lunes, 14 de marzo de 2022

SPENCER de Pablo Larraín

REALIDAD Y PROYECCIÓN

Para el director chileno Pablo Larraín, un gran desafío. Encara el tema con profesionalidad tratando de concentrarse en un periodo de tiempo corto que fuera lo suficientemente interesante como para dar una síntesis del conflicto matrimonial que estaba viviendo Lady D y por ende, los miembros más cercanos de la familia real.

Ello implicaba meterse en la vida privada del Palacio Real de Buckingham.  Lejos de la vida del Príncipe de Gales, ella se había transformado en una princesa querida por el pueblo. Le había dado dos hijos a Carlos pero nunca había podido superar ese aire de Cenicienta, de heroína perseguida. Contar esta historia implicaba desarrollar una gran síntesis. El equipo de producción decidió contratar al director chileno Pablo Larraín (había realizado “Jackie” en 2016), quien decidió concentrarse en la crisis matrimonial de la Princesa Diana,  durante un periodo de tiempo corto pero significativo que transcurre entre Navidad y Año Nuevo, durante el cual se habían escuchado rumores de todo tipo que incluían desde una separación hasta un divorcio de la pareja real. Corría la Navidad de 1987.  

Definida la estructura de film, con un guion estupendo de Steven Knight, un escritor con experiencia de cine y televisión (Negocios Ocultos, 2002,  Promesas del Este, 2007, Locke, 2013, etc), Larraín desarrolla el guion basándose en los supuestos acontecimientos reales que tuvieron lugar durante de ese periodo.

Con mucha habilidad, Larraín monta una serie de escenas que muestran por un lado la inexperiencia de la joven princesa, y por otro, sus crisis nerviosas, el problema de lidiar con dos niños pequeños, el poco apoyo de parte de su suegra, la Reina Isabel de Inglaterra, el insoportable encierro a que era sometida más allá del frio y el mal tiempo durante esa época del año en Gran Bretaña.

Es interesante la decisión de Larraín de darle a la película una fisonomía de encierro, cercana al cine de terror, como si los demonios que acosan a Diana fueran literalmente reales. El ambiente que pinta es opresivo, el de una mujer atrapada en un laberinto a la que solo le está permitido deambular por la casa, lucir ropa bonita y tener hijos.

El director ya tenía experiencia en este tipo de películas. En 2016 había dirigido Jackie, sobre la ex esposa del Presidente George Kennedy, un icono del que se sabía mucho. Ahora debía trabajar sobre un episodio de la vida de Lady Spencer, del cual se conocía poco. La mayor parte de esta película tiene lugar en la mente confusa de Lady Diana, que pareciera estaban tratando de volverla loca. La narrativa se impregna de  secuencias casi oníricas de sueños surrealistas.

La gran tarea del director ha sido lograr mantener atrapado al espectador describiendo un clima familiar tenso, al borde del estallido, superado vía protocolo o tomando distancia sin que nadie pudiera realmente resolverlo. La figura del Príncipe Carlos en la película, es casi inexistente una figura ausente.

Como simples espectadores de cine, vemos la cuestión planteada como un juego malsano de personas que por un lado tienen las mismas reacciones nerviosas que sufre todo el mundo, con la diferencia que han sido educados y entrenados para mantener la calma, desarrollar la capacidad de negociación,  mostrando a la vez, capacidad de control y paz como si nada estuviera pasando.

El trabajo de Kristin Steward es admirable. La creación de atmosferas de tensiones, tanto ocultas como  a la vista, son notables. Larraín logra crear  un ambiente pesado y tirante que va en un todo de acuerdo con la poca simpatía que existe entre la familia real y la “intrusa”, pero sin perder nunca el equilibrio situacional que transforme la crisis personal de la pareja con una cuestión de Estado.

También es elogiable el trabajo de puesta en escena que recalca una atmosfera de  vulnerabilidad y profunda soledad, donde la maternidad y el círculo familiar encierran y funcionan como una jaula. Todo sucede lejos del mundanal ruido. Todo está escrito. No hay lugar a la improvisación. En medio de esa situación, Diana trata de no perder la calma y dejarse llevar por la desesperación. Busca una salida tratando de utilizar sentido común, es decir, asumirse como madre y aceptar las consecuencias de lo que está por venir.

La película resulta algo despareja en el sube y baja de las diferentes tensiones pero siempre resulta interesante, está bien resuelta, y muy bien actuada. Todo se mueve de acuerdo a protocolos definidos, los cuales llevan a una duplicidad.  En un momento del film, Charles le explica a Diana que cada miembro de la Familia Real son dos personas, una, la que ven los reporteros y fotógrafos y la otra, la persona real. Una es carnal. La otra, proyectada. Diana nunca pudo encajar en esa dualidad y terminó pagando las consecuencias.

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