jueves, 9 de marzo de 2017

T2: TRAINSPOTTING de Danny Boyle


OPORTUNIDAD Y TRAICIÓN

Danny Boyle debuta en el cine en 1994 con “Tumba a Ras de la Tierra”, después de haber pasado tres años en la televisión británica. Su debut fue auspicioso porque con un film de bajo presupuesto, lograba llamar la atención con un policial negro cargado de un humor también muy negro. Su siguiente film, y el que lo puso en un primer plano de la consideración no solo de la crítica sino también del público, fue Trainspotting. Unos años más tarde llegaría a ganar el Oscar 2009 por “Slumdog Millonaire”.

Trainspotting inauguraba un estilo que ya se insinuaba en su película anterior. Boyle, en este film, narraba en forma vertiginosa e incluso, rompiendo las reglas temporales, como así también confundiendo deliberadamente los registros de realidad y surrealismo. Muchos consideraron que Trainspotting fue en los `90 lo que La Naranja Mecánica en los ´70. La conmoción mundial provocada por el film  no tuvo lugar en Argentina dado que la gran censura existente en aquella época impidió que el film de Kubrick se estrenara a la par del resto del mundo. Aquí se vió 14 años después, por lo cual pasó casi desapercibido por las carteleras porteñas despertando tan solo la curiosidad cinéfila. (No obstante, fue un evento cultural que ratificaba los nuevos aires políticos y dejaba abierto un “destape” que caracterizaría a la nueva democracia).

Ahora nos preguntamos si tiene sentido haber filmado T2, la historia actual de aquellos amigos que pasaban sus días en los barrios pobres de la bella ciudad escocesa de Edimburgo, que como en la primera parte, también tiene como propósito ser un sofisticado y enorme video clip para vender la música de una banda sonora extraordinaria, con efecto Dolby mejorado, en lamentables salas llenas de jóvenes que siguen la música al ritmo del crunch-cranch de sus mandíbulas y el lamentable ruido del revoltijo del balde de pochoclo, más allá del silbido de la succión del vaso de gaseosa acompañado del clásico sonido del choque de cubitos en  el fondo del mismo.

Más allá de eso, es la historia de cuatro jóvenes viejos. El tiempo transcurre y los recuerdos quedan. Ellos siguen siendo los mismos. No han cambiado. Boyle declara que no interesa tanto lo que sucedió con esos muchachos sino cómo ven ese tiempo pasado desde el presente, como si la nueva consigna fuera reconocerse. En realidad, siguen siendo los mismos pero un poco más viejos. Más que ellos, lo que ha cambiado es el mundo en que viven que, en realidad,  los ha dejado más fuera que adentro  respecto de aquellos márgenes en que correteaban 20 años atrás.

Si se quiere profundizar, algo que el film apenas permite, dado que su velocidad narrativa imposibilita detención alguna para la reflexión durante su desarrollo, se trata de una película sobre la decepción. En el pasado, 20 años atrás, a estos amigos adolescentes no les importaba nada ni nadie. Ahora, Renton (Ewan McGregor) que los había robado y escapado con el dinero hacia Ámsterdam, vuelve arrepentido a devolverle a cada uno su parte de aquel viejo botín. Además, se ha limpiado de drogas, ya no consume, hace vida sana, y asumirá las veces de un redentor.

Pero el pasado siempre obra como un condicionador del presente. El pasado siempre vuelve, decía Paul Thomas Anderson en Magnolia. Y el pasado está de regreso  queriendo aclimatarse a los nuevos tiempos pero imposibilitado por un factor no inclusivo. Este presente, lamentablemente, no admite el cambio generacional.

Spud (Ewen Bremmer), quien es salvado de un suicido por Renton que llega justo a visitarlo, es convencido por este de reiniciar una vida sana y comienza a escribir la historia del grupo. Allí reitera dos palabras: Oportunidad y Traición, como si esas dos palabras sintetizaran la historia del grupo. Es como una muletilla fatídica que los acosa. Siempre hay una oportunidad, pero también siempre hay una traición a la vuelta de la esquina. Esa traición se traslada también a los tiempos que vivimos. El cambio ocurre y otorga la oportunidad. El tiempo transcurre, envejecemos, nos “dejamos estar” creyendo acompañar el tiempo que vivimos, pero ese tiempo corre más rápido que nosotros, se nos adelanta, se nos escapa y nos deja fuera de época.


¿T2: Trainspotting es más de lo que parece? El lujoso envoltorio de video clip que la contiene, la perfección del sonido de la música que acompaña, los personajes borders que la pueblan, la vertiginosidad del ritmo narrativo, las licencias cinematográficas que se toma Danny Boyle para contarla, más los baldes de pochoclo y los tubos de coca cola, hacen que salgamos del cine tarareando música en lugar de pensar lo que hemos visto. Pero… ¿y si nos detenemos un poquito? ¿Queda lugar para la reflexión? ¿O acaso Boyle tuvo una gran oportunidad y sólo terminó con una traición a sí mismo?

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