sábado, 26 de mayo de 2018

ANIMAL de Armando Bo


CADA HOMBRE TIENE SU PRECIO

Animal es la historia de un hombre afectado por una enfermedad renal detrás de cual se esconde una interesante metáfora social.

Antonio, interpretado por un contenido Guillermo Francella, es Gerente de un frigorífico en Mar del Plata. Casado con Susana (Carla Peterson) ha formado una hermosa familia con tres hijos y vive en una cómoda casa en un barrio residencial de la ciudad. Repentinamente, ante un desmayo durante sus ejercicios matinales, los médicos le diagnostican una nefrosis, es decir una enfermedad grave de los riñones que le requerirá un trasplante. Su vida cambia drásticamente y pasa a formar parte de una lista de espera. El que espera, desespera. El hecho lo vuelve literalmente loco. Saldrá a buscar un riñón por su cuenta.

Con un sólido guión de la dupla Bo-Giacomone (antes trabajaron juntos en El Último Elvis, la película anterior de Bo, como así también en los guiones de Biutiful y Birdman dirigidos por el mexicano Alejandro Gonzales Iñarritu – por este último trabajo ganaron el Oscar 2014 al mejor guión original), Bo encara esta nueva experiencia logrando una película interesante que se columpia entre el drama personal y la crítica social.

El film comienza con un ejemplar plano secuencia en el cual se presenta la familia y el estilo de vida del protagonista. Ese plano lo pinta todo, desde la casa donde viven hasta el estado de las relaciones familiares en las que se aprecia cierto estado de felicidad aparente parecido al de las tiras publicitarias. Así mismo destaca el dibujo de los personajes, el ritmo sostenido durante todo el metraje y la ausencia de esos silencios estirados tan típicos de nuestra filmografía. Antonio es un hombre exitoso, un gerente de clase media acomodada que vive en el barrio más caro de la ciudad.  Su mujer es la típica ama de casa que goza del confort que le brinda su marido y se encarga de la crianza de los hijos. Los niños son el futuro y el mayor de ellos, ya está pensando en seguir sus estudios fuera de la ciudad.

Con una importante experiencia adquirida en el exterior, la dupla Bo/Giacobone demuestra en Animal sus habilidades de escritura. El guión de Animal es sólido, coherente, y por lo tanto, creíble. Nunca cae en puntos muertos y la continuidad de las escenas transcurre con espontaneidad.

El protagonista, Antonio Decoud disfruta de todas las comodidades de un típico burgués de clase media. Es un hombre que lo tiene todo y de la noche a la mañana se encuentra al borde del abismo. En él aparece un espíritu de sobrevivencia que lo lleva a transformarse en el animal que menciona el título. Al ver que la lista de donantes no avanza, decide comprar un riñón por su cuenta. Lo cierto es que en él se produce una metamorfosis. En la lucha que entabla aparece lo peor de un ser humano, un proceso de corrupción que lo lleva a ponerle un precio a la vida. Lo notable del caso es que el pordiosero que le ofrece su riñón es tan especulativo como él. Si bien la puesta en precio de un riñón puede verse como una consecuencia de la lucha de clases, también es cierto que podría decirse que todo tiene su precio más allá de cualquier tipo de desintegración social. Hay aquí cierta decepción simplemente por el ser humano.

Esta historia de lucha por la vida también puede ser vista como una gran metáfora de nuestro país. El edificio tomado donde vive el pordiosero que está dispuesto a vender su riñón es el famoso Chateau de Fontenac, un palacete construido hace 110 años y que fue una obra arquitectónica que caracterizó a Mar del Plata a principios del siglo pasado cuando la ciudad se transformaba en el balneario predilecto de las clases altas de la sociedad. Otrora vivienda de una de las familias más pudientes de la Argentina, hoy ha devenido en albergue clandestino de linyeras. Un signo inequívoco no solo del deterioro del inmueble sino de la descomposición social que ha sufrido la ciudad, que lamentablemente se hace extensivo al resto del país. Bo no solo utiliza un símbolo de la ciudad para marcar los signos de la decadencia sino también que aprovecha la ciudad y su costanera para llenar la pantalla de tonos grises. Mar del Plata deja de ser la ciudad de turismo veraniega para convertirse en la ciudad de Antonio, una ciudad tan fría y solitaria como las tonalidades de la bruma del mar, de las olas que rompen contra las piedras del Cabo Corrientes, el asfalto de las calles desiertas, y ese viento húmedo de la costa que se cuela en el alma.

Metáfora sobre un hombre enfermo que vive en un país enfermo donde toda se mercantiliza, Antonio está dispuesto a comprar vida mientras haya alguien dispuesto a vender un riñón. Y como bien lo dice el tango, todo se ha transformado en un despliegue de maldad insolente, da lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. Antonio no se conforma con esperar su turno en la lista. Sale por su cuenta a buscarse un riñón. En esa actitud del personaje hay un abandono total de valores. Una falta de ética que señala que está dispuesto a todo. Pero del otro lado, encontrará a su par. Un pobre tipo que está dispuesto a vender un riñón.

En este camino hacia el infierno todo parece inducir que cada cosa y cada hombre tienen su precio. Pero un precio también reconoce un costo. Estamos ante la primacía del egoísmo. No importa cuánto uno sacrifica sino el resultado que se obtiene. Una sociedad que ya no se maneja por preceptos morales sino por objetivos. Como si no viviéramos en una sociedad sino en una empresa, la exaltación suprema del esfuerzo individual. Sin ética, sin valores. Sin importar el otro. Un país lleno de contradicciones cuyos habitantes quieren tener un Estado poderoso y protector pero a la vez viven evadiendo impuestos, trabajando en negro y eludiendo las reglas más elementales de convivencia.Un lugar todo se aplica a conveniencia.

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