UN CAMINO ENTRE EL BIEN Y EL MAL
Sin lugar a dudas, Clint
Eastwood es el gran sucesor del cine de John Ford, y aunque él mismo haya
dedicado su obra más galardonada, Los Imperdonables, a sus más importantes
maestros, el italiano Sergio Leone y el norteamericano Donald Siegel, esa
impronta de cine clásico que ha acompañado toda su obra, tiene sus raíces en la
obra fundacional de Ford.
La Mula es una vuelta a ese
cine. Una narración clásica sin fisuras, con una introducción, un
desarrollo en capítulos, y un gran final, que protagonizan el propio Eastwood y
un sexteto de grandes actores (Bradley Cooper, Andy Garcia y Laurence
Fishburne) y actrices (Taissa Farmiga, Diane Weist y Alison Eastwood) que le
dan apoyo a su actuación, de hecho, una de las más conmovedoras de toda su
larga vida como actor.
No obstante, pese al clasicismo
del relato, no es el relato lo que atrapa al espectador sino las múltiples
derivaciones y reflexiones que provoca el mismo film. Eastwood interpreta a un
floricultor octogenario, veterano de la guerra de Corea, que después de haber
conseguido cultivar la flor más bella, al cabo de unos años, su vivero cae en
la quiebra como consecuencia de la disminución de la demanda de flores
naturales. Como consecuencia de ello, comienza a usar su camioneta para
realizar fletes que terminan transformándolo en una mula de la droga.
Sería una pena quedarnos en la
superficie del relato porque el mismo da lugar a diversas interpretaciones. En
primer lugar, Earl Stone, el personaje que interpreta Eastwood es un hombre que
ha trabajado toda su vida y ha desarrollado una pasión: la floricultura. Así
como una flor se cultiva, florece y marchita muere, de la misma manera
transcurrirá la vida de este hombre, como la cualquier otro hombre. Earl Stone,
se encuentra en el ocaso de su vida. Su vida de floricultor ha terminado
simplemente por una cuestión de mercado.
Eso que parece una
actividad común no es tan simple. Earl es un trabajador independiente. No forma
parte de una relación laboral de dependencia que tenga un destino jubilatorio.
Por el contrario, su trabajo se desarrolla dentro del marco de un proceso
económico general que debe interpretar correctamente y donde la tecnología y la
moda imponen con rigurosidad la necesidad de un cambio permanente, siendo la
velocidad de dicho cambio el factor que complica la cuestión al sustituir
gustos y tendencia con rapidez, pero sobretodo, generando el riego de la
cesantía de mano de obra humana reemplazada por tecnología y robotización. En
otras palabras, provocando desempleo del ser humano.
El film de
Eastwood, basado en un buen guión de carácter periodístico escrito por Sam
Doniv, con suma inteligencia elude la descripción de procesos laborales pero
muestra las consecuencias de sus cambios. Su personaje abatido por la realidad,
desocupado busca trabajo y solo encuentra el de una mula. Es decir, el trabajo
de un chofer que primero intuye y después corrobora, manejará para la mafia:
será un transportista de droga.
Así el film avanza
viaje por viaje de la mula, por un lado, detallando la involucración del
personaje en un mundo que le es ajeno, que lo vuelve un marginal y un
delincuente, un fuera de la ley cuya nueva actividad, a medida que va ganando
la confianza de sus nuevos patrones, lo ayuda cada vez mejor a ganarse la vida.
Por otro lado, describiendo a través de pequeños detalles la marginalidad
creciente, una situación económica que genera menos puestos de trabajo legales incrementando
la demanda de mano de obra ilegal. Una cruel paradoja.
Parábola sobre la
precariedad del trabajo, el film se transforma en la descripción del ocaso de
una vida laboral. No obstante ello, la visión optimista de Eastwood, nos deja
un gusto agridulce. Su personaje es un hombre sufrido, un luchador que cree en
sí mismo, se adapta a los cambios, y sigue adelante aunque la sociedad lo
margine, lo juzgue, lo culpe y no entienda que este hombre es uno de aquellos
que no solo se ha hecho a sí mismo sino también es producto de las
circunstancias que ha vivido.
Otra vez el gran
Clint llega al límite de la tragedia a través de la angustia. Su nuevo
personaje es un anciano inmerso en una sociedad en cambio permanente. Film emparentado
con Gran Torino, su película de 2009, encuentra en Sam Doniv un opuesto de
aquel Walt Kowalski, un hombre dispuesto a hacer justicia por mano propia. Por
el contrario, Doniv es un trabajador que queda fuera de la ley porque necesita
trabajar, no encuentra un trabajo legal, y termina por someterse a la ley, por
más dura que ella sea. En ambos personajes y como en toda su extraordinaria
filmografía, su personaje vuelve a ser un solitario al que le cuesta mucho
mantener una familia, y que dentro o fuera de la ley siempre busca un sentido de
justicia y reconciliación.
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