viernes, 16 de agosto de 2019

LA ODISEA DE LOS GILES de Sebastián Borensztein



EL ESTAFADOR ROBADO

A partir de una novela escrita por Eduardo Saccheri, la cual recibió el premio Alfaguara 2016, que se inspira muy libremente en los sucesos que generó el corralito financiero de diciembre de 2001, Sebastián Borensztein encara su quinto largometraje con suerte diversa.

Reuniendo un gran elenco de notables actores capaces de componer personajes al borde de la caricatura, hace correr una fluida trama de características corales, imbuida de un espíritu de necesidad de justicia que termina generando una especie de venganza.

Los giles a que alude el título del film no son otros que las propias víctimas que generan las pésimos manejos de las arcas públicas de los sucesivos gobiernos que nos han tocado en turno, que aplicando políticas de carácter populista con el ánimo de contener al pueblo terminan por vaciar las arcas del Estado y en consecuencia se ven en la necesidad a recurrir al viejo recurso de hacer una macro devaluación del peso y congelar depósitos bancarios para devolverlos 10 años después.

El film habla indirectamente de la injusticia social que provocan estas políticas y desarrolla, basándose en los personajes de Saccheri, un grupo muy querible de victimas de aquel flagelo compuesto por diferentes prototipos del ser nacional, inclusive con distintas afinidades políticas, que llegan a unirse fraternalmente para recuperar el dinero que el corralito financiero les ha quitado haciendo justicia mediante una venganza en la cual el propio estafador se vuelve víctima de un robo.

Esta cuestión de la unión de caracteres tan diversos es tal vez unos de los puntos más fuertes y positivos que experimenta el film, dejando muy claro que la unión hace la fuerza, pero también, enfatizando que no solo la fuerza logra el objetivo sino también el respeto del uno por el otro, donde el escuchar a los demás no solo infunde respeto sino nutre a uno mismo.

Con un guión que se estructura en base a una narración clásica tipo western suburbano, los mayores méritos de la película se encuentran en el gran entretenimiento que proporciona desde principio a fin del relato. Condimentada con personajes muy bien delineados dentro de un tono tendiente al grotesco criollo, con diálogos agiles, replicas punzantes y graciosas, y con actuaciones que sin lugar a dudas componen personajes delirantes que resultaran inolvidables, el film avanza casi sin obstáculos hacia el aplauso mayoritario de la platea.

No obstante ello, la gran crítica que cabe cuestionar es la mirada naif que provocan estos seres desangelados, solos, perdidos, desorientados. Parecerían ignorar que si votan populismo, a la larga, recibirán populismo. El Estado Nacional gasta más que lo que recauda, genera déficit fiscal, y obviamente, toma deudas o lo que es peor, emite dinero sin respaldo. El peso se devalúa, la economía genera inflación, la gente toma conciencia, comienzan las corridas bancarias, y finalmente el Estado, impone un “corralito” a los depósitos bancarios tomando a todos por sorpresa.

El guión de Borensztein toma estos elementos, los banaliza, crea personajes que por definición son víctimas sociales, y los une en torno a un proyecto que no es más que otro robo, esta vez, a un estafador. No por ser un estafador la acción de restitución deja de ser otro delito. Entramos en aquel dicho que dice que el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón.

No sé si la intención de Saccheri o de Borensztein fue señalar el carácter inmoral de toda una sociedad. Honestamente creo que no. Pero la película termina siendo banal al meter a todos sus personajes en una misma bolsa de la que raramente podrían sacar un resultado que tuviera que ver con el respeto de la ley y la satisfacción de un clamor de justicia. Y lo que es peor, se justifica a quien hace justicia por mano propia cuando en realidad, el contrato social ha determinado que la justicia estará en manos de los jueces.
Por otra parte, cabe agregar que un gil es una persona fácil de engañar. Una mirada más profunda del film deja entrever que no siempre las víctimas son giles sino personas que han estado dispuestas a tomar un riesgo mayor, a pensar que “total va a pasar nada” o “el Estado no puede quebrar”. Pero la historia continúa y se repite. La perseverancia en el error de apreciación es lo que nos lleva a esas situaciones sin salida.

Entretenida, siempre interesante, con grandes actuaciones de todo el elenco, Borensztein consigue realizar un film que sin duda será exitoso pero que tal vez esté por debajo de sus anteriores trabajos, especialmente de Un Cuento Chino, y deja un gran interrogante sobre la moral social en Argentina. Robar a un ladrón no constituye un acto de justicia.

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