sábado, 2 de noviembre de 2024

ALAS BLANCAS de Marc Foster

ALAS BLANCAS de Marc Foster

MÁS DE LO MISMO

El protagonista quiere ser alumno de un conocido  colegio pero ha sido expulsado del mismo por maltratar a un compañero de clase. Para ayudar a su rehabilitación, su abuela le cuenta una historia  de su juventud que transcurre en la Francia ocupada por el ejército nazi, donde ella conoció a su primer amor. Alas Blancas está basada en una novela gráfica que ya tuvo una pre cuela con el título de “Extraordinario”.

Esta segunda parte comienza en Alsacia, en el otoño de 1942. Sara (Ariella Glaser), tiene quince años y es una adolescente típica. Su vida fluye fuera de la zona de ocupación. No obstante, los nazis tienen una presencia cada vez mayor, al igual que el antisemitismo que fomentan. Su madre (Olivia Ross)  se aferra a la idea negacioncita  respecto a  que su familia judía pueda ser objeto de los arrestos y deportaciones a los campos de concentración. Por otra parte, su padre (Ishai Golan) cree que se les esté acabando el tiempo para huir.

La abuela pretende guiarlos por un camino distinto, haciéndolos entender que el castigo no sirve sino el encuentro consigo mismo, lo cual determina un equilibrio interior cuyo resultado podría ser  sintetizado en transformarse en una persona común. Su regreso a Manhattan, los re encuentra con  su abuela, interpretada por la siempre eficaz Helen Mirren. Allí ella se da cuenta que  comienza a comprender la moral de su nieto, muy  diferente a la suya. Por lo tanto, ella trata de influirlo, buscando que el muchacho se vuelva una buena persona, y comience a tener respeto hacia los demás, y sea alguien capaz de ayudar a su prójimo, quienquiera que sea.

Repentinamente, la acción retrocede a 1942, en un lejano lugar de la costa norte de Francia, donde prevalece el nazismo. Sara (Ariella Glaser)  es una adolescente que no tiene conciencia de la gravedad que está viviendo. Los nazis intentan tomarla prisionera por ser una estudiante judía. Pero logra escapa y escondiéndose en un altillo de la casa.

Marc Forster es un director hábil cuya capacidad narrativa es efectiva. Esa destreza resulta grata en este nuevo intento de adaptar la novela juvenil de R.J. Palacio llamada “White Bird, una pieza de época que mezcla el Holocausto y el romance adolescente.  Astutamente. El director se concentra en algunos de los elementos más simples de la historia, logrando un resultado aceptable que por momentos alcanza  niveles de buen cine, sin perder emoción.

El libro es conciso y directo, carece de simbolismos y es narrado con claridad. Foster aporta sus años de experiencia volcando la historia en imágenes claras y contundentes sobre lo que se está mostrando. La película se filmó en República Checa, en medio de un paisaje campesino que colabora mostrando como el idilio puede transformarse de la noche a la mañana en un infierno.

El protagonista quiere ser alumno de un conocido  colegio pero ha sido expulsado del mismo por maltratar a un compañero de clase. Para ayudar a su rehabilitación, su abuela le cuenta una historia  de su juventud que transcurre en la Francia ocupada por el ejército nazi, donde ella conoció a su primer amor. Alas Blancas está basada en una novela gráfica que ya tuvo una pre cuela con el título de “Extraordinario”.

Esta segunda parte comienza en Alsacia, en el otoño de 1942. Sara (Ariella Glaser), tiene quince años y es una adolescente típica. Su vida fluye fuera de la zona de ocupación. No obstante, los nazis tienen una presencia cada vez mayor, al igual que el antisemitismo que fomentan. Su madre (Olivia Ross)  se aferra a la idea negacioncita  respecto a  que su familia judía pueda ser objeto de los arrestos y deportaciones a los campos de concentración. Por otra parte, su padre (Ishai Golan) cree que se les esté acabando el tiempo para huir.

La abuela pretende guiarlos por un camino distinto, haciéndolos entender que el castigo no sirve sino el encuentro consigo mismo, lo cual determina un equilibrio interior cuyo resultado podría ser  sintetizado en transformarse en una persona común. Su regreso a Manhattan, los re encuentra con  su abuela, interpretada por la siempre eficaz Helen Mirren. Allí ella se da cuenta que  comienza a comprender la moral de su nieto, muy  diferente a la suya. Por lo tanto, ella trata de influirlo, buscando que el muchacho se vuelva una buena persona, y comience a tener respeto hacia los demás, y sea alguien capaz de ayudar a su prójimo, quienquiera que sea.

Repentinamente, la acción retrocede a 1942, en un lejano lugar de la costa norte de Francia, donde prevalece el nazismo. Sara es una adolescente que no tiene conciencia de la gravedad que está viviendo. Los nazis intentan tomarla prisionera por ser una estudiante judía. Pero logra escapa y escondiéndose en un altillo de la casa.

Marc Forster es un director hábil cuya capacidad narrativa es efectiva. Esa destreza resulta grata en este nuevo intento de adaptar la novela juvenil de R.J. Palacio llamada “White Bird, una pieza de época que mezcla el Holocausto y el romance adolescente.  Astutamente. El director se concentra en algunos de los elementos más simples de la historia, logrando un resultado aceptable que por momentos alcanza  niveles de buen cine, sin perder emoción.

El libro es conciso y directo, carece de simbolismos y es narrado con claridad. Forster aporta sus años de experiencia volcando la historia en imágenes claras y contundentes sobre lo que se está mostrando. La película se filmó en República Checa, en medio de un paisaje campesino que colabora mostrando como el idilio puede transdormarse de la noche a la mañana en un infierno.

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