jueves, 15 de noviembre de 2018

TRANSIT de Christian Petzold


FRIO E INTELIGENTE

En medio de la segunda guerra mundial, los Nazis invaden Francia y comienzan a realizar una razia peligrosa. Extienden en tierra francesa lo que ya habían comenzado a hacer en Alemania. Persiguen, capturan y deportan a todos aquellos que constituyen una amenaza para el régimen, como así también a judíos, homosexuales, disidentes, y cualquier otra persona que el régimen rechaza. De repente, la libertad es la condición más valiosa toda vez que su presencia se ha limitado ante la amenaza del ejército invasor. Los consulados, especialmente los de aquellos países fuera de los límites donde se desarrolla el conflicto, se vuelven los lugares más concurridos toda vez que representan una posibilidad de libertad a quien la busca o pueda pagar. Marsella deja de ser un puerto de destino para transformarse en una puerta de salida. Una multitud quiere escapar cuanto antes. Todos imaginan lo peor. Pero Georg, nuestro personaje, que también está escapando de algo o de alguien, se dedica a salvar gente.

Transit está basada libremente en la novela del mismo nombre de Ana Saghers que Christian Petzold, el director y guionista, adaptó libremente. A Petzold, le fascinan los misterios, y solo usa la estructura de la novela para cimentar su nuevo film, Transit resulta, además, un misterio en sí mismo. Desde el comienzo del film, alguien que no conocemos, toma los documentos de otro hombre, un escritor y asume su identidad. Del personaje no sabemos nada. No tenemos ningún antecedente suyo. Solo sabemos que la acción transcurre en Marsella. A partir de esta escena, el suspenso se apoderará de la pantalla y no cesará hasta su final. La identidad del desconocido será siempre un misterio. En cambio, conocemos sus motivaciones. Salvar personas.

El film se divide en tres partes. Son tres carreras contra el destino para poder salvar una persona consiguiendo el salvoconducto que representa una visa para poder salir del país y lograr la salvación en un país libre. Cada una de ellas refleja una condición humana diferente. Estamos ante pleno un ejercicio de estilo. Podríamos decir que es un film sobre la persecución o la historia de un hombre obsesionado por rescatar personas. También podemos decir que es un film sobre refugiados. Y es posible que esta hermética película de Petzold sea también una visión humanista sobre un problema político importante por el que atraviesa ahora mismo toda Europa y que muy bien describe el notable film “Sea Sorrow” que Vanessa Redgrave presentó el año pasado en Mar del Plata.

Petzold se maneja con absoluta independencia de criterio. Hasta se permite incluir una historia de amor, un signo de humanidad en medio de una persecución cuya principal característica fue la deshumanización del individuo. Su film se desarrolla en círculos, como si estuviéramos ante una historia sin fin. El personaje principal va y viene permanentemente buscando una salida en la que sin lugar a dudas también aparece la degradación humana.


Como menciona Dufo en su breve y claro comentario, hay en el film una sensación de traslado permanente e inminente que nunca se produce que expresa el drama de los refugiados: una circularidad y una espera sin fin mientras tanto se asoma el amor en una forma inasible.

Lo más notable del film es su coherencia narrativa. El film no se desvía nunca de su objetivo. La destreza cinematográfica del director engancha al espectador aunque algunos de los momentos del film resulten crípticos o poco claros. No obstante ello, hacia el final podemos concluir que estamos ante una película precisa y coherente aunque ciertamente no convencional. Nos es un film para el deleite de los sentidos sino uno para el disfrute intelectual, una pieza fría y calculada que opera como un mecanismo de relojería al servicio de un ejercicio estilístico que Christian Petzold construye con maestría.

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