viernes, 20 de diciembre de 2019

LA DOLCE VITA de Federico Fellini

LA DOLCE VITA (1960)

Marcello Rubini, romano por adopción y periodista, lucha por encontrar su lugar en el mundo. Dividido entre la mundanal y elitista sociedad romana y una vida de pareja sofocante, busca cómo convertirse en un escritor serio. Es un hombre inteligente, superficial, consumido por "la dulce vida" de la riqueza, la celebridad y la autocomplacencia, de la que informa y a su vez, desea.

Marcello Mastroianni está perfecto como el periodista sensacionalista que sigue alegremente por Roma a una estrella de cine sueca (Anita Ekberg) mientras deambula por los bares de la ciudad emborrachándose. También tiene una aventura con una mujer madura (Anouk Aimee), mientras que su novia (Yvonne Furnaux) parece volverse loca. Su vida parece estar vacía, informa sobre cosas superficiales. Observa que la fama, la fortuna y las trampas del éxito no le interesan. Comienza a darse cuenta de que la estrella de cine es algo fugaz en su vida, los milagros no existen, y el horrible suicidio de su amigo (que parecía felizmente casado y con una situación económica resuelta) le muestra la fragilidad de la vida.

El protagonista se encuentra en una encrucijada. Es incapaz de ser alguien o avanzar en alguna dirección. Carece de un objetivo. Está ensimismado y proyecta ideales y sueños sobre otras personas. Pero a medida que proyecta sobre otros, se da cuenta que no conoce realmente a esas personas y ellas sólo constituyen un misterio, un pasatiempo o una decepción para él.

Fellini resume una era y una actitud haciendo una película sobre vidas vacías y sin sentido. Steiner (Alain Cuny), su único verdadero amigo, será su mayor decepción. Parece tenerlo todo, pero vive insatisfecho y perturbado. Sylvia, (Anita Ekberg) es una actriz americana, una rubia exuberante de buen carácter, que solo desea pasarla bien. Su padre (Annibale Ninchi) es un vendedor viajante, un padre siempre ausente, incapaz de haber ejercido una influencia positiva sobre él.  Magdalena (Anouk Aimée) es una aristócrata francesa incapaz de mantener un vínculo duradero con él. Lo seduce una imagen que crea de ella en su propia mente. La única relación realista que mantiene es su novia (Yvonne Furneaux), una mujer depresiva, a la que descuida e incluso, ignora.  

Marcello no sabe bien qué o quién es. Mantiene relaciones superficiales con todos los que lo rodean porque es incapaz de comprometerse con alguien o con algo. Es incapaz de asumir un compromiso porque no puede comunicarse o ver a las personas tal como son. Él sólo ve proyecciones de sus propias necesidades, aspiraciones, deseos u objetivos. Su alto nivel de autocomplacencia lo lleva al auto desprecio, impidiéndole mantener relaciones duraderas con los demás.

La historia que nos narra Fellini consta de ocho episodios, que transcurren durante una noche y terminan al amanecer. Cada personaje describe su propia crisis. Y lo único que los une en un todo coherente es el protagonista de la historia, un observador de la naturaleza humana, que solo frecuenta personas de la alta sociedad que parecen exteriormente felices y auto realizadas. Sin embargo, cuando más las conoce, descubre que esas personas están vacías, huecas, alienadas, y emocionalmente a la deriva.

La Dolce Vita es una película compleja. Mantiene el interés pese a la antipatía de algunos de sus personajes. Cuando Marcello toma contacto con cada uno de ellos, descubre la realidad, y esa realidad no lo satisface. Parecen la encarnación perfecta de su propia persona. Seres vacíos, carentes de verdaderos afectos, sin grandes objetivos en la vida porque lo han heredado todo. Esa, a su vez, es la gran diferencia que tiene con ellos. El proviene de un hogar humilde. Y es culto porque tuvo la posibilidad de estudiar. Pero ese puente entre la cultura y la riqueza le es imposible de franquear. Y lo redescubre cada mañana cuando regresa a su presunto hogar. La actuación de Mastroianni es maravillosa y consagratoria.

En última instancia, la búsqueda infructuosa de Marcello parece un dilema de tipo existencial, una búsqueda que abandonará al final, mientras mira en la playa a una encantadora joven que parece poseer el conocimiento y la comprensión que se le niega. El film nos deja, además, imágenes que se han vuelto icónicas: la estatua de Cristo volando sobre el Vaticano, Marcello besando a Ekberg en la Fontana di Trevi, la Vía Véneto abriéndose entre las venas de Roma como una decadente y barroca experiencia hacia la Villa Borghese…Un Fellini que parece pre anunciar el fin de una época, la del milagro económico de la posguerra.

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