miércoles, 22 de marzo de 2017

SILENCIO de Martin Scorsese


FUE EN EL SILENCIO DONDE ESCUCHE TU VOZ

Martin Scorsese es un católico prácticamente, que desde su niñez concurrió a una escuela religiosa en Nueva York, y que ha reconocido en su obra artística la influencia que ha ejercido sobre él la presencia del Padre Francis Príncipe, uno de sus maestros. Por otra parte, el tema religioso no es nuevo en su filmografía. En 1988, en La Última Tentación de Cristo, filmó la vida de un carpintero que fabricaba cruces para los romanos y que atormentado por los demonios hace una crisis existencial en la que se propone encontrar a Dios. Pero se da cuenta que en su camino el mayor desafío es enfrentar la vida normal tal como es. En Kundum (1997) relató la vida del decimoctavo Dalai Lama, cuya obra más importante fue salir de la opresión que China ejercía sobre el Tíbet tanto en lo político como en lo militar. Ninguna de las dos películas funcionó en la taquilla y fueron las menos vistas de su vasta filmografía.

Ahora, 20 años después, vuelve con otro película religiosa, sin lugar a dudas la más lograda de las tres, no obstante su exceso de metraje (160 minutos), que estira en forma innecesaria la historia que cuenta, y que en consecuencia, disminuye los logros totales de un film realmente apasionante tanto en su tema como en su factura cinematográfica. Estamos ante la presencia de un Scorsese concentrado, que maneja los tiempos cinematográficos tan lentamente como el tiempo que sus personajes necesitan para analizar, reflexionar, evolucionar, y profesar sus cuestiones de fe.

La historia transcurre en el Siglo XVII, cuando dos sacerdotes jesuitas portugueses (El Padre Rodrigues y el Padre Garupe) deciden ir a Japón a buscar al Padre Ferreira, que se cree ha sido tomado prisionero de los japoneses por realizar una labor evangelizadora en aquéllas tierras . Pero la hostilidad se hará presente desde el mismo momento que los misioneros tocan tierra japonesa, encontrando que el Padre Ferreyra ha desaparecido convirtiéndose más en una leyenda que en un mártir religioso.

Ese encuentro con la hostilidad no es otra cosa que el propio fanatismo religioso. Tanto los dos jóvenes jesuitas, como su antecesor, el Padre Ferreira, han ido a aquellas tierras con el propósito de expandir la fe cristiana. Pero han ido descuidados, desprotegidos, ensimismados en una cuestión de fe como si la labor evangelizadora se hiciera sobre un terreno yermo, carente de toda cultura y creencias, sobre un pueblo bárbaro e inculto. Ignoran, además, que el Emperador de aquellas tierras tenía su propia religión oficial.

Lo que se da en la realidad, es un pequeño choque de religiones entre aquellos que pretenden profesar la nueva fe, y las fuerzas del emperador que consideran a la nueva fe como subversiva y en consecuencia, persigue a los nuevos creyentes. Pero lo más interesante de la película está en la consecuencia de estos acontecimientos que no es otra cosa que la toma de conciencia de nuestros jesuitas.

La película desarrolla un análisis del proceso de adopción de una fe. Cuando llegan a las costas japonesas y se encuentran con los nuevos fieles, lo primero que se le exige al Padre Rodrigues es una muestra tangible de esa fe. Para ello, deshace su rosario, y entrega una cuenta a cada uno de los fieles y conserva el crucifijo, para más tarde, pedir la devolución de las cuentas y volver a armar el rosario. Los fieles han sentido la presencia de Dios en ese acto, y el Padre Rodrigues los asume como su guía espiritual. Pero más tarde, la Fe del propio Padre Rodrigues es la que trastabilla.

Es que el proceso de evangelización que llevan a cabo estos jesuitas no se hace sobre un terreno carente de religión sino por el contrario, se hace en un terreno de creencias diferentes (los japoneses eran mayoritariamente sintoístas), en un medio donde el pueblo vivía bajo la mano dura de un Emperador que imponía la práctica de dicha religión.

Esta intención de evangelizar dentro de un marco de resistencia es un proceso muy interesante porque a la larga provoca la duda sobre la propia fe. - Estoy asustado. El silencio de tu espera es terrible. Rezo pero estoy perdido. ¿o es que solo estoy rezando al silencio?- Es en esa duda, y en la forma de salvarla, donde está la clave de la película. La película, entonces, se transforma en una odisea, en una aventura de tipo espiritual. Es que la religión, si bien se practica a través de toda una liturgia, es básicamente un proceso interior. Corre por lo íntimo, por dentro, no por la cabeza sino por el corazón.

Por momentos y salvando distancias, Silencio me hizo recordar al film Appocalypsis Now de Francis Ford Coppola sobre la novela El corazón de las Tinieblas. En ambos casos hay un personaje perdido en medio de un terreno desconocido. Alguien emprenderá su búsqueda. Tanto en una historia como la otra, poco importa el personaje buscado sino el propio proceso interior de búsqueda. En Appocalypsis Now era encontrarse a sí mismo en medio del más tremendo horror de la guerra que implicaba transformarse en el enemigo mismo. En Silencio, la búsqueda es el encuentro de uno mismo, de la voz interior que nos conecta con nuestro espíritu. Encontrar a Dios es encontrar lo espiritual, lo que nos lleva a conservar la vida sobre cualquier otra cosa dado que la vida es el bien más preciado que poseemos, más allá de toda creencia. Sobrevivir, entonces, se transforma en un mandato divino.

Allí es donde aparece la necesaria figura del Apóstata, aquel que abandona sus ideas o su religión para seguir, aparentemente, otra diferente. En Silencio, el Apóstata lo hará para “salvar” la vida, dado que la vida es la que nos conecta con Dios. Lo dice claramente el Padre Ferreira: - ¡Mientras no te hagas apostata, ellos no estarán seguros! ¡Un sacerdote debe actuar imitando a Cristo! Si Cristo hubiera estado aquí, hubiera actuado. Se habría hecho apostata para su salvación.-

Riguroso film de Martin Scorsese, impecable desde el punto de vista formal, aunque le sobren algunos minutos en reiteraciones que no contribuyen ni a ampliar ni a aclarar la tesis central del film, aunque si a remarcar ese proceso existencial que sufren los protagonistas. Fotografiado formidablemente por el mexicano Rodrigo Prieto, con tonos muy esfumados y velados dando una apariencia brumosa donde nada parece ser demasiado claro. Financiado por múltiples productores de ambos continentes, prácticamente un film que nadie quería hacer y al que pocos querían apostar, encuentra en Andrew Garfield (Hasta el Último Hombre), Adam Driver (Star Wars VII) y Liam Neeson (Gangs of New York) a tres intérpretes inolvidables. Un film difícil de ver, largo y que requiere de toda nuestra atención, es un film para sentir con el corazón y disfrutar con el intelecto.

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