viernes, 1 de noviembre de 2019

AMANDA de Mikhael Hers

DESPUES DE LA TRAGEDIA

Un antes y un después. Dos momentos diferenciados por un golpe terrorista perpetuado en un Parque de París.

En el antes, Amanda, una pequeña niña de unos 7 años, mimosa e inteligente, magníficamente interpretada por Isaura Multrier, comienza a ir al colegio. Su madre, Sandrine y su Tio Vincent se turnan para esperarla a la salida del colegio coordinando los horarios disponibles en función de sus obligaciones laborales. El film describe la vida cotidiana de tres personas comunes, simples cuyas rutinas transcurren sin demasiadas emociones, donde el hecho más importante sobrevivir día a día y ver crecer a esa niña cuyos padres están separados.

Sandrine es traductora y maestra de inglés en una academia. Para ganar unos francos más, hace traducciones en su casa. Vincent trabaja para la Municipalidad de Paris podando árboles y arreglando canteros. En sus momentos libres, ayuda en una inmobiliaria. Su vida carece de mayores responsabilidades. Es un hombre joven en busca de aventuras.
De golpe, un fin de semana en un parque, la tragedia se cierne en torno a ellos. La madre de la niña muere, su padre no aparece, y su Tio Vincent se debe hacer cargo de su crianza no sin antes pensar en un internado.

En el después, la película se concentra en la recomposición de los sobrevivientes donde la asumir nuevas responsabilidades y recolocar los afectos estará en primer lugar. Es una descripción minuciosa de pequeños momentos que intentan volver a unir todo aquello que se ha roto, que se ha modificado en esas almas que han sobrevivido a la tragedia, pero que les ha cambiado brusca y definitivamente toda su vida.
Ya nadie puede ni vuelve a ser el mismo. Volver a encontrarse aparece como una prioridad. Habrá una serie de reencuentros. El primero, el de Vincent consigo mismo. Debe hacerse cargo de la pequeña Amanda. Esta solo y carece de medios pero toma conciencia que lo peor ya ha pasado. Ahora es un momento necesario de la reconstrucción de lo que ha quedado. Los sentimientos hechos añicos y vivir con la ausencia de los seres perdidos es lo que hay que aprender.

El film es minucioso y está construido de pequeños momentos. Es un film íntimo, donde lo que ocurre es una catarata de sentimientos encontrados donde no queda lugar para ir hacia atrás sino solo para adelante. Volver a ser y hacerse cargo.  Muestra la necesidad de madurar aceleradamente, de asumir la realidad aunque lo cambios sean dolorosos. De buscar y reunir a la familia como apoyo de toda la estructura social.

No solo es admirable el trabajo de los autores del guion (el propio director y Maud Ameline), que han logado una estructura muy sólida que sostiene una avalancha de sentimientos encontrados narrados a partir de la necesidad de reconstruir la vida cotidiana. Pero lo más interesante, es que la película es capaz de transmitir el espectador esos sentimientos a través de pequeños gestos, una palabra, una sonrisa, una lagrima, una canción que suena, el reencuentro con alguien lejano que hace mucho que no se ve, un simple recuerdo que aparece. Es el otro lado de un drama contemporáneo.

La actuación de la niña Isaure Multrier es fundamental en la transmisión de esos sentimientos que a veces se esconden para ocultar la tristeza que sentimos. La película guarda en todo momento un gran equilibrio narrativo, pero ante todo descuella en mostrar sutilmente todo aquello que está oculto en el alma y no es visible a los ojos.

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