viernes, 28 de junio de 2024

LA CONVERSIÓN de Marco Bellocchio

JUDAISMO Y CRISTIANISMO

Bellocchio es un director de larga fama cuya carrera comenzó con una obra  de arte (Con las Manos en los Bolsillos) que lo catapultó rápidamente a la primera línea de los realizadores italianos de la década del 60, más precisamente en 1966, que lo alineaba como uno de los precursores más inquietos e interesantes del nuevo cine italiano que buscaba diferenciarse del movimiento neorrealista. Sumamente crítico de su época, ya sea militando políticamente en la izquierda, o realizando un cine tan pasional  como controversial.

Su cine es de choque, hace pie en los extremos, y su capacidad narrativa es sólida. Ahora está en cartelera con su nueva obra, La Conversión, una película basada en un suceso real ocurrido doscientos años atrás cuando un niño judío es raptado para ser  entregado y convertido a la fe católica por la intervención de una mucama de una familia judía adinerada. La historia narrada sucede en Bolonia, Italia en 1852, cuando el país era parte del Estado Papal, cuya cabeza era el Papa Pio IX. El episodio es conocido como “El Caso Mortara”.

El niño se inició en la fe de sus captores  e incluso tomó sus hábitos. El director enmarca a su protagonista como un rehén religioso que se convierte a la fe de su captor, llegando a transformarse en un sacerdote católico, falleciendo a los 88 años en la ciudad de Lieja en Bélgica.

La película avanza dividida en tres partes de la vida del protagonista: su niñez, su adolescencia y su adultez.  La acción comienza en el barrio judío donde un niño de esa pertenencia es raptado presuntamente por un fanático católico. El segundo bloque relata el esfuerzo de la familia por recuperar a su hijo. El tercero muestra la vida de ese adulto que finalmente logra volver a encontrar a sus padres.

Narrando en forma rápida, sencilla, y directa, el director asume un carácter confrontativo. Lo hace desde un principio y lo mantiene hasta el final. En ese aspecto, sobresalen dos cualidades de su cine. Por un lado, la objetividad de la narración, relatando un hecho de características policiales, utilizando un estilo directo y lineal al mejor estilo periodístico. Por otro, destacan los detalles visuales de la puesta en escena, donde concentra la acción en espacios cerrados apenas iluminados por la luz que filtra una ventana donde el protagonista pena su culpa encerrado en una pequeña vivienda que limita obviamente su libertad.

El rapto del niño se da a conocer y aparece en los diarios de la época. No obstante la actuación policial es mínima. Allí refleja el poder de la iglesia que no solo hace caso omiso a la situación, sino que con el correr de los años tampoco hubo respuesta por parte de organizaciones tales como las de defensa de derechos humanos.

Bellocchio vuelve a sus fuentes generando un film que no puede pasar inadvertido. No solo destaca por la importancia de su tema, sino también por su puesta en escena, sencilla, austera y donde prevalece en todo momento la incógnita de ese niño que se vuelve adolescente, y más tarde un adulto que bajo el poder papal,  evita todo gesto de rebeldía y se somete al poder de una iglesia que no es la suya,  donde su principal carencia es la falta de compromiso con sigo mismo y sus orígenes.

Posiblemente será una de las mejores películas del año, donde destaca el estilo de su director, que con honestidad e inteligencia, refleja una oscuridad que lo cubre todo, y en consecuencia, permite el dejar hacer, dejar pasar de una sociedad que parece adormecida, lejos de la realidad. El film no solo refleja coherencia sino también, estilísticamente, busca reflejar la oscuridad de una época vergonzosa. La excelente dirección del cineasta, pone en imágenes una historia real donde prevalece la oscuridad. El público encontrará una película de marca mayor, y sobre todo, uno de los mejores trabajos  de un hombre que,  formado en el neorrealismo italiano, sigue evolucionando y   realiza un cine vital, vigente y fiel a sí mismo.

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