UN MUNDO PERRO
Matteo Garrone es un director italiano de 50 años que ha ganado
los premios más importantes del cine italiano en los últimos 10 años. En 1996
se hizo acreedor del Sacher de Oro por el cortometraje Silhouette (1996), en
2008 es galardonado como el Mejor Director tanto en los European Film Awards como
en la entrega de los David di Donatello en Italia donde es reconocido por su
labor en Gomorra. En 2012 llega su consagración al ganar la Palma de Oro en
Cannes por su film Realidad. Ahora, en Buenos Aires, se estrena su última película,
Dogman, presentada en el Festival de Cannes de 2018 que ganó el premio al mejor
actor por la extraordinaria labor de Marcello Fonte.
Dogman es una parábola sobre una sociedad salvaje. Una
mirada desesperanzada sobre la animalidad del hombre moderno. Narra la historia
de Marcello, un peluquero canino divorciado de su mujer con quien ha tenido una
hija de unos 8 años con quien mantiene una excelente relación y comparte la
pasión por el buceo. Por otra parte, tiene una relación de amistad con Simoncino,
un grandote maleducado y drogón que no es bueno para nada.
La inteligencia del guión de Garrone hace que el mismo gire
en torno de la figura de Marcello. Ello permite el lucimiento de Fonte no solo
en la actuación, sino también la profunda pintura que hace de su personaje
principal, en cual, llevado por Simoncino y la droga, comienza un camino de degradación
personal hasta transformarse él mismo en un animal.
El problema de Marcello es que su amigo es también un
acosador que lo lleva y lo obliga a transitar por la vía del delito. Hay en esa
relación una sumisión por parte de Marcello respecto de Simoncino, pero la relación
entre ambos cambiará drásticamente después que éste último tenga que pasar una experiencia
extrema.
El film realiza una pintura que evoca cierto neorrealismo que
hace recordar a Passolini. Específicamente, en algunos pasajes del film, a “Mamma
Roma”. Marcello realiza una trayectoria parecida. Un ser errante que parece no
tener un objetivo claro en la vida, como si su existencia se escindiera en dos
mitades, una buena y una mala que son incapaces de conciliarse. Pero además, parece
haber un destino inevitable relacionado con la pertenencia a una clase social.
Es como que sabemos que inexorablemente ese andar de Marcello siempre encontrará
un obstáculo por delante que está determinado por una cuestión de clase.
Y en ese destino hay un determinismo tal que nos hace saber
que por más que el personaje tiene un lado bueno, en el que prevalece el amor
por su hija, su placer por el buceo, o el afecto que siente por los perros a quienes
cuida, alimenta, embellece, y hasta cura sin ser un veterinario, todo eso no
alcanza ni alcanzará nunca para poder salir de lo estanco debido a una
situación social que es inflexible y no da oportunidades.
Las tomas largas, mostrando a los personajes perdidos en el
paisaje, las casas teñidas de grises por la humedad cercana de la playa, los
charcos de agua consecuencia de una asfalto carente de mantenimiento, enmarcan
esta historia de marginales que nunca podrán salir de ese pequeño mundo que los
rodea y encierra, sobretodo porque no solo son esclavos de una sociedad que los
mira con indiferencia sino también porque comienzan a ser esclavos de una droga que los anula y despersonaliza.
Gran película de Matteo Garrone. Una película audaz y
adulta a la vez. Una mirada cálida sobre una estado de situación patético que
habla de muy poca esperanza y nulidad de salvación. Para pensar.
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