Liam Neeson es tal vez, el actor más ocupado de la pantalla
universal. Ni hablemos de películas inglesas. Se pude decir de él que es un
auténtico trabajador del cine. Ahora mismo está otra vez en nuestras pantallas.
Como es lo habitual, lo hace como protagonista de un thriller que entretiene y
se desarrolla prolijamente dentro de los parámetros de un género.
En esta oportunidad es un protagonista casi absoluto. Interpreta
a Matt Turner, un padre de familia, que mantiene una vida matrimonial normal, y
es secuestrado cuando pasa a buscar a sus niños por la escuela. Encerrado en su
auto, es amenazado por alguien, con una bomba a punto de hacer explotar el
vehículo que maneja, y observado desde un teléfono celular. Alguien lo quiere
extorsionar a cambio de quedarse con su dinero.
La película responde a pautas convencionales del género que
transita. Está muy bien escrita, muy prolija y su desarrollo tiene una lógica
creíble, con lo cual el espectador se engancha y sigue con entusiasmo el
desarrollo de la misma. Obviamente, la
actuación de Neeson, como siempre, es creíble dando vida a ese hombre amenazado
encerrado en un auto que sabe que cualquier desafuero que haga puede ser
sancionado con la muerte.
Lo cierto es que el interprete se ha transformado en un actor
fetiche del cine inglés, y particularmente, prácticamente participa de casi
todas las películas inglesas que se estrenan en nuestro país, y que conforman
en su mayoría, una canasta de cine de acción y suspenso, más alguna otra donde no
oficia como principal interprete de ese rubro tradicional que es el policial
negro. Dirigida por Nimrod Antal, también adaptador del guion, un
hombre con experiencia proveniente de la televisión donde dirigió, entre otros,
episodios de Stranger Things.
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