
A partir de ese film, Caetano y Stagnaro se separan y comienzan
a realizar películas cada uno por su propia cuenta. Caetano asombra con Bolivia
(2001), siempre dentro de una línea de cine testimonial, y particularmente
sobresale un año más tarde, en 2002, con su excepcional “Un Oso Rojo”, donde se
adentra en el cine de género y particularmente en el policial negro. Más tarde,
su filmografía se vuelve errática entre trabajos para el cine y la televisión,
de las cuales en cine se destaca Francia (2009), y NK: El Documental (2013).
Ahora vuelve con un film que responde al policial negro. “El Otro Hermano” es una metáfora sobre una
Argentina corrupta, que a pesar de caer en las reiteraciones de cierto cine maniqueista
donde el malo y corrupto de la película siempre debe ser un ex militar retirado,
en este caso correspondiente a la fuerza aérea, que sigue viviendo de los curros y de la gestoría
relacionadas con la muerte y desaparición de personas. La diferencia es que las
aludidas desapariciones son producto de secuestros actuales que dicho personaje
mantiene vigente como modus vivendi, y que no responde a ningún fin político sino
puramente económico y de carácter absolutamente personal.
Con un guión algo flojo y previsible de Nora Mazitelli, una
mujer de gran experiencia en la televisión argentina, y del mismo Caetano, el
film se basa libremente en la novela de Carlos Busqued “Bajo Este Sol Tremendo”,
y se eleva por sobre el guión dada la enorme capacidad expresiva del director. Inspirado
en el cine negro americano, y sobre todo en los extraordinarios planos del western
italiano de los ´60, Caetano produce una narración ejemplar que atrapa y
apasiona al espectador por su coherencia y ritmo narrativo. Nada está fuera de
lugar en el trabajo de Caetano. Todo está contado a su tiempo y en el preciso
momento. Consecuencia de ello, es tal vez su mejor film desde El Oso Rojo, y
posiblemente, no llega a la altura de aquel trabajo dada la gran diferencia que
hay en la actuación. Claramente Sbaraglia no es Julio Chavez.
No obstante ello, el film está muy bien actuado, sobre todo en
los papeles de soporte: Angela Molina, Pablo Cedrón y Alian Devetac descuellan
en sus roles respectivos. Pero es en la dupla principal donde está el déficit,
principalmente en la actuación de Leonardo Sbaraglia, totalmente incontenido
por Caetano, donde hace recordar la desmesura del Gian María Volonte interpretando
al descontrolado Chuncho de “Yo Soy La Revolución” de Damino Damiani (1967).
Sale mejor parado Daniel Hendler en su papel de Cetarti, el hijo del deudo, un tipo
algo extraño y medio inocentón que llega al pueblo con el único objetivo de hacerse
de unos pesos provenientes de un seguro y largarse a vivir otra vida en otro país.
No es casual esa voluntad que querer mandarse a mudar.
Gran parábola sobre la corrupción, la ambición y la
decadencia, este film de Gaetano tiene la virtud de transformarse en un fresco
sobre la sociedad argentina. Un país donde el trabajo sigue escaseando, en el
cual el vivo vive del sonso y el sonso de su pobre trabajo. Pero va más allá de
eso, y generaliza sobre la criminalidad, sobre la pérdida de valores que
alcanza también a la gente joven, sobre el poco o nulo valor de la vida, sobre
la indiferencia hacia el otro, y de la absoluta normalidad con que el crimen
convive con la legalidad. Incluso, al localizar la filmación en un ambiente
rural y pueblerino, el film se adentra en la perdida de los valores más profundos
donde solo se observan campos yermos, caminos poseados o casi destruidos, y un
abandono generalizado que ahuyenta cualquier posibilidad de esperanza. Es el
retrato de un país en ruinas.