lunes, 15 de abril de 2019

VIVIENDO CON EL ENEMIGO de James Kent


SOBRE LA GUERRA Y EL DOLOR


Suburbios de Hamburgo, Alemania, en 1946. La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar y los ejércitos aliados están tratando de imponer un orden en la ciudad en ruinas, donde el miedo de la gente, y el hambre provocado por la escasez de alimentos provoca una situación de inestabilidad e incertidumbre. 

La guerra ha terminado, no obstante quedan sus secuelas. El dolor se hace presente porque cada uno ha sufrido una perdida diferente. Este es quizás el tema principal de la película. En el fondo, no hay ganadores ni perdedores. Un grupo de naciones han ganado una guerra y otro grupo la ha perdido. Lo que queda son seres humanos que han sido participes de ella, que han sufrido sus consecuencia como también han provocado muerte y destrucción. Los muertos ya no volverán, pero han dejado un vacío. Heridas en carne viva que no han dejado de sangrar.

Los personajes de Viviendo con el Enemigo parecen estar regidos por un signo trágico, como si la pérdida determinara sus acciones y sus vidas. Cada uno de ellos vive su propio duelo, de manera diferente pero al mismo tiempo todos parecen arrastrar síntomas de culpabilidad. Por otro lado, aquello origina una necesidad de expiación de dichas culpas aunque por otro lado también aparezcan sombras de un sentimiento de venganza por el daño provocado.

Raquel Morgan (Keira Knightley) es una inglesa que llega a este lugar para reunirse con su esposo Lewis (Jason Clarke), un coronel británico que trabaja en la reconstrucción de la ciudad. Cuando arriba a su nuevo hogar, descubre que deberá compartir su nueva casa con su dueño original, un viudo alemán (Alexander Skarsgård) que vive con su hija.

Raquel es una sobreviviente del bombardeo de Londres. Su marido la hace traer a Alemania donde presta servicios y debe participar en el mantenimiento del orden y la reconstrucción de lugar con la esperanza de poder estar juntos y comenzar a escribir un futuro. En esta atmósfera cargada de odio, la enemistad y el dolor darán paso a la pasión y la traición.

El guión de Joe Shrapnel, Anna Waterhouse y Rhidian Brook basado sobre un libro de este último esta notablemente llevado a la pantalla por el director James Kent, un hombre de larga trayectoria en la televisión británica y que posee un solo largo estrenado en la Argentina en DVD que se titula Testamento de Juventud (2014). Kent maneja el material con prolijidad. Sabe mantener el suspenso de la trama y su cine hace recordar al cine de David Lean, el director de Breve Encuentro (1945) y Dr. Zhivago (1965), películas en la que prevalecía una atmosfera intimista más allá de la gran historia que contaban.

Aquí, como en aquellas películas de Lean, el triángulo amoroso está presente al igual que un ambiente intimista. También lo están aquellos personajes que se desarrollan en una ambiente extremo como lo es una posguerra. En el film prevalece la idea que en la guerra no hay triunfadores sino solo perdedores, amores clandestinos y traiciones inesperadas, la muerte siempre presente y la ansiada reconstrucción es solo una forma de olvidar un poco y poder comenzar de nuevo. Todo ello constituye combo temático que el cine y la televisión británica siempre han manejado con maestría. Consecuencia de ello, la película resulta interesante, entretenida, muy bien actuada (el de Raquel Morgan parece escrito a medida de Keira Knightley), en la que también se debe destacar la muy buena banda sonora de Martin Phipps y una brillante fotografía del alemán Franz Lustig, plena de tonos grises y acerados que contribuyen en forma importante con el ambiente que recrea el director.

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