Salí encantado de ver este interesante nuevo film de Nanni
Moretti, el director italiano aclamado por Caro Diario (1993), La Habitación
del hijo (2001) y esa maravilla del 2015 que fue Mia Madre. Su cine ha estado
en permanente mutación. En la década del `90, Moretti era un cómico que
ensayaba en forma fílmica. A partir del cambio de siglo, comienza a hacer una
introspección, y aparece con La habitación del Hijo, un drama familiar de
características mayúsculas. Un film donde la muerte de un miembro de la familia
deja sin sentido la vida de los demás. Su film resulta ser ganador de la Palma
de Oro en Cannes. Hace tres años volvió a deslumbrar con un tema similar con Mi
Madre. Ese mismo" yo" de Moretti reaparece ahora en un film
intimista, emotivo y personal que pareciera ser la segunda parte de su
"Caro Diario", pero con una gran diferencia. La propuesta es ahora un
paseo interior que mueve su conciencia política, que produce en él sentimientos
encontrados que lo llevan a pensar acaso, sobre la idea de la “muerte del
ciudadano” y “la migración”.
Estamos, ante todo, analizando un documental de carácter
político que analiza un hecho muy especial, de carácter humanista y clandestino,
ocurrido durante la dictadura de Pinochet en Chile después de la caída del
gobierno popular de Salvador Allende, ello es la instalación de un centro de
refugiados chilenos creado en la propia embajada italiana en Chile.
Con mucho tacto, casi con un espíritu didáctico, Moretti divide
su film en tres momentos diferentes: 1) Los sucesos que originan la caída de
Salvador Allende, 2) La enorme represión iniciada por el General Augusto
Pinochet, a cargo del nuevo gobierno chileno, y 3) la intervención de Italia en
el conflicto chileno dando refugio a perseguidos políticos.
El film se nutre de diferentes fuentes, entre las cuales
están las opiniones y recuerdos de diferentes perseguidos políticos entre los
cuales se encuentran Patricio Guzmán y Miguel Littin, ambos directores de cine
chilenos cuyas obras cinematográficas han dado un gran testimonio de lo
ocurrido. Moretti usa parte de ese material no solo para recordar aquella época
sino para reivindicar la acción humanitaria que generó el gobierno italiano
amparando a cientos de militantes comunistas.
Es así como el cineasta comienza a describir una parábola para
el recuerdo que va desde lo político a los sucesos represivos más violentos,
salvajes y totalitarios para terminar en una visión humanista del problema. De
esa manera, recorre los años 70 mostrando el triunfo de Allende y su intento reformista,
la alta conflictividad generada toda vez que el caudal electoral de Allende apenas alcanzó al 36 % de los votos, terminando
en una situación política y social insostenible que indujo el salvaje Golpe de
Estado del 11 de setiembre de 1973.
Con gran lucidez narrativa el director italiano culmina su
análisis narrando un pequeño episodio ocurrido en medio de aquella gran
tragedia. Partiendo de una situación de alta conflictividad política y social,
se cae en una represión sangrienta de una ferocidad inusitada, que, no obstante,
da lugar a una intervención de carácter clandestino de la propia Embajada de
Italia en Santiago. Aquello permitió el asilo de unas 800 personas, las cuales,
en su mayoría, terminaron por exiliarse, tomando la ciudadanía italiana, y se
radicaron en aquel país que los recibió con solidaridad y trabajo. Una luz en
medio de la oscuridad. Un soplo de vida entre la desaparición y la muerte. Una
historia tremenda sobre la pérdida de un sueño, el desarraigo y el volver a
empezar en un país extranjero.
No obstante ello, lo interesante del film de Moretti es
resalta la aventura humana. La mirada que termina prevaleciendo es la de un
humanista, más allá de las nacionalidades, del exilio, de las etnias, del
lenguaje, del pensamiento político, la del hombre que solo busca un bienestar,
para él y su familia, integrarse a la sociedad y ser parte de ella. Vivir en
una sociedad que garantice la igualdad y sobre todo, la libertad.
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