Peter Bogdanovich fue
invitado especial del Bafici hace dos años. Su conferencia en el Centro
Cultural Recoleta fue uno de los acontecimientos cinematográficos y culturales
del año, a la par de haber sido una de las conferencias más atractivas por la
simpatía, claridad de conceptos y anécdotas que desplego el invitado.
Ahora, dos años más tarde,
Bogdanovich, un hombre de casi 80 años, nacido en Nueva York, Estados Unidos de
América, estuvo presente de otra manera. Presentó en la Sección Trayectorias su
último film. Un documental sobre la vida y la filmografía de Buster Keaton.
Bogdanovich es un hombre
polifacético cuya actividad, centrada en lo cinematográfico, pasa también por la
historia, la actuación, la producción, la crítica y la dirección de cine,
obviamente su metier más conocido entre nosotros. Además, es uno de los mayores
exponentes del cine de autor americano, formando parte de la generación del `70,
un grupo independiente de directores que renovaron el cine americano durante
esa década como Eastwood, Allen, Coppola, De Palma, Scorsese, Ferrara, Cimino,
Friedkin, Spielberg y Lucas.
Como
crítico cinematográfico, entrevistó a docenas de directores, incluido Orson
Welles (con un libro sobre su vida y obra), de quien se dice fue su amigo.
Ahora regresa con el documental mencionado que sin lugar a dudas es una nueva gema
en su filmografía, que además, despertará el interés de toda aquella vastedad
de cinéfilos, sobre todo los más jóvenes, que no han tenido la oportunidad de
gozar de este verdadero maestro del cine mudo.
Bogdanovich
pasa revista cronológicamente tanto de la vida como de la obra de Keaton. Pero
fundamentalmente se detiene en el estilo del autor, una forma de llegar al humor
a través de un mecanismo que centra la atención en la rutina, en la forma
mecánica aplicada con total sentido de la inteligencia, un acróbata con un
rostro inexpresivo, construyendo una obra que parece un preludio de Tiempos
Modernos de Charles Chaplin, porque de alguna manera, todo ese humor basado en
la mecanización del gag parece tener un origen en la observación de la
mecanización industrial.
Para Keaton, su cine no hacia otra cosa que copiar la vida. Y su
propósito, era ironizar sobre su sentido. Su logro fue llevar a la pantalla el
acto vital en vivo. De hecho, él mismo era el actor principal de sus comedias.
Sus actuaciones carecían de dobles, exponiéndose él mismo en las filmaciones.
Diseñaba trucos insólitos. Una escena genial que muestra la película es el
derrumbe de un edificio que se viene abajo sobre él, quedando parado sin
recibir rasguño alguno dado que sobre él pasa una ventana abierta. Varias
escenas de distintas películas confirman su genialidad, sin abandonar nunca el
viso realista del gag.
Como
genio del cine mudo, esta etapa de su vida muestra su mayor interés. Pero su
obra no se detiene allí. Tal como Chaplin continúa su carrera en el cine sonoro,
Keaton también continúa la suya aunque en esta etapa prácticamente no dirige y
se limita a la actuación. La mayor parte de las veces haciendo de sí mismo,
dando un toque de comicidad a un film que requería del inolvidable estilo
Keaton.
Keaton
falleció en 1967. Su humor provenía de su visión de la realidad y cierto
sentido de la ironía. Nunca caía en lo vulgar y mucho menos en la humillación
de sus pares o de quienes lo acompañaban en la escena. El centro del gag era el
mismo, actuaba más con sus ojos que con su cara y el gag se basaba en la
inteligencia del movimiento. Era eminentemente cinematográfico.
Había
visto de Keaton tan solo El Maquinista de La General. Obviamente una
genialidad. Pero éste que ha realizado Bogdanovich me ha parecido
extraordinario porque permite apreciar la obra completa de este autor cuya obra
como director prácticamente se concentró durante la época de mudo aunque como
actor continuo filmado hasta pocos meses antes de su muerte en 1967. Para Peter
Bogdanovich un hip, hip, hurra muy grande por rescatar del olvido a este
inmortal creador.
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