VENGANZA SILENCIOSA de John Woo
LA JUSTICIA PROPIA
La justicia es la satisfacción que se toma
del agravio o daño recibidos. Los
países organizados creen en ella. Es uno de los poderes del Estado, ello es el poder
Judicial, el cual garantiza el derecho de igualdad de los habitantes de un
país.
Pero existen otras miradas, no regidas por
la ley sino por los sentimientos, que consideran que el agraviado pudo haber sido
lastimado en lo más íntimo, en lo más querido, y en consecuencia, la legalidad
no responde al sentimiento de justicia que recibe el ofendido.
Ello genera una necesidad de justicia particular,
fuera de los órganos legales, que se materializa comúnmente por el denominado uso
de la mano propia. A esa manera de justicia, se le llama venganza.
John Woo, el afamado
director chino de súper acción, hongkonés para ser exactos, está de vuelta con
este film simple y riguroso, moderno, entretenido, un trabajo de montaje armado
en una moviola, es una película que adquiere ritmo hecha corte tras corte,
avance por avance, que narra una simple venganza que encierra la necesidad de
hacer justicia por mano propia.
Es que no toda ofensa
puede ser perdonada. La víctima de una agresión a veces, no sobrevive a la
misma. Sus consecuencias son absolutamente personales, singulares.
Para poder dar paz a su
vida un hombre busca venganza. A ese
alguien le han quitado lo más querido, es decir un hijo de tres años, el
cual ha sido alcanzado por una bala perdida en medio de una balacera entre
patotas.
La película toda se
concentra en esa noche de venganza, que después de haber velado a su hijo, el
hombre sale desesperado a buscar en las calles desiertas aquellos delincuentes
que le han quitado la vida. La desesperación de ese hombre no tiene límites. Su
decisión es vengarse. Vaga por horas durante toda la noche en la búsqueda del
asesino. Hasta que por fin da con ellos.
El film huele a una de las
primeras obras de Bronson, tales como El
Vengador Nocturno, en versión actualizada. En manos del maestro hongkonés, el film se transforma en un
ejercicio de estilo de un cine muy moderno que hace brillar a un policial
resuelto en una moviola, donde el montaje adquiere rápidamente velocidad
determinando el ritmo de la película.
El género policial se ve
agradecido dado que el film adquiere un ritmo frenético que retiene al
espectador en su butaca, obvia el minimalismo de la propuesta, rescata el
sentido de entretenimiento, la acción no para nunca y el espectador sale del
cine satisfecho porque acaba de ver un film de un gran maestro, aunque intuya
el resultado desde el principio.
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