Un antes y un después. Dos momentos diferenciados por un
golpe terrorista perpetuado en un Parque de París.
En el antes, Amanda, una pequeña niña de unos 7 años, mimosa
e inteligente, magníficamente interpretada por Isaura Multrier, comienza a ir al
colegio. Su madre, Sandrine y su Tio Vincent se turnan para esperarla a la
salida del colegio coordinando los horarios disponibles en función de sus
obligaciones laborales. El film describe la vida cotidiana de tres personas
comunes, simples cuyas rutinas transcurren sin demasiadas emociones, donde el
hecho más importante sobrevivir día a día y ver crecer a esa niña cuyos padres están
separados.
Sandrine es traductora y maestra de inglés en una academia.
Para ganar unos francos más, hace traducciones en su casa. Vincent trabaja para
la Municipalidad de Paris podando árboles y arreglando canteros. En sus momentos
libres, ayuda en una inmobiliaria. Su vida carece de mayores responsabilidades.
Es un hombre joven en busca de aventuras.
De golpe, un fin de semana en un parque, la tragedia se
cierne en torno a ellos. La madre de la niña muere, su padre no aparece, y su
Tio Vincent se debe hacer cargo de su crianza no sin antes pensar en un
internado.
En el después, la película se concentra en la recomposición
de los sobrevivientes donde la asumir nuevas responsabilidades y recolocar los
afectos estará en primer lugar. Es una descripción minuciosa de pequeños
momentos que intentan volver a unir todo aquello que se ha roto, que se ha
modificado en esas almas que han sobrevivido a la tragedia, pero que les ha
cambiado brusca y definitivamente toda su vida.
Ya nadie puede ni vuelve a ser el mismo. Volver a
encontrarse aparece como una prioridad. Habrá una serie de reencuentros. El
primero, el de Vincent consigo mismo. Debe hacerse cargo de la pequeña Amanda.
Esta solo y carece de medios pero toma conciencia que lo peor ya ha pasado. Ahora
es un momento necesario de la reconstrucción de lo que ha quedado. Los sentimientos
hechos añicos y vivir con la ausencia de los seres perdidos es lo que hay que
aprender.
El film es minucioso y está construido de pequeños
momentos. Es un film íntimo, donde lo que ocurre es una catarata de
sentimientos encontrados donde no queda lugar para ir hacia atrás sino solo
para adelante. Volver a ser y hacerse cargo.
Muestra la necesidad de madurar aceleradamente, de asumir la realidad
aunque lo cambios sean dolorosos. De buscar y reunir a la familia como
apoyo de toda la estructura social.
No solo es admirable el trabajo de los autores del guion (el
propio director y Maud Ameline), que han logado una estructura muy sólida que
sostiene una avalancha de sentimientos encontrados narrados a partir de la
necesidad de reconstruir la vida cotidiana. Pero lo más interesante, es que la película
es capaz de transmitir el espectador esos sentimientos a través de pequeños
gestos, una palabra, una sonrisa, una lagrima, una canción que suena, el reencuentro
con alguien lejano que hace mucho que no se ve, un simple recuerdo que aparece.
Es el otro lado de un drama contemporáneo.
La actuación de la niña Isaure Multrier es fundamental en
la transmisión de esos sentimientos que a veces se esconden para ocultar la
tristeza que sentimos. La película guarda en todo momento un gran equilibrio
narrativo, pero ante todo descuella en mostrar sutilmente todo aquello que está
oculto en el alma y no es visible a los ojos.
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