viernes, 22 de noviembre de 2019

EL IRLANDES de Martin Scorsese


LA OMERTÁ

La Omertá es la ley del silencio. Es considerada la ley de las leyes en el mundo de la mafia. Su respeto obliga a no dar información a la policía ni colaborar con la justicia por ningún motivo. Su quiebre, castiga con la muerte. Su ejercicio es la lealtad.

La nueva película de Martín Scorsese trata este tema basándose en un libro de Charles Brandt y un excelente guión de Steven Zaillan, autor de los guiones de La Lista de Schindler y Gangs of New York (llevada al cine por el propio Scorsese) que narra una historia basada libremente en  la vida real que involucra a tres personajes, uno de los cuales fue Jimmy Hoffa, el líder de la IBT (Hermandad Internacional de Camioneros de los Estados Unidos), que desapareció misteriosamente el 30 de julio de 1975.
Al estilo de su anterior Buenos Muchachos (1990), Casino (1995), Gangs of New York (2002) e Infiltrados (2006), vuelve a narrar una historia de gánsters que trascurre en la segunda mitad del siglo pasado.

El Irlandés será sin lugar a dudas una obra cumbre en la filmografía del director. Con una duración de tres horas y media que se pasan volando, Scorsese nos entrega una muestra contundente de su mejor cine. Partiendo de un guión sólido y riguroso, la puesta en escena del director lo muestra poseedor de una cantidad de recursos narrativos que logran enganchar al espectador y mantenerlo atrapado a su butaca durante todo el metraje.
El personaje central, interpretado por Robert De Niro es Frank Sheeran, un hombre de unos 40 años de edad, casado con hijos, camionero americano que ha estado en la 2da guerra durante el desembarco aliado en Anzio, Italia, que descubre algunas vulnerabilidades en el sistema de reparto de carnes que decide explotar en provecho propio. De esta manera, comenzará a proveerle cortes de primera a Russel Bufalino (Joe Pesci), un hombre de altos contactos con la mafia, que le tenderá un puente casual con Jimmy Hoffa (Al Pacino), el líder de los camioneros.

El film nos hablará de un rígido sistema que opera paralelo a la ley desarrollando sus propias leyes y su propia justicia. En ese sistema no hay leyes escritas pero hay conductas que se transmiten de generación en generación, se manejan con el sentido común y permite ser alguien simplemente obedeciéndolas. Los errores comunes son advertidos. Pero los errores graves se pagan con la muerte.

El sistema opera con una verticalidad total. El que está arriba tiene todo el poder y lo mantiene mientras es capaz de ser obedecido. No hay lugar para el paso en falso. La debilidad deja afuera del sistema. La traición o la rebelión conllevan la pena de muerte.
El Irlandés no solo es una historia entretenida sino que está novelizada a partir de hechos reales que la prodigiosa pluma de Charles Brandt volcó en un libro llamado I Heard You Paint Houses (Escuche que Eres Pintor de Casas), que Steve Zaillan transformó en guión cinematográfico y Martín Scorsese volcó en una imágenes inolvidables en las que acentúa una idea de fatalismo, aquello que determina que los acontecimientos no se pueden evitar por estar sujetos a una fuerza superior que rige los destinos del mundo. Esa rigidez que lleva a la imposibilidad del cambio.

Los acontecimientos ocurrirán inexorablemente uno tras otro porque todos los involucrados en la historia siguen un devenir del cual no pueden esquivar ni escapar. Cada uno juega un rol determinado hasta el final, y como en crimen y castigo, uno se pregunta si es moralmente condenable un acto que responde a un objetivo es superior.

El film tiene por lo menos cinco grandes escenas: la presentación del personaje, David Sheeran, su transformación como gatillo del sindicato, el agasajo a Hoffa, su asesinato, y la escena final en la residencia de ancianos son todas absolutamente antológicas. Y tengo que remitirme muy lejos, tal vez al cine de mi niñez, para encontrar una película como esta, tan solo comparable a Nido de Ratas, a Lawrence de Arabia, a Taxi Driver, a El Padrino, o más recientemente, El Paciente Inglés ó Manchester by The Sea donde la calidad narrativa y el interés de lo narrado confluyen para constituir una gran película.

El personaje de De Niro es el de un ex soldado que participó en la Segunda Guerra. Ha matado porque ha estado en ella. De regreso a su patria, se gana la vida como un camionero hasta que se vuelve un hombre de confianza de un sindicalista de Nueva York que comienza a utilizarlo como un gatillo confiable. Él será finalmente el asesino de Hoffa. Nunca será condenado por la ley. Su castigo será sobrevivir a su generación.

Las labores de De Niro, Pacino y Pesci son verdaderamente antológicas. Scorsese, como director, filma sobre el tema que más le gusta, disfrutando de lo que está haciendo, y da una clase magistral de cine. El Irlandés, es cine en estado puro. No hay duda que existe un guión que el director sigue fielmente, pero las imágenes de Scorsese hablan por si mismas. Sus silencios nos dicen más que las palabras. Y las palabras entran en un mutismo que solo dicen lo que tienen que decir.

A 43 años de Taxi Driver, y a los 77 años de edad, Scorsese nos vuelve a maravillar con escenas memorables, un relato meditado, con una maravillosa descripción de los tres personajes principales (merito aparte de los tres grandes intérpretes), con una fotografía de Rodrigo Prieto que va de imágenes fijas de primeros planos a movimientos notables como los del asesinato de Hoffa que parece estar filmando como un paso de ballet. La prolijidad, la elegancia y la variación de tonalidades de Prieto adaptando la luz a la necesidad de cada escena son muy destacables. De la misma manera, el acompañamiento musical de Robbie Robertson.

Estamos ante una producción de Netflix destinada al televidente. Su estreno en los cines no será masivo y en Buenos Aires solo estará en cartel una semana en un solo cine. Sus tres horas y media de proyección exigen concentración y continuidad para su disfrute. El estreno cinematográfico obedece solamente al cumplimiento de ciertas normas americanas que de esta manera habilitan a una película para competir como candidata a los premios Oscar. No comparto esta reglamentación. Privar al público cinematográfico de una película como esta es una herejía de la comercialización. Su esplendor y complejidad narrativa es tan grande que merece ser vista en un cine porque, esencialmente, obliga a la concentración.

El Irlandés no es una película más en la vasta filmografía de Martin Scorsese.  Es una obra de madurez que deberá ser colocada entre las grandes obras maestras de la historia del cine.

No hay comentarios:

Publicar un comentario