TRATANDO DE ACERCARSE A BOND
Desde que las novelas de James Bond, a principios de los años ´60, se pusieron de
moda renovando los géneros policiales y gansteriles clásicos de Hollywood, ha
corrido mucha agua bajo el puente. Esas películas dominaron el firmamento
cinematográfico de esos años.
A partir de 1998, la aparición de Guy Ritchie dirigiendo el thriller “Juegos, Trampas y Dos Armas
Humeantes” fue determinante para descubrir un nuevo tipo de comedia donde
reinaba la comicidad (tal vez algo chabacana), a la vez que nace
inesperadamente un ídolo del cine de súper acción que casi sin dudar le hace
sombra al mismísimo 007 desde un ángulo totalmente diferente.
De la historia de actores
inexpresivos destaca Jason Statham, quien participa en un papel menor en esa película
que, como en tantas otras, permite imponerse hasta que se vuelve un actor
fetiche del género a partir de su
participación en Transporter (2002) y más tarde formando parte del cast de la
saga Fast and Furius 6 y subsiguientes.
El actor es, además, un
experto en artes marciales mixtas,
kickboxing, taekwondo, muay thai y Jiu-Jitsu, disciplina en la que es
cinturón morado, habilidad que le abre puertas para participar en forma directa en escenas de riesgo, lo cual lo ha erigido y catapultado
como un actor popular aceptado por el público en la categoría de películas de súper
acción, en la cuales encabeza las taquillas del género de cual participa.
Consecuencia de ello, lo
encontramos esta semana de estrenos liderando nuevamente la taquilla cinematográfica
veraniega con un tanque de género típico interpretando a un nuevo agente secreto.
Si bien esta nueva la película está lejos de cualquiera de las
versiones de la serie Bond, y claramente Stathan no pretende parecerse a Bond
ni mucho menos a cualquiera de los otros grandes actores que lo precedieron en
ese papel (Sean Connery, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnam, y Daniel
Craig), el actor logra imponerse por sí mismo creando un personaje fuerte, con
autoridad, y con una gran frescura que nunca esconde la pretensión de ser
distinto, imponiendo incluso una hilaridad muy lejana al cinismo que
caracterizaba, sobretodo, al Bond de Connery.
No obstante, esta última
aparición de Statham lo encuentra en un personaje diferente, algo más serio. El
Agente Fortuna cobra cierta seriedad sin perder su sentido del humor, pero
sobretodo se aleja de los hermanos Marx para ser él mismo en todo sentido y
crear un nuevo personaje, un agente secreto británico más apoltronado, serio
sin perder el sentido del humor bien británico, y estando más en la dirección
de la acción que, como suele suceder siempre, lleva a la destrucción total de
todos los escenarios conllevando maldades y cimientes posibles que se ciernen
por delante de nuestras oscuras vivencias.
El film no es un aporte
fundamental para cambiar ni revivir el género, pero como entretenimiento, opera
en forma genuina y eficaz. Statham domina su papel y en esta oportunidad es
controlado suficientemente por Ritchie que en su cabeza tiene durante todo el
tiempo la idea de realizar un film de espías, bien aireado para provocar
entretenimiento apoyado con cierto nivel de comedia que provoca hilaridad. El
film entretiene y cumple su objetivo. Nada que no hayamos visto antes pero correctamente
hecho.
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