ALAS BLANCAS de Marc Foster
MÁS DE LO MISMO
El protagonista quiere ser alumno de un conocido colegio pero ha sido expulsado del mismo por
maltratar a un compañero de clase. Para ayudar a su rehabilitación, su abuela
le cuenta una historia de su juventud que
transcurre en la Francia ocupada por el ejército nazi, donde ella conoció a su
primer amor. Alas Blancas está basada en una
novela gráfica que ya tuvo una pre cuela con el título de “Extraordinario”.
Esta
segunda parte comienza en Alsacia, en el otoño de 1942. Sara (Ariella Glaser), tiene
quince años y es una adolescente típica. Su vida fluye fuera de la zona de
ocupación. No obstante, los nazis tienen una presencia cada vez mayor, al igual
que el antisemitismo que fomentan. Su madre (Olivia Ross) se aferra a la idea negacioncita respecto a que su familia judía pueda ser objeto de los
arrestos y deportaciones a los campos de concentración. Por otra parte, su
padre (Ishai Golan) cree que se les esté acabando el tiempo para huir.
La abuela pretende
guiarlos por un camino distinto, haciéndolos entender que el castigo no sirve
sino el encuentro consigo mismo, lo cual determina un equilibrio interior cuyo
resultado podría ser sintetizado en transformarse
en una persona común. Su regreso a Manhattan, los re encuentra con su abuela, interpretada por la siempre eficaz
Helen Mirren. Allí ella se da cuenta que comienza a comprender la moral de su nieto,
muy diferente a la suya. Por lo tanto,
ella trata de influirlo, buscando que el muchacho se vuelva una buena persona,
y comience a tener respeto hacia los demás, y sea alguien capaz de ayudar a su
prójimo, quienquiera que sea.
Repentinamente,
la acción retrocede a 1942, en un lejano lugar de la costa norte de Francia, donde
prevalece el nazismo. Sara (Ariella Glaser)
es una adolescente que no tiene conciencia de la gravedad que está
viviendo. Los nazis intentan tomarla prisionera por ser una estudiante judía.
Pero logra escapa y escondiéndose en un altillo de la casa.
Marc
Forster es un director hábil cuya capacidad narrativa es efectiva. Esa destreza
resulta grata en este nuevo intento de adaptar la novela juvenil de R.J.
Palacio llamada “White Bird, una pieza de época que mezcla el Holocausto y el
romance adolescente. Astutamente. El
director se concentra en algunos de los elementos más simples de la historia, logrando
un resultado aceptable que por momentos alcanza
niveles de buen cine, sin perder emoción.
El libro es conciso y directo, carece de simbolismos y es narrado con claridad. Foster aporta sus años de experiencia volcando la historia en imágenes claras y contundentes sobre lo que se está mostrando. La película se filmó en República Checa, en medio de un paisaje campesino que colabora mostrando como el idilio puede transformarse de la noche a la mañana en un infierno.
El protagonista quiere ser alumno de un conocido colegio pero ha sido expulsado del mismo por
maltratar a un compañero de clase. Para ayudar a su rehabilitación, su abuela
le cuenta una historia de su juventud que
transcurre en la Francia ocupada por el ejército nazi, donde ella conoció a su
primer amor. Alas Blancas está basada en una
novela gráfica que ya tuvo una pre cuela con el título de “Extraordinario”.
Esta
segunda parte comienza en Alsacia, en el otoño de 1942. Sara (Ariella Glaser), tiene
quince años y es una adolescente típica. Su vida fluye fuera de la zona de
ocupación. No obstante, los nazis tienen una presencia cada vez mayor, al igual
que el antisemitismo que fomentan. Su madre (Olivia Ross) se aferra a la idea negacioncita respecto a que su familia judía pueda ser objeto de los
arrestos y deportaciones a los campos de concentración. Por otra parte, su
padre (Ishai Golan) cree que se les esté acabando el tiempo para huir.
La abuela pretende
guiarlos por un camino distinto, haciéndolos entender que el castigo no sirve
sino el encuentro consigo mismo, lo cual determina un equilibrio interior cuyo
resultado podría ser sintetizado en transformarse
en una persona común. Su regreso a Manhattan, los re encuentra con su abuela, interpretada por la siempre eficaz
Helen Mirren. Allí ella se da cuenta que comienza a comprender la moral de su nieto,
muy diferente a la suya. Por lo tanto,
ella trata de influirlo, buscando que el muchacho se vuelva una buena persona,
y comience a tener respeto hacia los demás, y sea alguien capaz de ayudar a su
prójimo, quienquiera que sea.
Repentinamente,
la acción retrocede a 1942, en un lejano lugar de la costa norte de Francia, donde
prevalece el nazismo. Sara es una adolescente que no tiene conciencia de la gravedad que está
viviendo. Los nazis intentan tomarla prisionera por ser una estudiante judía.
Pero logra escapa y escondiéndose en un altillo de la casa.
Marc
Forster es un director hábil cuya capacidad narrativa es efectiva. Esa destreza
resulta grata en este nuevo intento de adaptar la novela juvenil de R.J.
Palacio llamada “White Bird, una pieza de época que mezcla el Holocausto y el
romance adolescente. Astutamente. El
director se concentra en algunos de los elementos más simples de la historia, logrando
un resultado aceptable que por momentos alcanza
niveles de buen cine, sin perder emoción.
El libro
es conciso y directo, carece de simbolismos y es narrado con claridad. Forster
aporta sus años de experiencia volcando la historia en imágenes claras y
contundentes sobre lo que se está mostrando. La película se filmó en República
Checa, en medio de un paisaje campesino que colabora mostrando como el idilio
puede transdormarse de la noche a la mañana en un infierno.
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