LA DOLCE
VITA DE LOS COMIENZOS DE SIGLO XXI
"Termina
siempre así, con la muerte. Pero antes, hubo vida, escondida debajo del bla,
bla, bla,… Todo sedimentado bajo los murmullos y el ruido. El silencio y el sentimiento,
la emoción y el miedo. Los demacrados, caprichosos destellos de belleza. Y
luego la desgraciada miseria y el hombre miserable."

Federico
Fellini atravesó todas las etapas del gran cine italiano. Proveniente de las
artes gráficas, comenzó a hacer cine en los ´50. En esa década nos dejó una
joya indudablemente neorrealista que denominó "La Strada". Pero
recién a principios de los ´60, realizó sus dos obras capitales: "La Dolce
Vita" y "8 y 1/2", obras representativa de sus propias crisis
personales, a la vez que fuertemente criticas de la realidad de su tiempo, de las
cuales emerge un nuevo y verdadero
Fellini, aquel que da lugar a lo denominado "fellinesco" como forma
de describir "una realidad". Y lo fellinesco será mucho más que un
estilo, transformándose en una marca que caracterizan películas que abordan el
surrealismo como "Roma", "La Ciudad de las Mujeres",
"Satiricom" y "Casanova". Años más tarde, llegaría su obra otoñal,
la de su vejez, como "Ginger y Fred" o "La Voz de la Luna".
"La
Dolce Vita" es una bisagra absoluta, no solo en su obra personal sino
también en el cine italiano. Porque cinematográficamente, es el fin del
neorrealismo, pero a su vez, es un fresco impresionante sobre el fin de una
época, el de la reconstrucción de pos guerra, la del olvido de la miserias
pasadas, y el comienzo de una vida superflua y vanidosa, en la cual ya se puede
vaticinar el advenimiento de un tremendo vacío existencial. Comienza, además, a
expresar la decepción de la falsa prosperidad de posguerra.
"La
Gran Belleza" es la "La Dolce Vita" de los comienzos del siglo
XXI. Al igual que en la primera, el relato está guiado por un personaje
principal, un periodista, es decir, un cronista de la realidad, un alter ego
del propio director. Antes, Marcello Rubini en la interpretación de Marcello
Mastroianni. Ahora Jep Gambardella interpretado por Toni Servillo. Ambos nos
introducirán en su mundo fatuo, impersonal, pero Gambardellla no sucumbirá como
Rubini a los encantos de la época asimilando su vida a ella, desnudando su
perplejidad frente a un mundo incomunicado sino que mantendrá distancia y se
transformará en un testigo privilegiado de esta época.
Jep
Gambardella es un escritor talentoso. Acaba de cumplir 65 años. Es un hombre de
la noche. Se siente viejo. Vive solo. Tiene las mujeres que desea. Asiste a
todas las fiestas y es el "rey de los mundanos". Ha escrito un único
libro en su juventud que lo ha colocado como escritor destacado. Todos esperan
de él un nuevo libro. Pero Jep no encuentra la inspiración. Cree que lleva una
vida vacía , tal vez anclada en el pasado, y recuerda a Faubert que quería
escribir una novela sobre la nada. Pregunta a todos si se puede escribir una
novela sobre la nada sin obtener respuesta. Ahora se ha transformado en el
cronista de sociales de un periódico romano. Desde esas páginas, deja sus
testimonios sobre la época en que vive, frecuentando y reporteando a la
intelectualidad romana, a artistas, millonarios, miembros de la realeza e
importantes funcionarios de la iglesia católica.
La película
es una gran crónica sobre la vida social en Roma vista desde el exclusivo punto
de vista de Jep. Al comienzo del film, una voz en off nos dice: "Viajar es
útil, ejercita la imaginación. Todo lo demás es desilusión y fatiga. Nuestro
viaje es enteramente imaginario. Ahí reside su fuerza. Es una novela, nada más
que una historia ficticia". Debería decir, además, esto que usted verá es
una película, no es más que una mirada subjetiva, todas las conclusiones,
espectador, son las suyas.
Pero queda claro que más allá del viaje imaginario,
lo que uno ve y escucha es perfectamente reconocido, y es tan válido aquí como
allá. Es decir que el mensaje de "La Gran Belleza" se eleva por sobre
las fronteras romanas o italianas y alcanza niveles universales. Es imposible
no reconocer lo que el film describe.
No obstante
ello, aceptemos la mirada de Jep, una mirada obviamente subjetiva, que además, es la mirada de un intelectual lucido y
desencantado, con una lengua filosa, pertrechado bajo la seguridad de un
trabajo rentado en un diario importante, permanentemente consiente y
resistente, comprometido con su tiempo, bajo la dirección de una enana que dice
tener el privilegio de haber podido ver la vida siempre desde la misma altura. Enigmática
pero objetiva. Ella parece contener a Jep, y su anormalidad es la real
normalidad del mundo que Jep habita. Un mundo deforme.
Esa mirada
subjetiva de Jep, aunque no le permita escribir una novela sobre la nada, no hace otra cosa que describir "la
nada", esa nada decadente que caracteriza la sociedad de principios de
siglo, esa sociedad pos industrial, la de los servicios, la de la tercera ola, que trata de mostrar un falso bienestar
apoyado sobre una torre de naipes de cartón. Es una sociedad en crisis que está
tomando características seculares y no parece encontrar el principio de su solución.
Es la misma sociedad que genera desocupación y solo parece encontrar como
respuesta entretenimiento masivo. Pan y circo. Y esa descripción es merito de
la excepcional actuación de Toni Sevillo y la no menos deslumbrante puesta en
escena del guionista y director Paolo Sorrentino.
Finalmente
cabe preguntarse cuál es la "gran belleza" que alude el título. Dónde
podemos encontrarla?. No hay duda que en toda Roma la hay, pero no es la
belleza romana, ni la belleza exterior la que alude la película. La gran
belleza es la interior, es la del espíritu, es la que evoca Jep al final cuando
recuerda su primer gran amor adolescente, es la que irradia Ramona, la hija
enferma de su amigo romano, con la cual el establece un vinculo prácticamente
espiritual. La gran belleza está ausente fruto de ese vacío existencial que
expresan la mayoría de los personajes que deambulan alrededor de Jep.
"La
Gran Belleza" es una gran película. Inasible, esquiva, envolvente,
laberíntica, imaginativa, donde el realismo se superpone con el surrealismo, y
los fantasmas del pasado aparecen en el presente. Sin lugar a dudas, la mejor
de su autor y director, Paolo Sorrentino, un joven proveniente de la
"escuela napolitana" que tiene 6 largos en su haber y ya participó
del BAFICI con "Il Divo", un impresionante trabajo sobre la
personalidad y carrera política de Giulio Andreotti, también interpretado por
Toni Servillo. Para ambos, mi mayor respeto y admiración.