REALIDAD Y PROYECCIÓN
Para el director chileno Pablo Larraín, un gran desafío. Encara
el tema con profesionalidad tratando de concentrarse en un periodo de tiempo
corto que fuera lo suficientemente interesante como para dar una síntesis del
conflicto matrimonial que estaba viviendo Lady D y por ende, los miembros más
cercanos de la familia real.
Ello implicaba meterse en la vida privada del Palacio Real
de Buckingham. Lejos de la vida del Príncipe
de Gales, ella se había transformado en una princesa querida por el pueblo. Le había
dado dos hijos a Carlos pero nunca había podido superar ese aire de Cenicienta,
de heroína perseguida. Contar esta historia implicaba desarrollar una gran síntesis.
El equipo de producción decidió contratar al director chileno Pablo Larraín (había
realizado “Jackie” en 2016), quien decidió concentrarse en la crisis
matrimonial de la Princesa Diana, durante
un periodo de tiempo corto pero significativo que transcurre entre Navidad y Año
Nuevo, durante el cual se habían escuchado rumores de todo tipo que incluían desde
una separación hasta un divorcio de la pareja real. Corría la Navidad de 1987.
Definida la estructura de film, con un guion estupendo de
Steven Knight, un escritor con experiencia de cine y televisión (Negocios
Ocultos, 2002, Promesas del Este, 2007,
Locke, 2013, etc), Larraín desarrolla el guion basándose en los supuestos acontecimientos
reales que tuvieron lugar durante de ese periodo.
Con mucha habilidad, Larraín monta una serie de escenas
que muestran por un lado la inexperiencia de la joven princesa, y por otro, sus
crisis nerviosas, el problema de lidiar con dos niños pequeños, el poco apoyo
de parte de su suegra, la Reina Isabel de Inglaterra, el insoportable encierro
a que era sometida más allá del frio y el mal tiempo durante esa época del año
en Gran Bretaña.
Es interesante la
decisión de Larraín de darle a la película una fisonomía de encierro, cercana
al cine de terror, como si los demonios que acosan a Diana fueran literalmente
reales. El ambiente que pinta es opresivo, el de una mujer atrapada en un
laberinto a la que solo le está permitido deambular por la casa, lucir ropa
bonita y tener hijos.
El director ya
tenía experiencia en este tipo de películas. En 2016 había dirigido Jackie,
sobre la ex esposa del Presidente George Kennedy, un icono del que se sabía mucho.
Ahora debía trabajar sobre un episodio de la vida de Lady Spencer, del cual se conocía
poco. La mayor parte de esta película tiene lugar en la mente confusa de Lady
Diana, que pareciera estaban tratando de volverla loca. La narrativa se
impregna de secuencias casi oníricas de
sueños surrealistas.
La gran tarea del director ha sido lograr mantener
atrapado al espectador describiendo un clima familiar tenso, al borde del
estallido, superado vía protocolo o tomando distancia sin que nadie pudiera realmente
resolverlo. La figura del Príncipe Carlos en la película, es casi inexistente
una figura ausente.
Como simples espectadores de cine, vemos la cuestión
planteada como un juego malsano de personas que por un lado tienen las mismas
reacciones nerviosas que sufre todo el mundo, con la diferencia que han sido
educados y entrenados para mantener la calma, desarrollar la capacidad de
negociación, mostrando a la vez,
capacidad de control y paz como si nada estuviera pasando.
El trabajo de
Kristin Steward es admirable. La creación de atmosferas de tensiones, tanto
ocultas como a la vista, son notables. Larraín
logra crear un ambiente pesado y tirante
que va en un todo de acuerdo con la poca simpatía que existe entre la familia
real y la “intrusa”, pero sin perder nunca el equilibrio situacional que
transforme la crisis personal de la pareja con una cuestión de Estado.
También es
elogiable el trabajo de puesta en escena que recalca una atmosfera de vulnerabilidad y profunda soledad, donde la
maternidad y el círculo familiar encierran y funcionan como una jaula. Todo
sucede lejos del mundanal ruido. Todo está escrito. No hay lugar a la improvisación.
En medio de esa situación, Diana trata de no perder la calma y dejarse llevar
por la desesperación. Busca una salida tratando de utilizar sentido común, es
decir, asumirse como madre y aceptar las consecuencias de lo que está por
venir.
La película resulta
algo despareja en el sube y baja de las diferentes tensiones pero siempre
resulta interesante, está bien resuelta, y muy bien actuada. Todo se mueve de
acuerdo a protocolos definidos, los cuales llevan a una duplicidad. En un momento del film, Charles le explica a
Diana que cada miembro de la Familia Real son dos personas, una, la que ven los
reporteros y fotógrafos y la otra, la persona real. Una es carnal. La otra, proyectada.
Diana nunca pudo encajar en esa dualidad y terminó pagando las consecuencias.
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