martes, 11 de diciembre de 2018

COLETTE de Wash Westmoreland


LA ESCRITORA FANTASMA

Resulta interesante esta nueva película de Wash Westmoreland, que al igual que en Aún Alice, vuelve a trabajar con Richard Glatzer en un guión cuyo rol protagónico es una figura femenina. En aquella oportunidad, el papel de Alice, una mujer enferma tempranamente de Alzheimer, le permitió a Julianne Moore hacerse acreedora del Oscar 2014 a la Mejor Actuación Femenina. Ahora, interpretando magníficamente a Gabrielle Collette, una escritora del siglo XIX, Keira Knightley tendrá seguramente la oportunidad de tener el suyo.

El dúo Westmoreland / Glatzer vuelve sobre una escritora francesa que escandalizó a Europa entre fines del 1800 y comienzos del 1900, una campesina educada que llega a Paris de la mano del editor Henri Gauthier-Villars, transformándose en su escritora fantasma, para luego salir a la luz con su propia firma, escandalizar en el teatro de variedades e incluso incursionar como periodista de guerra.

Es que Sidonie-Gabrielle Colette fue una rebelde que se fue desatando de sus prejuicios de clase durante su adolescencia en la misma campiña francesa que la vió crecer. Más tarde, cuando comenzó a intimar con el amigo de su padre, el editor Gauthier-Villars, contrajo su primer matrimonio. Poco a poco, fue tomando conciencia de que ese matrimonio no la satisfacía ni sexual ni intelectualmente. Por entonces, había comenzado a disfrutar de las relaciones lesbianas, e intelectualmente, se sentía contrariada por no hacer valer sus derechos sobre de los libros que escribía (la saga de Claudine) editados bajo el nombre de su marido ni sobre la posibilidad de escribir sobre otros temas que le interesaban. No obstante ello, fue rompiendo sus ataduras. Primero comenzó a firmar sus propios escritos y luego, comenzó a hacer teatro. En 1906 se divorcia de su primer marido y hacia 1910 tuvo un éxito importante en la puesta La Vagabunda, en la que asumió plenamente su bisexualidad. En 1911 vuelve a contraer matrimonio con Henry de Juvenel, un periodista de Le Matín, diario para el cual escribe hasta que estalla la guerra. Después de un tercer matrimonio con un hombre de origen judío que padeció los campos de concentración nazi durante la Segunda Guerra, Colette contraerá una infección en una de sus caderas y fallecerá en 1954.

Colette, la película, no abarca toda su vida sino el periodo que va desde su adolescencia rebelde en su casa paterna en la campiña francesa hasta que su matrimonio con Gauthier-Villars entra en una crisis terminal en la capital francesa, mostrando a la pareja como dos libertinos que revolucionaron el arte de las letras y el teatro a la vez que se transformaron prácticamente en precursores de los llamados años locos en Paris. No obstante ello, subyace en el film un Gauthier-Villars contradictorio cuya mentalidad es la de un hombre dominante que en el campo de las letras le impone a su mujer su firma transformándola en una escritora fantasma. Este no es un detalle menor. Colette no es una mujer que pueda ser ni fantasma ni estar a la sombra de nadie. Sin embargo, a través de los años y varios libros, Colette reclamará sus derechos autorales a su marido trasformando ese pedido en un reclamo disparador de una serie de desencuentros de la pareja que marquen el principio del fin de la misma.

Si bien el film se basa en dos figuras de características escandalosas, no es el escandalo lo predominante en la película. Los protagonistas son personas educadas, de raíces literarias, y sus actos son mostrados con tal naturalidad como si sus protagonistas fueran agentes de un cambio que inexorablemente pedía la sociedad. Es interesante confrontar estos cambios que afectaban en lo moral con los cambios que paralelamente se afianzaban en Inglaterra en sentido contrario. En aquel país, el gobierno de la Reina Victoria (ya viuda y muy mayor de edad), dejaba un legado totalmente contrapuesto al punto tal de que cuando hoy en día hablamos de moral victoriana nos referimos a un conjunto de valores que engloban represión sexual, baja tolerancia al delito, y un gran respeto a las conductas sociales.

Westmoreland hace permanente incapie en la doble moral de la época. Maneja el relato de manera fluida, entretenida, en forma lineal concentrando la acción en los dos personajes principales, con una notable reconstrucción de época, y sobre todo apoyándose en las muy buenas actuaciones de Keira Knightley y Dominic West, debiéndose reconocer también el excelente subrayado musical de Thomas Adés, en su segunda incursión en la composición de una banda sonora después de esa delicia que fue “Mozart in the Jungle” (serie de televisión producida por Amazon), y la notable fotografía de Giles Nuttgens, el gran fotógrafo inglés de “Hell or High Water”, donde prevalecen los tonos ocres, que dan al film una fisonomía de época que hace recordar a algunos diarios  y revistas que imprimían su tirada en marrón y blanco.

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