viernes, 17 de marzo de 2017

ELLE de Paul Verhoeven


FRIALDAD Y MASOQUISMO

Paul Verhoeven es un director holandés de una dilatada carrera internacional. Comenzó su labor cinematográfica en la televisión de su país en 1969, y rápidamente el cine le abrió sus puertas con tres largometrajes: Delicias Holandesas (1971), Delicias Turcas (1973) y El Soldado de Orange (1977) donde ya insinuó su habilidad artesanal y su carácter provocativo que desarrollaría más tarde en los Estados Unidos donde filmó películas altamente taquilleras y controversiales como Robocop (1987), Total Recall (1990) e Instinto Básico (1992). Más tarde, su carrera entró en un cono de sombras durante un tiempo prolongado. En 2006 reapareció en Holanda con El Libro Negro, una película sobre la delación y las traiciones en la resistencia holandesa durante el nazismo, quizá su obra más lograda. Ahora vuelve a aparecer con un film atrapante, frio y calculador como es Elle, luciendo sus mejores dotes como director cinematográfico. La puesta en escena de Elle es magnífica, de una elegancia y precisión  solamente posible por la capacidad de un gran maestro.

Elle es un film provocativo que se manifiesta a través del sadomasoquismo como reflejo del comportamiento de una sociedad en alto grado de descomposición, entendiendo como sadomasoquismo el desarrollo de conductas sexuales en las que se obtiene excitación y satisfacción sexual a través del propio dolor físico, la humillación, la dominación y el sometimiento, y como descomposición, la paulatina desaparición de instituciones básicas como son la familia y la iglesia.

Si bien Elle es ciertamente convencional en su planteo, no lo es en su resolución. Planteada como un policial clásico, su desarrollo la convierte en un fresco social y en una enorme crítica sobre la clase media francesa, cuyo tiro por elevación, también le pega a un mundo totalmente globalizado. Nos habla de la violencia cotidiana donde el estado de amenaza se encuentra siempre presente y la vida espiritual se ha perdido en pos de un materialismo vaciado de contenidos. Paradójicamente, Elle termina siendo un policial sin policías.

Este mundo llevado a su mínima expresión está representado por una familia, sus relaciones laborales y sus vecinos, en el cual Michelle (Isabelle Huppert) se transforma en el centro del relato. Ella es una mujer que vive sola, está separada de su marido, tiene un hijo y una madre. Con su ex marido mantiene una relación amistosa y con su hijo que está a punto de ser padre, tiene una relación inestable de clásico choque generacional. Con su madre mantiene una vida complicada que esconde un pasado turbulento. No obstante, 
Michelle es una empresaria exitosa que se dedica al desarrollo de video juegos.

El disparador de la trama es un acto de violación que sufre Michelle en su propia casa a raíz de la intromisión de un sujeto enmascarado que una vez cometido el crimen desaparece. Michelle no denuncia el crimen a la policía. No obstante, trata de investigar por su cuenta y su mundo de relaciones comienzan a aparecer como potenciales sospechosos.

Este micro mundo y sus relacionamientos es lo que la película pinta como un mundo decadente y poco feliz. Lo que llamamos familia en un sentido tradicional ha desaparecido. 
Lo que existe es un mundo de relaciones transitorias y por lo tanto, efímeras. Es decir, carentes de futuro. La mayor parte de los personajes están separados o a punto de divorciarse. El engaño está siempre presente. La traición está a la vuelta de la esquina. Las relaciones cruzadas dentro de ambientes sociales reducidos se transforman en un hecho social, no exentas de peligrosas adicciones producidos por el alcohol, las drogas y la falta de trabajo.

Una escena notable, tal vez la mejor de la película, transcurre durante una cena de Navidad. Al llegar la medianoche, una vecina propone escuchar la misa del gallo por TV donde aparece el Papa Francisco dando sus bendiciones. Todos ignoran el mensaje del Papa salvo esa vecina. Nadie se interesa por la religión, ni como rectora de costumbres ni como un camino hacia la espiritualidad. La festividad religiosa no ha sido la convocante de la cena sino tan solo una excusa. Dicha vecina es descrita dentro de ese contexto como un personaje en soledad, tal vez, el único personaje realmente creyente que profesa una fe.

Por otro lado, dentro de la trama existe un aspecto que no cierra. Una aparente contradicción. El padre de Michelle ha sido un asesino serial que lleva años de cárcel y es motivo de desunión familiar. No obstante ese antecedente, Michelle asume el rol de una burguesa ciertamente acomodada que ha tenido acceso a una educación superior, tiene su propia empresa y se encuentra trabajando en un rubro de liderazgo comercial.
El muy buen guión cinematográfico es de David Birke, que se basa sobre la novela Oh!! de Philippe Djian, el mismo autor de Betty Blue, que en 1986 llevará al cine Jean-Jacques Beineix, donde también, el personaje principal era una mujer capaz de volver loco a un hombre tranquilo y solitario.

Michelle parece indestructible, capaz de soportar todas las vicisitudes a que las somete el autor. Esa apariencia es obra del genial trabajo de Isabelle Huppert, una actriz con mayúsculas que cada vez que ha jugado el rol de mujer fatal ha tenido éxito. Es fácil recordar aquellos magistrales roles que de la mano de Claude Chabrol realizó para Violette Noziere (1978), una niña que se prostituía por las noches,  Asunto de mujeres (1988), en la que encarnaba a una abortista, ultima mujer que sufrió la pena capital en Francia, La Ceremonia (1995), donde hacía de una mucama que terminaba asesinando a sus patrones, o La pianista (2001) de Michael Haneke, como una maestra de piano sexualmente reprimida. En todos esos papeles hay un aire simultáneo de inocencia y fatalidad. En la interpretación de Michelle, la Huppert vuelve  a poner a prueba esa enorme capacidad actoral al servicio de la ambigüedad de un personaje alrededor del cual gira toda la película.

Elle es un film frío y objetivo pensado para la polémica que nos describe una sociedad en franca decadencia moral, el fin de una época, el advenimiento de otra cuya problemática parecería concentrarse en como disponer del tiempo libre sin caer en la tentación del ocio y la pérdida de valores que puedan llevar a la autodestrucción.

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