NADA ES LO QUE PARECE
El Buen Mentiroso me recordó vagamente a Hitchcock, más
precisamente, a La Sospecha, una de las grandes cumbres del maestro. Obviamente,
las similitudes terminan en ese simple recuerdo. El Buen Mentiroso no es ni un
remake ni siquiera una película que pretenda homenajearlo. No obstante ello, el
nuevo film de Bill Condon basado en un guión de características teatrales de Jeffrey
Hatcher sobre la novela Nicholas Searle, tiene virtudes propias que
principalmente se sustentan sobre las grandes actuaciones de dos intérpretes
ingleses de gran jerarquía como son Helen Mirren e Ian McKellen. Sobre sus
espaldas recaen la mayoría de los méritos de la película.
Se trata de un film donde prevalece el encierro, y el
suspenso. Una obra, si bien de origen literario, con característica teatrales muy
definidas que, bien aireada, ha sido adaptada para el cine. Desde el inicio,
sabemos que las intenciones de Roy Courtnay son las de estafar a Betty Mc
Leisch. No obstante ello, el film se desarrolla en círculos tales que las
acciones se van derivando hacia hechos absolutamente imprevisibles por parte
del espectador.
El Buen Mentiroso refleja la falta de confiabilidad que
inspira nuestra época. Nada ni nadie es lo que parece ser. En ese sentido, el
film puede resultar tan impredecible como la vida misma. Tal vez ello, sea su
mayor falta de mérito. La escena final traiciona al espectador que siguió con
paciencia el desarrollo de la trama. La falta de lógica de los personajes triunfa
sobre su racionalidad. Tal vez ello genere un final impactante y sorprendente,
pero no coherente con el desarrollo de los personajes.
Bill Condon es un director experimentado que nos hace
recordar su primer film estrenado en Argentina, Dioses y Monstruos (1998),
donde recreaba la vida de James Whale, el director de cine que hizo famosos al
monstruo de Frankenstein. En esta, la dualidad del monstruo esta en los
personajes. En la descripción de esa dualidad y en la personificación que
logran los actores radican los mayores méritos del film. Muy buena, también, la
fotografía de Tobías A. Schliessler, llena de luces y sombras respaldadas en
tonos apastelados en grises y celestes.
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