LA CUADRA, EL BARRIO, LA CIUDAD
La nueva película de Daniel Burman vuelve a girar sobre la cuestiones de
la identidad, esta vez basado en la búsqueda de un adolescente de descendencia
judía cuya propósito es convertirse en mujer.
Lamentablemente, el resultado es el de una obra fallida, que más allá
del espíritu claro costumbrista de la obra, no tiene una armadura heterogénea
que permita mantener una obra de hora y media de narración sin buscar una línea
que marque acontecimientos que permitan la pintura de un ambiente, en este
caso, una colectividad.
En comparación con sus obras anteriores, la nueva película del director
parece una obra fallida, que da la sensación que está hecha a las
apuradas, como si hubiera filmado de compromiso, dejando de lado muchos
aspectos que pintaran la riqueza del barrio y sus habitantes con total
naturalidad.
La obra transcurre en el barrio del Once, un lugar donde vive una gran
colectividad judía, donde se respetan y mantienen costumbres propias ancestrales
que tiene muchos años de desarrollo en nuestro país.
El film trata sobre un niño que quiere ser mujer, y además, ser un
músico de rock and roll, por lo cual, vuelve al barrio volviendo que lo vio
nacer en busca de su identidad. Su regreso es la vía es inevitable para
encontrarse asimismo. En otras palabras, es la historia de un muchacho joven
que se siente mujer y no sabe cómo asumirlo.
El cine de Burman siempre se ha destacado por la corrección de los aspectos técnicos y esta vez no es la excepción. Los actores están perfectos en sus papeles y el desarrollo de la acción podría haberse abierto en otras direcciones pero se ha mantenido en una especie de relato costumbrista donde los personajes están muy bien delineados en base a actuaciones creíbles y espontaneas.
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