viernes, 4 de marzo de 2022

BELFAST de Kenneth Branagh

EL AMOR SOBRE EL ODIO

De Kenneth Branagh, esencialmente actor, pero también productor y director cinematográfico nos llega Belfast, donde el director irlandés encaró su obra más personal hasta el presente. Lejos de su inmediato trabajo anterior (Muerte en el Nilo), se concentra en escribir un guion y después dirigir una película que indaga en lo tabúes de un pueblo, en una guerra fratricida vigente durante más de 40 años que tuvo a maltraer a Irlanda dejando una gran huella de resentimiento y odios que han tardado en desaparecer.

Belfast no es una obra común. Branagh la ha entendido y realizado desde la lucha fratricida, es decir, aquella que genera  la pelea entre hermanos, en este caso por una cuestión de fe, de religión, un intangible y misterioso desentendimiento social que tuvo la capacidad de dividir a un pueblo.

El film comienza con una vista aérea de los astilleros de Belfast a todo color pero cambia abruptamente al blanco y negro de 1969, donde un niño juega y salta alegremente mientras recorre el vecindario. Una multitud enojada se acerca. Las bromas dejan de serlo y dan paso al miedo y al caos. Dos bandos se enfrentan: católicos vs protestantes. El objetivo de estos últimos es expulsar a los católicos.

El joven feliz que vemos es Buddy (Branagh de niño). Él será quien nos relata cómo se desarrollan estos eventos, nos lleva al sentimentalismo y la nostalgia, tratando de narrar desde la posición de un niño de barrio quien se cría en medio de esa violencia cobarde y clandestina que genera odio entre hermanos. Hasta la década de 1920, Irlanda era parte de la Gran Bretaña. Pero no todos estaban de acuerdo. En 1921 la partición del país fue concretada, pero las tensiones militares perduraron durante décadas y recrudecieron en los´60. Tras miles de bajas irlandesas y británicas, el Acuerdo de Viernes Santo en 1998 le puso fin al conflicto.

La narración se concentra en los sucesos de mediados de 1969. En medio de estas diarias escaramuzas violentas, Buddy comienza a comprender el conflicto cuando su padre recibe un ofrecimiento para ir a trabajar a Inglaterra. La familia se encuentra de repente ante la necesidad de decidir no solo una cuestión laboral sino una más importante: quedarse o irse de su tierra.

Branagh trabaja brillantemente esta dicotomía vital poniendo todo el énfasis en la cuestión humana, en la relación familiar, en el sentimiento del niño, en la ancianidad de sus abuelos. El ofrecimiento laboral soluciona los problemas económicos pero aleja a la familia, aunque no a la violencia cotidiana que altera diariamente a Belfast… Pero por otro lado, deja al desamparo el amor por la tierra, padres, hermanos y vecinos.

El director pone todo el énfasis en los sentimientos de una persona que ya no desea vivir dentro de una situación conflictiva permanente pero siente que debe hacer algo por su tierra y sobre todo por  su familia. Piensa en el porvenir de sus hijos en medio de tanta violencia callejera, pero no encuentra respuesta. También ve a sus padres ya mayores que necesitan atención médica y hospitalización. No puede desentenderse de ello.

Branagh vuelca en imágenes este intenso periodo de su vida que ahora vuelca en imágenes. Su film es una experiencia vivencial relatada desde lo más profundo del yo, con un inusitado cariño a un tiempo perdido que aún perdura en su memoria y que no solo añora sino también siente como su tierra.

El final del film es emoción en estado puro, armado con imágenes significativas que llegan a lo hondo del espectador, aquello que nos une a una tierra, a nuestros padres y hermanos, a los hijos y los vecinos que nos acompañan en tristezas y alegrías.

Branagh se da el gusto de su vida. No actúa pero escribe y dirige una obra destinada a transformarse en un clásico del cine. Logra narrar en blanco, negro y sepia esta contradicción maldita que suele separar a los pueblos y hundirlos en la violencia cotidiana y la sinrazón. Rescata los sentimientos y el amor por la tierra donde se ha nacido transformándola en un núcleo que permite elevarnos sobre cualquier maldad para transformar la realidad en algo valioso de ser vivido.

Su film no es sentencioso, más vale es poético. Las palabras no alcanzan a describir lo que narran las imágenes por sí mismas. Ha logrado realizar un film muy cercano a la pureza, dotado de una poesía natural allí donde la imagen logra reinar desposeyéndose del color y acompañada del sonido. Llega a realizar una obra de esplendor poético que alude al crecimiento y la vida que pasa. El blanco, el negro y el sepia son los colores de un film que será inolvidable y que se transforma en una experiencia de vida con destino a ser una obra de arte.

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