James Mangold tiene en su haber una interesante carrera que
no solo habla de su destreza técnica sino también de su habilidad para transitar
por los diversos géneros. Prueba de ello es su filmografía: Inocencia
Interrumpida (1999) es un thriller; En la Cuerda Floja (2005), un film de
suspenso; El Tren de las 3:10 a Yuma (2008), la remake de un western clásico; Wolverine
(2013) y Logan (2017) dos superproducciones para Marvel donde en todas ellas puede
apreciarse su paso decidido a través de la denuncia social, el film de
suspenso, el western, o los superhéroes. Ahora decide pasar revista al film histórico
deportivo, indagando en las razones del éxito.
Inspirado en films de carreras típicos de los ´60 y ´70
como Grand Prix (1966) de John Frankenheimer y Las 24 Horas de Le Mans (1971) de
Lee Katzin, o más recientemente Rush (2013) de Ron Howard sobre la rivalidad en
las pistas entre James Hunt y Niki Lauda, Mangold encara un film de características
clásica relacionadas con la idea de superación personal en relación con el
hecho de competir. El film no está relacionado estrictamente con personas, sino
más bien, con empresas. Y si bien transcurre en el mundo de los deportes, su
tema tiene que ver con la instalación, el desarrollo, la permanencia y el éxito
de una marca.
Así aparece la idea de la competencia. El capitalismo
americano en todo su esplendor. La competitividad como eje principal del
desarrollo de una economía. No se trata de destruir al otro. Se trata,
simplemente, de ser mejor que el otro, y de esa manera, con mejor producto y
mejor precio, ganar mercado.
Todo ello lo vemos en una confrontación que tuvo lugar en
la década del 60. Parecía una especie de lucha entre David y Goliat donde David
era Fiat y Goliat era Ford. La primera, una empresa italiana con productos de primer
nivel. La segunda, una empresa americana, con una producción en serie. Todavía
se vivían recuerdos de la última guerra mundial donde los americanos habían
liberado a Italia del yugo fascista tanto alemán como del propio Benito
Mussolini. Los italianos habían quedado con recelo. No habían podido liberarse solos
de la ocupación alemana cunando los americanos entraron por Anzio y comenzaron
a liberar a Italia del yugo nazi y después apoyando su reconstrucción con el
apoyo del Plan Marshall.
20 años después de aquellos desgraciados sucesos, Italia se
había recuperado y se había convertido en una pequeña potencia industrial. Su
autoestima había vuelto a su lugar. El renacimiento italiano había vuelto a
ocurrir. Sus productos y marcas eran reconocidos
en todo el mundo. La Fiat era una de ellas, representada por un auto pequeño y
personal que permitía al trabajador tener su propio vehículo para llegar a su
trabajo.
Esa misma capacidad industrial brillaba también en el campo
del automóvil deportivo. La Ferrari, gobernada por su fundador don Enzo
Ferrari, hacia crecer su nombre en las pistas de carrera. Las 24 horas de Le Mans
en Francia iban a crear su propio mito.
Ford era el coloso americano más popular que se cansaba de
vender autos en los Estados Unidos pero era incapaz de imponer su nombre en las
pistas deportivas europeas. Ganar las 24 horas de Le Mans en Francia, una
carrera de características místicas donde la calidad de los motores, su
resistencia, imponía prestigio, era una obsesión, el verdadero sueño americano
para el Sr. Ford.
Hasta 1966, Ford no había podido ganar Le Mans. La pequeña
empresa italiana reinaba con sus joyas engarzadas en motores y chasis fabricados
en Marianello. La película describe
el trabajo realizado por Ford para desafiar la supremacía de Ferrari creando un
equipo de ingenieros y diseñadores dirigidos por Carroll Shelby (Matt
Damon) y el piloto británico
Ken Miles (Christian Bale),
quienes comienzan a construir un nuevo automóvil con el potencial suficiente
para derrotar a Ferrari en la legendaria carrera francesa en 1966.
Este notable film de James Mangold relata esa primera
victoria no reconocida de Ford sobre Fiat en una película que no solo evoca
aquella época sino también recupera el espíritu deportivo mostrando como el mejor
individualismo americano deja lugar al trabajo en equipo para poder obtener un
resultado.
Con un preciso guión de los hermanos Jez y John-Hernt
Butterworth y Jason Keller, Mangold construye una gran alegoría sobre la idea
de competitividad americana, que resulta no solo interesante sino también muy
entretenida. La capacidad narrativa de Mangold no tiene límites. Su film es un
dechado de perfección narrativa logrado con un montaje vertiginoso realizado por
Michael McCusker y Andrew Buckland (habituales colaboradores del director), que
no para en ningún momento de las dos horas y media que dura el film transformándolo
no solo en un gran entretenimiento sino también en un ejemplo de trabajo en equipo,
haciendo brillar con respeto los talentos y las individualidades, facilitando los
objetivos a lograr.
Contribuyen a ello las notables composiciones de Matt Damon
y Christian Bale como el Team Leader y el Piloto de Pruebas respectivamente, y
sobre todo el trabajo de edición del film de Michael Mc Cusker, realmente un
prodigio.
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