunidades indígenas, y pero sobretodo, sobre un colchón de oro negro:
Petróleo.
El nuevo tiempo no piensa en la explotación agropecuaria,
en el cultivo de la tierra, sino en lo que vendrá: el latifundio a expensas del
aniquilamiento de las tribus aborígenes históricamente asentados en el lugar, y
en pos de apropiarse de tierras que más
tarde, resultarían en riquísimos pozos petroleros.
La inteligencia de un guion perfecto nos lleva a la
reflexión de una época, a una cruzada mercenaria carente de toda humanidad en
pos del enriquecimiento a cualquier precio, donde no importan los límites
morales ni sus consecuencias. La capacidad de Scorsese, su infinita
inteligencia cinematográfica, nos lleva a pensar y reflexionar sobre nuestro
pasado y las consecuencias del presente, transformando al film en una propuesta inagotable a través de un
guion muy bien escrito, materializado en una puesta en escena precisa, de características
cinematográficas, donde el montaje juega un rol primordial.
Los Asesinos de la Luna es todo un ejemplo de una
realización eminentemente cinematográfica, aquella que se manifiesta más por sus
imágenes que por sus diálogos, con una labor prodigiosa de montaje cuya
precisión nos hace pensar que la magia del cine vuelve a brillar.
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